Los atentados en contra de personajes relevantes para la vida pública como lo son periodistas, actores políticos, activistas e incluso atentados contra la vida de las personas en general, tienden a ser debido al fanatismo religioso; empero, el fanatismo religioso sólo es una pandemia que se ve alimentado por los límites de la libertad de expresión ¿Hasta qué punto se puede ejercer sin lastimar a otras personas? La respuesta es vaga, pero el escritor Salman Rushdie, así como el caso de la revista ultraderechista Charlie Hebdo pueden dar pistas de ello.
El fanatismo religioso de acuerdo con las definiciones de sociólogos entre la que destaca el caso de Max Weber, puede definirse como una actitud de extrema devoción y compromiso inquebrantable con las propias creencias religiosas, en la que una persona considera su fe como la única verdad y se niega a considerar otras opiniones o puntos de vista, lo cual es bastante peligros y da pie a interpretaciones que dañan la vida diaria.
Esta devoción puede ser positiva y ayudar a una persona a tener una vida y un propósito más significativos, pero también puede tener efectos negativos si se convierte en intolerancia hacia otras personas que tienen puntos de vista diferentes.
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Uno de los mayores peligros del fanatismo religioso es la violencia. Las personas de su propia religión a menudo ven a quienes no están de acuerdo con su fe como una amenaza e incluso pueden cometer actos de violencia en su nombre. El fanatismo religioso puede conducir a la discriminación y marginación de quienes se perciben como diferentes, esto puede afectar los individuos o bien, a una sociedad en general.
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Otro peligro es la falta de empatía y comprensión por aquellos que tienen puntos de vista diferentes. Si una persona es fanática de su propia religión, puede que le resulte difícil comprender o aceptar otras perspectivas, lo que puede generar conflictos y divisiones en la sociedad.
Este fanatismo religioso lo vivió Salman Rushdie desde que publicó el polémico libro "Los versos satánicos", en 1988. Desde ese aquel año su obra fue objeto de críticas, amenazas a su vida y amenazas a toda persona que había colaborado en ella; en 1989 recibió una fatua (decreto religioso) por parte del régimen islámico de Irán, que la consideró como un insulto al Corán, a Mahoma y a la fe islámica.
El 14 de febrero de 1989, el ayatolá Jomeini condenó a muerte al autor y a los implicados en la publicación del libro y en 1992 le ofreció una recompensa: 5 millones de dólares. Además, el texto está prohibido en India, Pakistán, Egipto, Arabia Saudita y Sudáfrica. Pese a que sus 75 años (en aquel entonces) Rushdie se retractó públicamente y luego escribió una declaración anunciando su adhesión al islam, su religión original, la sentencia no fue anulada, ni se le absolvió de sus “supuestos” delitos e injurias al islam.
El caso contra el autor atrajo tanta atención internacional que en 1989 se formó un comité internacional para defender a Rushdie y sus editores, entre los que se encontraban Financial Times, The Guardian, The Independent, Le Monde y The National. Ni la presión internacional ni las donaciones de Rushdie para el terremoto que asoló Irán ese año calmaron los ánimos.
Y es que algo de esta índole trastoca la vida de millones de personas de manera directa e indirecta. Tal como lo menciona Mark Thompson, exdirector de la BBC de Londres en su libro Sin Palabras, el que a un personaje como él (Salman Rushdie) sufran de ello, sólo pone en atención a cientos de miles de personas más.
De acuerdo con Mark Thompson, el momento en que se decretó la fatua lo consideró como un punto de inflexión en la historia de la relación entre Medio Oriente y el occidente. No es menor que se le haya puesto precio a la cabeza de un autor por el “crimen” que cometió. Además, y como se advirtió, no fue el único que vivió de manera personal dichas amenazas.
El primer atentado asociado con Los versos satánicos tuvo lugar en Milán en julio de 1991, cuando el traductor italiano Ettori Capriolo fue atacado a puñaladas en su apartamento por un hombre no identificado que decía ser ciudadano iraní. Capriolo sufrió múltiples golpes en la cabeza y heridas cortas en el brazo en el cuello, los brazos y el pecho, pero sobrevivió.
El traductor japonés del libro, Hitoshi Igarashi, no tuvo tanta suerte cuando fue asesinado en Tokio el 12 de julio del mismo año. El temor por su vida no ha paralizado a Rushdie, hasta que vivó el atentado significativo muchos años después; en 1992 recorrió media Europa para movilizar a la opinión pública y persuadir a los gobiernos de que presionaran al gobierno iraní. Pero todos sus movimientos requerían protección personal.
En 1998, el gobierno iraní se comprometió ante las Naciones Unidas a ya no buscar la muerte de Rushdie. Este acuerdo tuvo que ver normalizar y relajar las relaciones con Gran Bretaña. Los llamados a su asesinato se desvanecieron con los años, pero en 2016, la agencia de noticias oficial de Irán, Fars, informó que 40 medios de comunicación públicos habían recaudado 600,000 dólares para renovar la orden y ofrecer una recompensa a quienes lo mataran. En 2012, el autor se vio obligado a cancelar su participación en el Festival Literario de Jaipur (India) porque presuntamente dos sicarios intentaron matarlo durante el festival.
Pese a todo esto, ningún país protegió debidamente a Rushdie, entre creencias que habría pasado la libertad de expresión o considerar tener más conflictos con Irán que podrían escalar a una guerra mundial o a una guerra “santa” en pleno siglo XX e inicios del XXI.
Empero, no todo quedó allí. El autor Salman Rushdie fue atacado en el escenario el viernes 12 de agosto de 2022 mientras asistía a una actuación en Chautauqua, un pequeño pueblo a seis horas al oeste de Nueva York. Salman Rushdie fue apuñalado por un joven en una conferencia en el noroeste de Nueva York y sobrevivió durante varios días con respiración asistida; poco después, pudo hablar sin necesidad de ningún equipo médico.
El autor Rushdie comentó a medios internacionales y a la revista internacional The New Yorker que perdió la vista del ojo derecho, lamentablemente no todo quedo allí, también sufrió heridas en su mano izquierda por lo que no puede ni podrá moverla por el resto de sus días. Al respecto comenta:
“Tengo ese trastorno post ataques que se le conoce como estrés postraumático. Estoy teniendo dificultades enormes para escribir. Cuando deseo escribir no sucede nada. Escribo, pero es una combinación de la nada y desechos, cosas que escribo y borro al día siguiente”
El agresor, que fue detenido en ese mismo momento de la agresión, es un joven de 24 años de nombre musulmán, Hadi Matar, y residente en Nueva Jersey. El hombre que atacó a Rushdie podría ser condenado a hasta 25 años de prisión por intento de asesinato, después de que se le sumen los siete años correspondientes por el ataque que también propinó a Henry Rees, quien intervino en el ataque homicida a Rushdie.
Más recientemente dio una entrevista al medio español El País con motivo de la salida de su libro más reciente titulado "Ciudad Victoria", más allá de que han pasado 6 meses desde el atentado que sufrió en Nueva York debido al libro que publicó hace más de 20 años, Rushdie comenta que:
“Preferiría no vivir amenazado, pero no cambiaría absolutamente nada de lo que he escrito”
EL CASO CHARLIE HEBDO
Lastimosamente, no han sido los únicos atentados en nombre del fanatismo religioso, es decir, el caso de Rushdie sólo es la punta del iceberg de casos que se han dado a lo largo de los años en todo el mundo a nombre de Dios; este Dios puede ser el de cualquier religión. Como el caso también reciente de Charlie Hebdo.
De acuerdo con su página web, Charlie Hebdo se define como una revista satírica francesa conocida por su contenido polémico y controvertido; en dicha revista se publican caricaturas, viñetas y artículos que abordan temas políticos, sociales y religiosos de una manera irónica y a menudo provocadora.
En su más reciente edición publicaron imágenes relacionadas con el sismo que azotó a Turquía y Siria satirizando el movimiento telúrico; en la viñeta se puede leer “Seísmo en Turquía, no hay necesidad de enviar tanques” acompañada de dibujos con edificios derrumbados. Además de esto remata agregando: “Ahóguense en su ira”. Lo que abona a la discusión de cual es limite a la libertad de expresión que ellos alegan usar.
El 7 de enero del 2015, los hermanos Kouachi lanzaron su primer ataque contra Charlie Hebdo, matando a 12 personas. Un día después, en colaboración con ellos, Coulibaly asesinó a un policía y al día siguiente arrestó a una docena de personas y mató a cuatro en un supermercado que se especializaba en personas judías.
Los conspiradores terroristas que atacaron la revista satírica Charlie Hebdo, a un oficial de policía y un supermercado kosher de París en enero de 2015 fueron condenados en diciembre del 2020 a entre cuatro años y cadena perpetua; algunas otras sentencias, la mayoría, alcanzaron los 30 años de cárcel.
¿QUÉ MÁS HIZO CHARLIE HEBDO?
Y aunque el terror acechó a los Estados Unidos así como a Europa, las sátiras, la “libertad de expresión” no dejo de existir en su cultura y en los medios de comunicación masivos donde se conjuraron dichos discursos, lo más lamentable es que este tipo de discursos se perpetúan en redes sociales.
Por su parte, Charlie Hebdo no aprendió la lección de respetar las culturas que le son ajenas o, al menos, las tradiciones y figuras que están representadas en todas las religiones del mundo y que satirizarlas de alguna u otra forma transgrede la vida de millones de personas. En 2020, Charlie Hebdo, la revista, compartió nuevamente sátiras sobre el islam.
El líder supremo de Irán, Alí Jameneí, condenó en septiembre del 2020 a la revista satírica francesa Charlie Hebdo por publicar una caricatura del profeta Mahoma como un "pecado imperdonable" y un ejemplo de "odio" al Islam en el mundo occidental.
“El pecado imperdonable de una revista francesa insultando el rostro del Profeta ha revelado una vez más el odio y la animosidad de las instituciones políticas y culturales del mundo occidental contra el Islam y la comunidad musulmana”, llegó a comentar en su mensaje. El posicionamiento de aquel entonces lo realizó en su sitio web oficial; Jameneí dijo que era completamente incorrecto e irritante que algunos políticos franceses estuvieran usando "la libertad de expresión como excusa para no condenar este grave crimen".
Según el líder, "las políticas profundamente anteislámicas de los sionistas y el gobierno arrogante son los responsables de este movimiento hostil". “Este paso en este momento también puede ser una medida para desviar la atención de los países y gobiernos de Asia occidental del siniestro complot de Estados Unidos y el régimen sionista (Israel) contra la región”, agregó.
Por lo tanto, Jameneí concluyó: "Los países musulmanes, especialmente los países de Asia occidental, deben permanecer alertas a los problemas en esta región sensible y nunca olvidar la hostilidad de los políticos y líderes occidentales contra el Islam".
Como puede observarse, el líder comentó que debe respetarse su religión, que más allá de lo sucedió entre ambos mundos culturales, y no con el dicho de la “Libertad de expresión” hay que aprender a conocer los límites. No se justifica la violencia simbólica, el racismo como tampoco se justifican los hechos violentos y muertes causadas por el fanatismo religioso.
Y es que, de acuerdo con Hannah Arendt, la libertad de expresión está estrechamente relacionada con el fanatismo religioso, ya que ambos se refieren a la capacidad de las personas para expresar sus puntos de vista y opiniones sin trabas ni persecuciones.
Los limites del fanatismo y de la libertad de expresión
En el contexto del fanatismo religioso, la libertad de expresión es fundamental para garantizar que se respeten y se tengan en cuenta todas las opiniones. La filósofa política Hannah Arendt sostiene que la libertad de expresión es esencial para la democracia y el pluralismo político.
Según Arendt, la libertad de expresión permite a las personas participar en el debate público y formar opiniones críticas que son fundamentales para la vida política. Sin embargo, Arendt también sugirió que la libertad de expresión debe protegerse contra los grupos extremistas, como los fanáticos religiosos, que pueden usar su poder para inhibir la libertad de expresión de quienes no están de acuerdo.
La libertad de expresión y el fanatismo religioso están interrelacionados, ya que la libertad de expresión es fundamental para garantizar que todos los puntos de vista se respeten y se tengan en cuenta, mientras que el fanatismo religioso puede tratar de imponer sus creencias a los demás, amenazando así dicha libertad de expresión.
Como bien se mencionaba en la filosofía de Arendt, hay que enfatizar la importancia de proteger la libertad de expresión y promover una sociedad democrática y pluralista, siempre y cuando la libertad de expresión no dañe, lastime o suponga un insulto a la libertad de creencia y expresión religiosa de otra persona, ciudad, comunidad o país.
¿Quién regulará la libertad de expresión del mundo? Y ¿Quién regulará el fanatismo religioso que se vive día con día? Al parecer las instituciones políticas, el Estado de Derecho y las instituciones religiosas no han podido con ello desde hace miles de años; la cosa no parece mejorar, pero es necesario contar con la certeza de que en pleno siglo XXI nadie debería morir o matar por la religión, creencia o idea que se profese.
DJC