VIOLENCIA CDMX

Los Mariachis asesinos de Garibaldi: La matanza que se consumó en 2 minutos

Los sicarios, identificados como Víctor Hugo “El Huguito”, Enrique “Quique Coronas” y “El Romel”, se montaron rápidamente en las motocicletas y desaparecieron en la noche. Estos tres pistoleros formaban parte de la Unión del Betito

Créditos: Cuartoscuro
Escrito en METRÓPOLI el

Era la noche del 14 de septiembre de 2018, cuando Plaza Garibaldi, el corazón musical y turístico de Ciudad de México, se convirtió en el escenario de una tragedia que dejó una cicatriz imborrable en la ciudad. En cuestión de minutos, seis personas perdieron la vida a manos de sicarios disfrazados de mariachis, y el bullicio alegre de la plaza se transformó en caos y terror.

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El ataque comenzó a las 21:39:36, cuando las primeras detonaciones rompieron la tranquilidad de la plaza. En menos de cuatro minutos, los asesinos ya estaban huyendo, como muestran las grabaciones del C5. Los motociclistas que facilitaron su escape se encontraron con ellos a las 21:39:19. Tomaron el callejón Ana María R. del Toro, circularon por Allende en sentido contrario y avanzaron por República de Perú hasta detenerse en Plaza Montero.

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Los sicarios, identificados como Víctor Hugo “El Huguito”, Enrique “Quique Coronas” y “El Romel”, se montaron rápidamente en las motocicletas y desaparecieron en la noche. Estos tres pistoleros formaban parte de la Unión del Betito, una organización criminal conocida por su violencia y control del narcomenudeo en la ciudad. “El Huguito”, a sus 21 años, presumía en redes sociales su afición por las armas y las drogas.

El Contexto de la Masacre

La masacre en Plaza Garibaldi no fue un acto aislado. Era parte de una violenta lucha de poder entre dos grupos criminales: la Unión del Betito y Fuerza AntiUnión, liderada por Jorge “El Tortas”. Este último era el objetivo principal de los sicarios aquella noche. Sin embargo, “El Tortas” logró escapar y se escondió en el Estado de México, dejando un vacío de poder que provocó una escalada en la violencia.

El conflicto entre estos grupos había comenzado mucho antes. En diciembre de 2017, Guillermo Sabino, hermano de “El Tortas”, fue secuestrado y presuntamente asesinado por negarse a pagar el derecho de piso a la Unión. Este evento desató una serie de asesinatos en el Centro Histórico, culminando en la masacre de Plaza Garibaldi.

Desde aquella noche, las autoridades han trabajado incansablemente para capturar a los responsables. Víctor Hugo “El Huguito”, Enrique “Quique Coronas” y “El Romel” fueron identificados rápidamente, pero hasta ahora solo dos de los seis asesinos materiales han sido capturados. Las autoridades siguen buscando a los demás implicados, incluyendo a “El Chucho” y Ramón O., quienes supuestamente condujeron las motocicletas en la huida.

Las investigaciones revelaron que “El Huguito” ya tenía antecedentes criminales. Había sido detenido en 2017 por secuestro, pero fue liberado debido a la falta de imputación. Su detención en Paseo de la Reforma y Bucareli mostró el patrón de violencia y criminalidad que marcaría su futuro.

Las Consecuencias

La violencia en Garibaldi y sus alrededores ha tenido un impacto duradero. La venta de drogas en la zona ha disminuido, pero la amenaza de violencia persiste. Las autoridades han continuado los operativos para capturar a los responsables, pero “El Huguito” logró escapar de un operativo en Tepito.

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El 14 de septiembre de 2019, al cumplirse un año de la masacre, la tensión sigue latente en Plaza Garibaldi. La captura de “El Huguito” y sus cómplices sigue siendo una prioridad para las autoridades, mientras la ciudad lucha por recuperar su seguridad y paz. Los sobrevivientes y testigos, como Daniel Ismael Verde Hernández, han pagado un alto precio por su cooperación con la justicia, lo que dificulta aún más el proceso penal contra los asesinos.

Plaza Garibaldi, una vez símbolo de alegría y tradición, ha quedado marcada por esta tragedia. La comunidad sigue lidiando con las secuelas emocionales y sociales de la masacre. La seguridad en la zona ha sido reforzada, pero el miedo y la desconfianza persisten.

La masacre en Plaza Garibaldi es un recordatorio sombrío de la violencia que puede surgir del conflicto entre grupos criminales. La rápida y calculada ejecución del ataque, así como la posterior fuga de los sicarios, muestran el nivel de organización y brutalidad de estas bandas. A medida que las autoridades continúan su búsqueda de justicia, la comunidad espera que la paz y la seguridad puedan finalmente regresar a uno de los lugares más icónicos de Ciudad de México.

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