Marta vive en la colonia Del Valle y es una de las miles de personas afectadas por el agua contaminada que llega a sus casas desde el pozo Alfonso XIII del Sistema de Aguas de la Ciudad de México. Su tinaco fue lavado el 18 de abril por una cuadrilla de jóvenes enviada por el gobierno capitalino, entre ellos había un haitiano, algo que le dio gusto, dice en entrevista con La Silla Rota.
“Estos chavos fueron e hicieron un muy buen trabajo, fueron súper chambeadores, de hecho, había un haitiano. Me dio mucho gusto que estén dándole chamba a la gente que necesite trabajar, sí los están empleando y son muy buenos”, expresa.
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Marta no fue la única vecina que atestiguó la integración laboral de haitianos a las cuadrillas del Sistema de Aguas de la Ciudad de México para lavar tinacos y cisternas. Adriana, otra vecina y quien vive en Cerrada de San Borja, también notó la presencia de migrantes, de quienes supone son de Haití.
Adriana dice que el viernes 19 de abril llegó una cuadrilla para lavar la cisterna del edificio. Entre ellos, había unos haitianos. Todos vaciaron y lavaron la cisterna a la que le caben 60 mil litros, para lo cual ocuparon unas tres horas. Cuando acabaron, una vecina se acercó y dijo: "yo creo que no lavaron bien la cisterna". Entonces, quien mandaba en la cuadrilla se ofreció a revisarla y la propia Adriana bajó y verificó que estaba bien lavada.
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Al preguntarle a Adriana si detrás del comentario de su vecina podía haber un sesgo racista, reconoce que sí.
“Siempre queda uno con la duda de qué tanto racismo hay en esto. La verdad quedó bien la cisterna, ya está deteriorada, los trabajadores que llegaron lo hicieron hasta que quedó lista y yo hablaría a favor de ellos”, expresa Adriana, con una dosis de coraje.
También recuerda que con los haitianos pasó una cosa chistosa cuando llegaron.
“Nos saludaron en francés, yo los saludé en francés, aunque sé poco”, reconoce.
La crisis inició pasada Semana Santa
Con un garrafón en un carrito y acompañada de su perrita a la que no baña desde marzo pasado para no exponerla al agua contaminada, Marta da la entrevista a La Silla Rota y hace un recuento de cómo ha vivido esta crisis de agua contaminada.
Asegura que la crisis comenzó regresando de la Semana Santa.
“Ese domingo empezamos a oler aceite sacando la ropa de la lavadora, fueron como tres o cuatro días, se quitó toda la semana y otra vez el fin de semana y de ahí para el real”, recuerda.
“Hubo una semana en particular donde el dorso de las manos me dolía, el empeine de los pies también y en la cabeza sentía muchísima comezón. Esa semana entonces decidí lavarme el cabello, un día sí y un día no y de plano me bañé a jicarazos, empezaron a regalarme garrafones porque sí. En mi caso particular tuve mucha comezón en mi cuerpo, con ardor en las manos y pies”.
Luego le tocó hacer la tramitología para hacer los reportes de agua contaminada y llevar muestras de agua, que fueron, 1,641 casos de los primeros y 1, 500 de los segundos, de acuerdo con datos del gobierno capitalino hasta este 24 de abril.
Marta cuenta cómo vivió esta etapa de reportar el agua contaminada. Primero fue avisar del edificio, decir qué estaba mal, dar un contacto, ya que eso era necesario para ir por un primer garrafón. Luego de ese reporte las autoridades iban al edificio para tomar muestras para revisar la calidad del agua.
“Después de unos días dicen que sí y se organizó la limpia de cisternas y tinacos. Eso fue como hace dos semanas, fueron a limpiarlo y el tema es que las pipas de agua ya nunca llegaron. De hecho, me dijeron que solo las llenan una vez. ¿Qué va a pasar después?”, pregunta.
Reconoce que, aunque el agua ya no huele a gasolina, rápido ensució el filtro y ella, luego de bañarse este 24, sintió comezón en la cabeza. Entonces, solo usa esa agua para el baño y para beber y hacer comida usa de garrafón.
En el parque San Lorenzo, Marta va por su garrafón. Ahí se encuentra una potabilizadora del Ejército, trabajadores de la Secretaría de Bienestar Social y una pequeña pipa del Sacmex, así como carpas donde hay cientos de garrafones nuevos.
“Vengo por un garrafón un día sí y otro no, porque somos dos y también ella –y señala a su perrita-. No le ha tocado baño”.
Se le pregunta si no se le ha enfermado su perrita y responde que desde que les dijeron del agua le empezaron a dar de tomar pura de garrafón.
“No la he bañado, ya le toca, pero ni modo”, dice Marta.
- ¿Qué les pediría a las autoridades?
- Que lo resuelvan bien. El tema es que cada uno tiene su versión. Protección Civil dice una cosa, en las noticias dicen otra y depende de la persona que entrevisten informan cosas diferentes. Entonces primero que digan la verdad, han dicho muchas mentiras, decían que no era tóxica, luego que sí, luego empezaron a regalar garrafones. Están muy desacreditados y al jefe de Gobierno (Martí Batres) nadie le cree, porque dice que está resuelto y el agua sigue saliendo amarilla.
“Primero que digan la verdad. Es un tema de no sabemos y uno toma las decisiones en función de lo que dicen. Nosotros dejamos pasar el agua porque en teoría ya estaba resuelto el tema, eso fue hace una semana y lo cierto es que no se ha resuelto. No han dicho la verdad y mejor contraten a alguien que pueda hacerlo, que sean personas expertas”, concluye.
El agua ya le llega bien
Adriana cuenta una historia similar, que en los primeros días de abril se dieron cuenta que el agua tenía un olor raro difícil de precisar, pero era un olor como de gasolina y a veces como de insecticida.
El primer día no era tan intenso, pero al segundo día los vecinos y ella lo notaron más y empezaron las primeras quejas. Adriana concluyó que no se podía beber.
“Entonces lo primero que hice fue comprar un garrafón de agua y dejé de usar la de la llave para cocinar, para tomar y otras cosas. Debo decir que a lo largo de todo este tiempo siempre me seguí bañando con esa agua y nunca he tenido ningún problema, a mí no me causó ninguna molestia ni irritación de la piel”, asegura.
En cuanto se pusieron las carpas de agua potable en los parques, ella fue por el suyo, en su caso al de San Lorenzo y luego al de la Nápoles.
“Ahí fueron muy amables conmigo, llegué, me preguntaron cuántos adultos mayores había en el edificio y ese mismo día me mandaron 16 garrafones para los adultos mayores del edificio”.
Luego de que les lavaron la enorme cisterna, los vecinos pidieron pipas particulares porque se dieron cuenta de que estaba muy difícil conseguir una del Sacmex, entre tantas solicitudes de edificios que necesitaban agua.
“Nos dimos cuenta que podía tardar un poco, entonces pedimos pipas particulares, usamos solamente dos y luego ya llegó el aviso de que ya se podía usar”.
Admite que en el edificio donde vive se gasta mucha agua, entonces consiguieron las pipas y se acabaron esa agua muy rápido y se dieron cuenta de que iban a gastar muchísimo dinero en estar pidiendo pipas particulares.
“Entonces finalmente cuando se dijo que el agua ya servía, abrimos la llave y llevamos toda la semana usándola y no sé que alguien haya tenido ningún problema. Yo creo que más bien si hay una sensación de alivio de que ya pasó todo”.