Ubicado en el barrio de Iztapalapa, el edificio de la Antigua Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla, alberga una de los pasajes más obscuros en la historia de la Ciudad de México: múltiples violaciones a los derechos humanos se cometieron en su interior contra presas políticas, guerrilleras, estudiantes y, en general, contra población femenil que quedó tras las rejas entre los años de 1954 y 1982.
En sus paredes hoy se cuelgan fotografías de mujeres presas que dejaron una huella histórica, por su activismo, lucha o por su actividad criminal.
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Es el caso de Ana Ignacia Rodríguez, conocida como “La Nacha”, activista política, líder estudiantil del movimiento de 1968 y defensora de derechos humanos.
“¿Por qué estuvimos presos? Por la represión brutal del gobierno de Díaz Ordaz; y la continuidad de Echeverria Álvarez, que para mí es el más grande asesino. Se acaba de ir porque nadie se lo quería llevar, yo creo que ni arriba ni abajo”.
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El edificio, que hoy alberga al Plantel Casa Libertad de la UACM, fue convertido en sitio de memoria histórica por parte de activistas y vecinos de la zona oriente de la capital, quienes lucharon por años para que se convirtiera en un espacio estudiantil y cultural.
En 2022 “La Nacha” reconoció la lucha encabezada por los habitantes de Iztapalapa para convertir este espacio en un plantel.
“Esos sitios de memoria pueden ser una respuesta a las muchas dudas que se tienen y verlo materialmente”.
En este edificio, que aún conserva parte de la estructura carcelaria con zonas en las aulas conocidas como “las rejas”, también estuvo presa María Trinidad Ramírez Poblano, conocida como “La Tamalera de la Portales”, una mujer que acabó tras las rejas tras asesinar a su esposo ante el hartazgo de la violencia física y verbal de la que era víctima.
María Trinidad se dedicaba a vender tamales en la colonia Portales. Un día, mientras su esposo dormía, tomó un bate de béisbol y lo golpeó en la cabeza hasta dejarlo inconsciente. Al percatarse de que estaba muerto, decidió descuartizarlo y meter los pedazos en costales de la Conasupo.
Vecinos de Iztapalapa lucharon para convertir el edificio en escuela
El edificio funcionó como cárcel hasta 1982, año en el que una parte de las instalaciones fue ocupada para las unidades de la empresa de Autotransportes Urbanos Ruta 100. Otra parte del edificio quedó en completo abandono, pero a resguardo del Gobierno del Distrito Federal.
Durante 13 años el complejo ubicado en Ermita Iztapalapa estuvo abandonado hasta que en 1995, vecinos de la zona iniciaron una lucha contra un proyecto del regente capitalino Manuel Aguilera Gómez, quien pretendía rehabilitar el espacio como centro penitenciario.
Con marchas, plantones y bloqueos llevados a cabo durante 5 años, los habitantes de Iztapalapa pidieron a gritos que el edificio se convirtiera en un plantel educativo para beneficiar a los estudiantes de la zona, quienes a veces tomaban clases en la calle, debido a las precarias condiciones de la demarcación.