Cuando regresó Luiz Inácio Lula da Silva al poder en Brasil, tras derrotar al ultraderechista Bolsonaro, una de las encomiendas fue regresar al gigante sudamericano al concierto internacional de potencias, que la diplomacia retomara su influencia en América Latina, olvidada por años y volviera a ser vista como una potencia emergente y con opinión propia. Así incluso propuso su plan de paz para frenar la guerra entre Rusia y Ucrania, que aunque no tuvo efecto, como no lo ha tenido otro proyecto de paz como el de México y su presidente, Andrés Manuel López Obrador, sí se evaluó como un buen intento para el conflicto que va cumple más de un año y dos meses. Pero no sólo quedó ahí el proyecto de una Brasil más internacional. Su foco también está en China. Y eso, en el contexto internacional actual, puede molestar a la administración de Joe Biden en Estados Unidos.
China, junto a Rusia, han buscado acercarse a América Latina, incluido México, en un plan para hacerse de aliados en un momento en el que Estados Unidos descuidó su relación con Latinoamérica mientras Trump estuvo en el poder. Varios países de la región voltearon a Pekín para paliar desabasto de tecnología e infraestructura y en México han aplaudido la ambigüedad de López Obrador sobre su postura sobre la invasión a Ucrania.
Esa política de Rusia y China es respuesta a la expansión de los aliados de Estados Unidos en la OTAN en Europa del este y a la nueva aceptación de Finlandia, lo que Rusia ve como amenaza y violación de los acuerdos a respetar el área de influencia rusa en Europa. La invasión de Ucrania también es parte de ese plan. Y Rusia quiere expandir su influencia en América Latina, y de China, también.
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Por ello, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, aterrizó este miércoles en la ciudad oriental china de Shanghái, donde mañana dará comienzo a una visita oficial de dos días con la que pretende "relanzar las relaciones" con el país asiático, su principal socio comercial desde 2009.
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Esta será la tercera visita oficial del mandatario del país sudamericano a China tras las que llevó a cabo en 2004 y 2009, durante su primera etapa en el cargo (2003-2010).
El viaje fue calificado por Presidencia como "uno de los más importantes del inicio" de esta nueva etapa en el poder, que comenzó el pasado 1 de enero.
Lula, que llega a China acompañado por una nutrida comitiva formada por ministros, empresarios, gobernadores y congresistas, tenía inicialmente previsto llevar a cabo esta visita a finales de marzo, pero fue pospuesta tras caer enfermo.
El presidente brasileño, de 77 años, participará mañana en la toma de posesión de su sucesora en el cargo entre 2011 y 2016 y aliada política, Dilma Rousseff, como nueva jefa del banco de fomento de los BRICS, el foro que el país integra junto a Rusia, India, China y Sudáfrica.
Tras ello, el mandatario brasileño mantendrá un encuentro con empresarios y posteriormente volará a Pekín, donde tiene previsto entrevistarse el viernes con su homólogo chino, Xi Jinping; con el primer ministro, Li Qiang, y el presidente de la Asamblea Nacional Popular (ANP, Legislativo), Zhao Leji.
Durante la visita se firmarán una veintena de acuerdos para estrechar lazos en el área comercial, protocolos fitosanitarios, tecnología, desarrollo, transición energética y otros ámbitos de colaboración en el marco de la asociación estratégica bilateral.
Uno de ellos, ya anunciado previamente, copó titulares por establecer la operación directa de transacciones comerciales entre Brasil y China en yuanes, "sin necesidad de dolarización".
Lula, que invitará a Xi a visitar Brasil, aseguró esta misma semana que busca "inversiones para generar empleos y nuevos activos productivos", con ejemplos como autopistas o centrales hidroeléctricas.
En un editorial publicado hoy, el rotativo oficial Global Times calificó a Lula de "viejo amigo del pueblo chino" y aseguró que su visita servirá para que "el mundo sea testigo del poder de la paz y el desarrollo".