A 20 días del enfrentamiento entre pobladores de Texcapilla y sicarios de La Familia Michoacana, el tiempo avanza lento, la vida normal no regresa, pero no hay tiempo para luto.
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Texcapilla es una comunidad que ha sido castigada severamente durante 14 años por el crimen organizado y el olvido del gobierno. Están sin Dios ni diablo, a sabiendas que la única ley que importa es la que se aplica a fuego y balas.
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Pero el duelo se vive en silencio mientras los que se fueron desde el 8 de diciembre, cuando el campo de fútbol se convirtió en el escenario de una batalla por la libertad, por librarse del yugo de El Payaso, el jefe de plaza de La Familia Michoacana; regresan poco a poco.
No todos los negocios están abiertos, pero algunos ya tienen la cortina arriba, aunque con pocas ventas. Los que más flujo de clientes tienen son los que le venden comida a los que ahora se dedican a cuidarlos, los soldados con botas, porque los que llevan tenis son los que los han asediado.
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Sin esperanza por los 14
Refugiados en Texcapilla, porque irónicamente ahora es donde se sienten un poco más seguros, los familiares de las personas desaparecidas no tienen esperanza de volver a verlas con vida, o volver a verlas de cualquier forma.
Han perdido a 18 de sus vecinos, cuatro murieron el 8 de diciembre en el campo de fútbol cuando se animaron a enfrentar al jefe de plaza, identificado como El Payaso; el resto fueron privados de la libertad por La Familia Michoacana.
“No se sabe nada, no tenemos informaciones, nada. ¿Cómo vamos a tener algunas esperanzas si el gobierno no hace nada? y nosotros ¿qué vamos a hacer? Si no sabemos dónde están, dónde los tienen y eso”.
Pero no sólo se trata de civiles que fueron levantados. Entre los 14 desaparecidos hay un policía municipal de Texcaltitlán, su familia hoy vive en el desamparo.
“Ni lo están buscando, ya lo dieron de baja. Su esposa fue a cobrar, pero ya lo dieron de baja, no está como desaparecido, sólo le dijeron que, como no se presentó…”.
A 21 días del enfrentamiento, una patrulla con seis elementos de la policía municipal llegó a la zona roja. Llegaron, vieron al Ejército, a la Guardia Nacional y a la Policía Estatal en una reunión con los pobladores que enfrentaron a La Familia Michoacana. Los vieron y se fueron.
–¡Deténganlos!– gritó uno de los campesinos–¡Ellos también son halcones! Ellos sólo le van a reportar a los de la maña, ¿si no a qué vinieron? Nos están vigilando, ellos no habían venido en más de un mes.
Por si fuera poco, Javier Lujano Huerta, presidente municipal de Texcaltitlán, sólo ha aparecido en redes sociales, una vez desde el día del enfrentamiento, en una foto con el Cabildo. Nada más. No se ha posicionado en torno a lo que sucedió el 8 de diciembre, sólo se le han contactado por teléfono las autoridades. Nada más.
En un caso similar están casi todos los funcionarios de Texcaltitlán.
Les da miedo salir de Texcapilla
Aunque en Texcapilla las fuerzas federales ya están en vía de tener una base, la realidad es que les da miedo salir del lugar que está protegido. Están ahí tratando de reconstruir lo poco que La Familia Michoacana les dejó tras 14 años de pago de derecho de piso.
Pero en Texcapilla la principal actividad económica es la agricultura, no sólo para el autoconsumo, por lo que necesitan salir a vender sus productos, la avena, haba, maíz que las condiciones climáticas les permiten cosechar.
“Hay muchos lugares que todavía tienen halcones, están todavía los que tenían las plazas y ¿qué les hacen? Nada. Todavía hasta se pasean por ahí enfrente de ellos y ¿qué hacen ellos? Nada, darles el paso”.
Lo anterior, reconocieron los vecinos, se comprueba con el bloqueo carretero en Sultepec. Los taxistas forman parte del músculo de La Familia Michoacana. Los mandaron traer de -al menos-cinco municipios para evitar que el Ejército llegara a la cabecera municipal de Sultepec, ubicada a 45 minutos de Texcapilla.
Entonces les da miedo que las carreteras, las comunidades y toda la tierra calentana siga siendo zona narca.
“Si tenemos que salir pues ora sí que nos vayan escoltando. ¿Cómo vamos a estar seguros si yo quiero ir a Toluca o quiero ir a otro lado que no sea Texcapilla? ¿Así nada más? Yo no voy a ir ¿por qué? Por las represalias que haya en el camino, yo no sé lo que va a pasar en el camino”.
Entonces, sin confianza en que su entorno cambie con las políticas actuales, Texcapilla resiste con temor a represalias, como lo ha hecho durante 14 años, desde que La Familia Michoacana llegó a la zona para controlar todo tipo de comercio y actividad.
VGB