El temor al abstencionismo y la posibilidad concreta de que la ultraderecha se trepe al futuro gobierno marcan, este domingo, las elecciones más importantes desde 1979, a las que se someta este domingo el electorado español.
Con el centro derechista Partido Popular (PP) al frente de todas las encuestas y con el oficialista Partido Socialista (PSOE), forzando la máquina electoral para intentar la remontada —después de la estrepitosa derrota en los últimos comicios municipales—, el resultado final parecería definirlo el nivel de abstención; en medio de una ola de calor histórico y con millones de españoles aprovechando las vacaciones veraniegas.
Por lo pronto, el viernes, la empresa pública de Correos, encargada de recoger el voto a distancia, informó que ya votaron 2,47 millones de personas, lo que equivale al 94,2 de las solicitudes enviadas. Un récord histórico que representa casi el doble que los que lo hicieron en las elecciones de 2019.
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Con el PP liderando las encuestas, esta elección aparece como “los comicios de los socios”. Y es que, de antemano, el panorama político y electoral, denota que ninguno de los partidos podrá alcanzar la mayoría en solitario para controlar las Cámaras de diputados y senadores. Por eso, el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, aprovechó la ausencia de su principal oponente, el popular, Alberto Núñez Feijóo, en el último debate, para mostrar una mancuerna perfecta con su actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, postulante a la presidencia por la alianza de izquierda SUMAR.
Fue precisamente esa ausencia notoria de Núñez Feijóo en el debate la que le hizo perder terreno en las encuestas a días de los comicios y le generó rispideces con su socio a futuro en un eventual gobierno: el ultraderechista VOX, ya que su candidato, Santiago Abascal, se quejó de que “nos han dejado solos”.
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Mientras Sánchez parece haber realizado todos los esfuerzos para mejorar su campaña y alcanzar “el milagro” de la remontada, sin haber intentado lo mismo para enderezar un gobierno que había arrancado con deficiencias y termina sumido en la confusión, Núñez Feijóo tuvo su semana más negra en toda la campaña. Tuvo que ocupar tiempo y energía en defenderse de su amistad con el narcotraficante gallego Marcial Dorado, en su Galicia natal, de la que fue su presidente autonómico desde el 2003 hasta el 2022.
Habrá que esperar hasta el domingo en la noche, para saber si ese desgaste le pasará factura en las urnas.
El otro dato significativo de estos comicios es la ausencia (por extinción política) de Podemos (el partido de izquierda) liderado por Pablo Iglesias, quedó reducido a su mínima expresión aun antes de los comicios. En 2019 había logrado 35 bancas en el Congreso y ahora, solo es una firma más en la coalición SUMAR, fruto de la suma de errores políticos como la ley de Sí es Sí, que le ocasionó más de un dolor de cabeza a la administración de Sánchez. La misma que le dio vida al eufemismo con la que los españoles se refieren a ella y a la actualidad del PSOE: “El sanchismo”.
Del resultado del domingo, surgirá sin duda una nueva era política en España. O “El sanchismo” se fortalece y se transforma en una fuerza hegemónica dentro del PSOE (algo que genera debates y enfrentamientos internos) o sume al histórico partido en un profundo debate como el que vivió en Suresnes (Francia) en los oscuros días de la dictadura franquista. (1939-1975).
Como en cada elección desde 1979, en el debate suelen aflorar (a veces más, a veces menos) “las dos Españas”. Republicanos de distintos colores, demócratas convencidos, por un lado, y los nostálgicos de un franquismo que lo había teñido todo o de recurrentes loas a José Antonio Primo de Rivera (el líder de la Falange que había nutrido de cuadros a la dictadura). Pero esta vez todo ello estás más que omnipresente por la proximidad de VOX y su discurso contra todo lo que huela a libertad sexual o derecho a la inmigración. Todo empaquetado en un discurso que va ganando espacio en buena parte de Europa.
Y es ese el discurso y el temor a la pérdida de ciertas libertades, cuando no, un regreso abrupto al pasado, lo que podría sacar del letargo al votante de centroizquierda enojado con la política. Hay antecedentes recientes que forzaron el debate y provocaron reacciones. Desde los ataques al actor hispano-argentino, Diego Botto hasta la prohibición de algunas obras de teatros en algunos municipios donde, desde junio, gobiernan en coalición PP y VOX.
En el municipio de Valdermorillo, la concejalía de Cultura (a cargo de VOX), prohibió el estreno de la “Orlando”, la obra de Virginia Woolf, que interpretaría la compañía de Teatro Independiente Defondo, abriendo así la discusión y los temores.
Esos “devotos de la inquisición”, vieron nacer un capítulo propio en Briviesca, Burgos, en el seno del gobierno municipal. Allí se prohibió “El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca”, que narra la vida de Antoni Benaiges, un maestro republicano fusilado durante la Guerra Civil.
Lo mismo ocurrió, días después, en Getafe (Madrid) donde la ultraderecha reclamó la censura contra la obra “La Villana de Getafe”, obra de Lope de Vega escrita en 1613, que se representó en esa localidad.
El menú de Vox se completó, varios días más tarde, en el ayuntamiento de Bezana (Burgos) donde se censuró la película “Lihhtyear”, que se proyectó en el cine de verano de esa localidad porque en una escena aparecían dos mujeres besándose.Fue esto lo que generó la reacción de las organizaciones LGTBI y de distintos colectivos culturales al punto de levantar la temperatura en la campaña, porque la del ambiente, sigue en máximos históricos. Esos movimientos de la obligada colación a la que está sometido el PP con VOX, fue lo que lograr calentar una campaña en la que los candidatos no logran imprimir emoción alguna. Ni siquiera en el primer debate en el que Sánchez y Núñez Feijóo se midieron frente a frente y donde el presidente de gobierno no había dejado error por cometer y el dirigente gallego, oportunidad por desperdiciar.
VGB