Aunque había visto a su esposo limpiar zapatos en varias ocasiones, María Concepción Pérez Álvarez aprendió el oficio del bolero cuando esperaba a su marido y un cliente le pidió que aseara su calzado. Debido a que estaba insegura, el sujeto le explicó cómo hacerlo y, cuando terminó, le dio una propina de 10 pesos.
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María Concepción Pérez, Martha Gutiérrez Rosas y Patricia Caballero Mejía forman parte de la Unión de Aseadores de Calzado de Distrito Federal (UACDF) que, de acuerdo con información del gremio, en el 2020 contabilizaron a 300 boleras. A parte de asear calzado, cuentan con otras actividades que les ayudan a obtener un ingreso para solventar sus gastos diarios.
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Al día pueden ganar entre 100 y 150 pesos por la limpieza de entre 3 y 6 pares de zapatos; ante el poco trabajo, también deben de batallar con el prejuicio de clientes que desconfían de las habilidades para asear calzado.
“Como todo cliente, dudan del trabajo de una mujer, pero les comento que pasen y vean mi trabajo”, explicó Martha Gutiérrez.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación de Empleo (ENOE) del primer trimestre de 2024, de las 60.7 millones de personas con una actividad económica, 24.7 millones son mujeres. Además, 1.6 millones tienen la necesidad de buscar una ocupación complementaria o un nuevo empleo con mayor horario.
El carrito de bolero fue una opción de empleo cuando se le cerraron las puertas
Hace 5 años, el esposo de Martha Gutiérrez murió de cáncer, quien durante 35 año laboró como bolero. Además, durante la pandemia, la mujer perdió su empleó como ayudante en un restaurante de San Cosme.
Debido a que le fue imposible encontrar un trabajo porque tenía más de 40 años, Martha Gutiérrez decidió ocupar el carrito de su marido para laborar como limpiadora de calzado, empleo que desempeña desde hace tres años en la esquina de Eje Central Lázaro Cárdenas con la avenida Francisco I. Madero.
Al día asea entre 3 y 6 pares de zapatos a un costo de 25 pesos por servicios y, para obtener un ingreso extra, vende agujetas que tienen un costo de 20 y 15 pesos. Debido a que no cuenta con un salario fijo, los sábados y los domingos realiza limpieza en una casa, empleo del que percibe 250 pesos diarios.
En 1989, a los 17 años, Martha Gutiérrez se mudó de Iguala, Guerrero, para vivir con un familiar en el Estado de México, porque solo contaba con la primeria tuvo que trabajar como ayudante en una cocina, limpiando casas y vendiendo dulces.
Cuando se casó, continuó trabajando para construir una casa en Coatepec, Estado de México. Sin embargo, en la actualidad, le es difícil ahorrar para su futuro porque apoya a su hijo de 16 años, quien estudia la preparatoria.
De lunes a viernes labora como limpiadora de calzado de 6 am a 5 pm, cuando termina su jornada guarda su carrito en un domicilio cercano, donde le cobran 200 pesos semanales. Al mes, gasta cerca de 400 pesos en insumos.
Al igual que Martha Gutiérrez, Patricia Caballero Mejía debe demostrar a los clientes que las mujeres cuentan con la habilidad para lustrar el calzado.
La bolera lleva 5 años aseando zapatos en la avenida Paseo de la Reforma con la esquina de Budapest. Su esposo se encuentra enfermo y tiene que hacerse cargo de los gastos de la familia. Para obtener un ingreso extra, los miércoles se dedica a limpiar oficinas.
De jueves a martes, Martha Gutiérrez trabaja de las 6:30 am a las 4:00 pm, debido a los pocos clientes, también vende dulces y cigarros. La mujer espera que su esposo pronto recupere su salud para que regrese a trabajar como bolero.
La mujer, quien es originaria de Hidalgo, Pachuca, estudió hasta la primaria porque a los 13 años tenía que ayudar con los gastos de la casa. Después de varios años de dedicarse a limpiar casas, decidió vender dulces en calle, trabajo que le permite realizar los quehaceres domésticos.
Limpiar zapatos tiene su chiste
María Concepción Pérez explica que limpiar zapatos es un empleo que tiene su “chiste” porque dependiendo del estado de calzado debe ponerle grasa y tinta para sacarle brillo.
“Hay veces que vienen con cemento pegado, con tinta, y debo de pensar si le voy a untar tiner o gasolina blanca, o solo con una navaja para quitar la pintura porque no se trata de tomar un trapo y un cepillo”, explicó María Concepción Pérez.
La mujer de 51 años, decidió quedarse con el carrito de su exesposo, quien durante 33 años trabajó como bolero en la esquina de las calles Isabel la Católica y 5 de Mayo. Por una boleada cobra 30 pesos, pero debido a que a veces solo limpia un par de zapatos tuvo que buscar un empleo por las tardes.
Trabaja de 8:30 a 1:45, excepto los martes que es el día que descansa en unos baños donde realiza limpieza por las tardes. La mujer empezó a laborar a la edad de 35 años cuando se separó de su marido. Estudió hasta la secundaria porque “las letras y los números nunca entraban en mi cabeza”.
Aunque forma parte del UACDF, la bolera no cuenta con seguro social y prestaciones laborales. Al año, debe pagar una cuota de 200 pesos al gremio, quienes les entregan una despensa y una bata.