FEMINICIDIO CDMX

"Permitimos entrar a nuestra casa al feminicida de Elsa Celeste", lloran padres de la joven

La expareja de su hija, la tenía amenazada con matar a sus padres y quemar la casa de su abuelita. Aunque el feminicida de su hija está plenamente identificado, las autoridades aún no han logrado detenerlo

'Permitimos al demonio entrar a nuestra casa', dicen padres de Elsa Celeste, víctima de feminicidio
"Permitimos al demonio entrar a nuestra casa", dicen padres de Elsa Celeste, víctima de feminicidioCréditos: Especial
Escrito en METRÓPOLI el

Doña Elsa Abarca Bravo recuerda cuando Carlos Melesio N acudió hace aproximadamente un año a su casa, en Iztapalapa, para pedirle permiso de salir con su hija Elsa Celeste. Ella y su esposo Alonso aceptaron y le dieron permiso a la pareja. Elsa Celeste tenía tres hijas. Él era Valet Parking en Polanco y ella era empleada en una empresa por el mismo rumbo, donde se conocieron. Cuando fueron con los padres de ella, ya llevaban una relación de un año.

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“Nos dijeron ‘tenemos una relación’ y él -Carlos- dijo que quería frecuentar la casa. Entonces él entró y de hecho se fue a vivir con nosotros, vivíamos todos juntos”, recuerda doña Elsa Abarca.

Pero al poco tiempo la familia de Elsa Celeste empezó a notar que a él no le parecía nada de lo que ella hacía e incluso comenzó a intentar controlarla. Doña Elsa le pidió a su hija valorar si quería seguir con él.

“Le dije a mi hija ‘piensa si vas a seguir con esa relación, a mí no me parece, solo te quiere mantener encerrada, no quiere ni siquiera que hables con nosotros y vives en mi casa”, recuerda en entrevista con La Silla Rota.

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Elsa Celeste comenzó a quejarse de que él le gritaba, aunque Carlos Melesio se cuidaba de hacerlo en presencia de doña Elsa Abarca o algún otro miembro de la familia.

“Todo fue a escondidas de mí. El chiste es que cuando ella me dijo ‘sí, mamá, ya no quiero estar con él porque pues no me hallo y él me exige muchas cosas que no puedo hacer, no quiere que vaya por mi hija a la escuela”.

Tampoco le daba permiso de ver a sus otros dos hijos, que estaban con su papá.

“Eso ya no me agrada”, se quejó Elsa Celeste.

Entonces terminó la relación con él y toda la familia aprovechó para mudarse a otra zona de Iztapalapa.

Pero apenas comenzaba el infierno de Elsa Celeste y su familia.

Cuello marcado

Aunque ya habían terminado, él reapareció pronto y lo hizo en la escuela de la hija de ella, ya que él sabía dónde estudiaba. Su presencia se volvió un dolor de cabeza porque él las espiaba, recuerda Doña Elsa Abarca.

Carlos volvió a buscar a Elsa Celeste y de nuevo la pretendió. Ella regresó con él y aunque ya no vivieron con sus papás, estaban cerca porque eran vecinos.

Elsa Abarca cuenta que rentaba arriba de ellos. Una vez, calcula que hace unos seis meses, al regresar a su casa, encontró a su hija desencajada y muy espantada. Él acababa de agredirla.

“Él ese día ya la agredió más, la agarró de su cuello y le dejó sus dedos marcados”, agrega doña Elsa.

No solo eso, Elsa Celeste alcanzó a agarrar a su hija y escaparon a donde estaban sus papás y alcanzó a cerrar la puerta antes de que él la alcanzara.

“Yo le dije a ella, ‘no hija, ahorita te vas corriendo y vamos a poner una denuncia, esto no es normal, de por sí ya no me cae bien. Digo, si ya casi no se lleva contigo, ¿por qué quiere una relación’”, la cuestionó.

Además, el esposo de doña Elsa Abarca se enojó y corrieron a Carlos Melesio, le dijeron que ya no querían volver a verlo y le advirtieron que si aparecía otra vez lo iban a denunciar. Pero Elsa Celeste no quería optar por ese camino.

“Mi hija me decía con mucho miedo, ‘no mamá, no le haga nada, no, no, estoy con mucho miedo”, le dijo Elsa Celeste a su mamá.

“Yo le dije precisamente por eso necesito hacer la denuncia, porque ve cómo tienes miedo. Pero ella me dijo ‘no, no va a pasar nada, no hagan nada porque a mí me da vergüenza todo esto”, dijo, todavía asustada por la agresión de Carlos Melesio.

Nueva mudanza

Debido a que él sabía dónde estaba Elsa se volvieron a mudar y regresaron a donde estaban antes. Una zona en una zona que le llaman el Resguardo donde aproximadamente vivían casi 60 familias. Ahí Elsa estaba con su hija y a tres casas estaban sus papás.

Creían que ahí iban a estar seguros, pero de todos modos idearon buscar un lugar que él no conociera.

Pero en el resguardo, que es como le dicen al lugar, ubicado en la colonia Celoiallotli, en Iztapalapa, Carlos Melesio tampoco los dejó en paz y pronto se lo encontraron rondando.

“Le dije es que él te espía y entonces ella agarra y me dice ‘hablo con él y le digo adiós”, dice Elsa Abarca que le dijo su hija Elsa Celeste.

Habló y después le comentó a doña Elsa Abarca que ya le había aclarado a Carlos que no quería una relación. Pero también le mencionó a su mamá que él quería hablar con todos ellos e incluso se justificó. Dijo que actuó violentamente porque estaba alcoholizado pero que ya quería cambiar.

Doña Elsa dice que Carlos no tomaba frecuentemente, pero que cuando se enojaba sí lo hacía.

Ella rechazó recibirlo y le dijo a su hija que si quería hablara con su papá porque en su caso ya no creía que él tuviera buenas intenciones.

“Si él te vuelve a tocar un pelo yo levanto la denuncia así te moleste”, le aseguró a Elsa Celeste.

LO INTENTARON UNA VEZ MÁS

Pero Elsa Celeste y Carlos Melesio volvieron a vivir juntos, aunque no mucho tiempo pues ya solo era pelearse entre ellos casi a diario.

Él no la dejaba salir por su hija a la escuela, sólo podía estar en la tienda de adentro e ir al baño y ni siquiera podía ver a sus papás, relata doña Elsa Abarca.

Se volvieron a separar. Doña Elsa le ofreció a su hija que se fuera a casa de su abuelita, pero ella le contestó que no porque debía ir a recoger a la escuela a su hija. Entonces doña Elsa le pidió a su hijo Francisco que fuera a visitar a su hermana Elsa Celeste porque Carlos Melesio se había puesto muy intolerante, debido a que él la amenazaba, luego de que ella le dijo que ya no volvería con él.

“Me dijo ‘mamá, me tiene amenazada. Dice que te va a matar a ti y a mi papá, que va a quemar la casa de mi abuelita’. Eso fue ya como por octubre y noviembre y yo le dije voy a ir a levantar un acta, pero no nos dimos el tiempo. Ahora sí como le digo a mi esposo, me siento culpable de que uno deja las cosas para después, pero no me imaginé que él fuera un asesino”, dice en uno de los pocos momentos donde pierde la entereza y se le quiebra la voz.

Carlos Melesio es el principal sospechoso de la muerte de Elsa Celeste, su expareja.

Sospechoso

Aunque la decisión de Elsa Celeste de ya no volver con él era definitiva y así se lo hizo saber a mediados de noviembre, en la que le pidió que se alejara y su familia también le exigió que no se acercara más, él seguía espiándola, recuerda doña Elsa Abarca.

“La buscaba y luego por lo que me platica la gente, dicen que cuando estaban discutiendo, él simulaba que la abrazaba y que la agarraba de la mano y la jalaba, como que estaban platicando, o sea disimulaba pero se estaban peleando y mi hija se quedaba callada”.

El 4 de diciembre pasado Elsa Abarca y su esposo Alonso fueron a ver a Elsa Celeste, aprovechando que estaba a tres módulos de ellos. Pero vieron que la casa estaba cerrada. Entonces regresaron y le hablaron a su hijo Francisco para preguntarle si habían visto a su hermana porque él la había llevado. Como él respondió que no, pensaron que Elsa Celeste había salido.

Unas personas le comentaron a su hijo que escucharon gritos en la noche. Rápidamente el papá de Elsa Celeste tomó un martillo y tumbó una canaleta para abrir la puerta.

“Entró, la buscó debajo de la cama, la levantó y ahí la había dejado el asesino envuelta en una cobija y tendió la cama con la colcha para que no se viera”.

A 20 días de cometido el asesinato, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México aún no encuentra a Carlos Melesio, que es el principal sospechoso de la muerte de Elsa Celeste y está en calidad de prófugo.

20 DÍAS SIN DETENERLO

Ello pese a que hay información suya, como que es de Toluca, estado de México y pudo haber ido ahí a esconderse, o como que un día antes estaba por ahí, bebiendo alcohol en compañía de otras dos personas, lo que también los hace temer que presumiblemente no sólo su expareja haya participado.

“Esa es otra de las dudas de mi hijo porque dice ‘mamá y si los metió a esos dos también’, nosotros tenemos nuestras dudas”.

También hubo personas que escucharon gritos esa noche, y aunque nadie hizo nada o usó el silbato de emergencia, dos de ellos ya testificaron.

Incluso Elsa Abarca y su esposo se volvieron a mudar, porque temen que Carlos Melesio espié sus movimientos e incluso pidieron a La Silla Rota no revelar el sitio de la entrevista.

“Nos habían dicho en la fiscalía nada más que estaban investigando, que ya estaba viendo, que ya habían ido a las direcciones donde él trabajaba con conocidos, pero no había nada hasta ayer (20 de diciembre). Ya que llegamos le dijimos que íbamos a tener nuestra representante que era la abogada y ella fue la que les pidió información hasta la fecha. Nos dijo ella que hasta ahorita quedaron en que iba a ver una reunión para ver todo lo que había pasado, pero no nos hemos reunido. Suponemos que a lo mejor salieron de vacaciones, porque al que le hablaba mi hijo no le contesta, el que llevaba el caso no ha contestado”.

-¿Ustedes cómo se sienten porque tienen identificado al sospechoso?

-Exactamente, eso es lo que nos tiene con más dolor, con más coraje, con rabia en toda la familia y los conocidos. Mija era de un grupo de feministas de las feministas, los compañeros del Resguardo, porque ella era dirigente con la señora Rafaela Romo de las viviendas, toda la gente que la conocía está indignada porque casi casi lo tenían en sus manos.

“Hay conocidos de allá que dicen que a la hora que nosotros la encontramos él estuvo ahí en la esquina, ahí estábamos y quizá él veía quién entraba, quién salía, qué se hacía y si la habíamos encontrado. Todo eso lo estuvo reportando mi hijo, por eso es el más indignado ahorita que aún no lo detienen”.

Aunque no descarta que Carlos los espié, dice que más que miedo tiene coraje.

“Coraje más que miedo, porque le dimos permiso al demonio de entrar”, lamenta.

VGB