La migración y la guerra en Ucrania le siguen tomando las pulsaciones a Europa. Aplacados los disturbios en Francia, la llegada continua de refugiados que intenta ingresar al Viejo Mundo es cada vez más incesante. A tal punto que el tema, siempre apto para tensar los debates políticos, ahora también es el detonador de algunos gobiernos.
El pasado lunes, el primer ministro de Holanda, Mark Rutte, le puso fin a su carrera de 13 años en el gobierno. Sorprendió a todo un país cuando anunció su dimisión (aunque continuará en funciones hasta las próximas elecciones que se celebrarán en noviembre), debido al revuelo político que había ocasionado su proyecto de morigerar el ingreso de hijos de refugiados.
La idea del primer ministro había encontrado resistencias dentro de la coalición de gobierno, lo que llevó a Rutte, del partido conservador, a entender que el oficialismo “había perdido su base política”.
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Sus aliados de la Unión Cristiana de Centro, los liberales de D66 y la Apelación Demócrata Cristiana, también de tendencia conservadora, se oponían al proyecto, pero ni unos ni otros, encontraron el espacio para una propuesta alternativa en un tema tan sensible como el de la inmigración.
Pero mientras el gobierno holandés no le encuentra la vuelta al asunto y desató una crisis que contagió a todo el sistema político, Rutte pasa a retiro y los inmigrantes siguen llegando o muriendo en el intento.
Tres embarcaciones con más de 300 personas, originarias de Senegal, que se dirigían hacia las islas Canarias, desaparecieron en el mar. Después de tres días de búsqueda, la Guardia Costera española, rescató a 86. El resto, entre los que se encuentran algunos niños, siguen desaparecidos.
Ese fue un episodio, pero no el único. El pasado 15 de junio, en el mar Jónico y a tan solo 70 kilómetros de las playas de Pilos, en Grecia, cientos de personas perdieron la vida, cuando la barcaza en la que viajaban se hundió. Un episodio que todavía no fue esclarecido.
De acuerdo con los números que manejan organizaciones no gubernamentales, en lo que va del 2023 más de 12,000 refugiados llegaron a Europa por esa vía. En frágiles embarcaciones administradas por traficantes de personas o bien solitarios y desesperados inmigrantes que cruzan las vallas de Ceuta (territorio español) en la frontera con Marruecos.
Las mismas fuentes sostienen que, por lo menos, 1,166 personas perecieron en el Mediterráneo, sin contar los muertos en Pilos. Las víctimas fatales superarían los 30,000 desde 2014.
Todo en materia de inmigración va en aumento. De hecho, la isla italiana de Lampedusa recibió esta semana casi 1,500 refugiados. Todo lo contrario a lo que había prometido la presidenta, Georgia Meloni, durante la campaña electoral que la llevó al gobierno. De los 30,939 del 2022, en lo que va del presente año, se pasó ya a 71,601, según los datos del Ministerio del Interior italiano.
Por lo visto, no alcanza con las arengas y los discursos a los gritos. La crisis política en Túnez agravó la situación. Pero cuando no es Túnez es Libia y cuando no, la pobreza estructural que caracteriza a muchos países africanos.
No existe en la actualidad ninguna propuesta política que se considere de derecha que no toque el tópico de los inmigrantes y los refugiados con cierta aprensión. Con promesas de distintos tenores para ponerle fin a cualquier precio. Pero de inmediato aparece el recuerdo, fresco aún, de los disturbios parisinos o de otros episodios como el que acaba de sufrir el actor argentino-español Juan Diego Botto, para que se vislumbre el sinuoso camino por el que podría transitar la Europa inmediata.
El temor a que se repitan los disturbios de la semana pasada, justo en los festejos del 14 de julio, hizo que muchos gobiernos comunales suspendieran los fuegos artifíciales y otras actividades para conmemorar la fecha. En tanto, el Ministerio del Interior, dispuso, desde el jueves en la noche y hasta que termine la celebración, la presencia en las calles de 130 mil efectivos policiales. Como dice el dicho: “Cuando uno se quema con leche, cuando ve una vaca llora…” o, mejor dicho, toma recaudos. Nadie mejor que los franceses, y en especial su presidente, Emmanuel Macron, son conscientes de lo que está en juego desde hace algunos años y tratan de evitar el escenario propicio para vuelva a brotar la ira en los barrios, donde la migración son el sello de realidad.
Por lo pronto, en España, un portal de noticias, Burbuja.info, había publicado: “Juan Diego Botto: 'Si llega VOX al Gobierno, entenderé que vuelva ETA…’”. Todo se trató de una fake news, lo que llevó al protagonista de Martín H, entre otros tantos trabajos en cine y en teatro, a salir a desmentir lo que nunca había dicho, a descargar su opinión sobre la ultraderecha y a iniciar acciones legales.
Hijo de un padre desaparecido durante la última dictadura militar (1976-1983) en Argentina, Botto fue blanco en los comentarios de la publicación de todo tipo de calificativos como “montonero y guerrillero como su padre”, “deberían arrojarlo de un helicóptero (pero fue desde un avión donde se lanzaban a secuestrados a las aguas del Río de la Plata) como a su padre…” y opiniones de ese tenor.
“Lo cierto es que estamos en época de elecciones aquí en España, y que la ultraderecha tiene serias posibilidades de entrar en el gobierno por primera vez en la historia, y los nervios están muy a flor de piel”, explicó Botto, quien prometió llegar hasta el final para esclarecer el caso.
Es El hecho pone de manifiesto el clima que comienza a generarse a dos semanas de las elecciones, que podrían resultar claves para la historia inmediata de España. De ahí que el clima comience a enrarecerse. Hace unos días, en el municipio madrileño de Valdemorillo, una concejala de VOX censuró la obra Orlando, de Virginia Woolf, lo que provocó la reacción de la comunidad artística y ahora el odio hacia la persona del actor. Todo transcurre en medio de una polarización de la sociedad tal y un ensañamiento crítico con los inmigrantes que parece conformar una muestra de lo que puede ser el futuro inmediato.
De momento, la situación por la que atravesó Botto, no es nada que muchos de los refugiados, que lograron su cometido de sobrepasar las fronteras, no hayan tenido que sufrir en carne propia alguna vez. Pero así suele reaccionar la vieja Europa, cuando la ecuación ingresos-calidad de vida comienza a resentirse.
Lo cierto es que la xenofobia no solo anida en la policía francesa, sino el discurso cotidiano de buena parte de la sociedad y de algunos gobiernos, como el de Hungría, liderado por su primer ministro, Viktor Orbán; Meloni, la zaga de los Le Pen, en Francia; algunos legisladores alemanes o, más envalentonado por la cercanía que le provoca estar un paso de alcanzar el poder, VOX.
Las elecciones en España, son el próximo 23 y si Pedro Sánchez tenía una oportunidad de revertir su perfil en las encuestas, esa fue la del lunes en el primer y único debate presidencial con el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Pero Sánchez decidió desperdiciarla, sin brillo, sin propuestas, sin reacción, terminó de allanarle el camino a la oposición de cara a los comicios.
Mientras todos los atisbos de solución que sobrevuelan los despachos de la Unión Europea (UE) fracasan o no llegan a cuajar, el gobierno ucraniano se fue de la Cumbre de la OTAN en Virus con algo más que una promesa. No deberá pasar por el período de aceptación para ingresar al organismo, pero eso sí, una vez que acabe la guerra con Rusia.
Volodímir Zelenski recibió un firme respaldo de Estados Unidos y de los países europeos, que celebraron el ingreso de Suecia, pero postergaron los deseos del rumano, hasta el día después de la victoria, siempre… La victoria. Tan lejos o tan cerca, según quien la analice.
Si uno la mira a través de los ojos de Joe Biden, todo podría ser más complicado, ya que el miércoles confundió a Zelenski con Vladímir Putin. Al parecer no distingue bien los uniformes de uno y de otro, en medio del fragor de los combates, que lejos parecen de un alto el fuego.
En el ínterin, todo parece listo para generar novedosos conflictos, hasta cambiarle el rostro a un continente, que por viejo, debería saber que la única forma de solucionar el tema es acercar —tal vez, a modo de devolución, por lo que se llevaron los europeos en su fase colonialista de todos esos países— el desarrollo a buena parte de los países africanos, donde muchos no poseen red de luz eléctrica, por ejemplo.
De eso, precisamente no se habla en foro alguno. Pero esa podría ser la única forma en que los refugiados dejen de llegar en masa, conscientes del saqueo del que fueron víctimas sus abuelos y padres; algo que anida con fuerza en sus genes y en su inconsciente. Se arriesgan en una situación sumamente ventajosa y cuando ya no hay nada para perder. Hacen el último intento por hacerse con algo de lo saqueado que, a modo de herencia, les pertenece.
Eso es precisamente, lo que los mueve a intentar el último recurso, luego de buscar en vano las razones de por qué les tocó esa vida en suerte, tratar de revertirla y, de paso, si se cuadra, procurar saldar todo con una suerte de histórica revancha.