“Estoy aquí porque soy adicta al alcohol, a la marihuana y a sustancias químicas como el LSD y las tachas”, dice Sarahí mientras su brazo está conectado a un suero multivitamínico, como parte de su tratamiento de recuperación en la Unidad Médica Toxicológica Venustiano Carranza, en la colonia Cuchilla Pantitlán.
De 28 años, cabello castaño, sonriente y de mirada inquieta, Sarahí comparte su experiencia como adicta. Para ello, interrumpe la lectura de un clásico de la literatura mexicana: Los de Abajo, de Mariano Azuela.
Recuerda que comenzó a consumir alcohol y marihuana en su adolescencia y de ahí se derivó a otras adicciones. Otro factor para sumirse en esa enfermedad fueron las personas con las que se relacionaba. A la Unidad Médica Toxicológica Venustiano Carranza llegó hace 9 años, luego de que en la preparatoria la sorprendieron fumando marihuana dentro del plantel. Como era una alumna destacada, a cambio de no suspenderla, la directora decidió canalizarla ahí.
Además de la adicción, Sarahí tiene déficit de atención por hiperactividad, pero hasta que llegó a la unidad fue diagnosticada y comenzó a recibir medicina como tratamiento.
“IBA MUY BIEN, PERO LLEGÓ LA PANDEMIA”
Acongojada, explica que su tratamiento iba muy bien, pero con la pandemia de covid-19 recayó en la adicción. Se deprimió, no hacía nada y pasaba todo el día en su casa.
“Se me hizo fácil decir ‘me voy a echar una cerveza’ y recaí. Pensé que, por mis terapias, iba a estar mejor y realmente sí necesitaba el apoyo de las personas que aquí trabajan”, admite sin reparos.
“Dejé de venir, dejé mi terapia y mi tratamiento por dos años y medio y todo lo que había avanzado lo retrocedí. Incluso me empezó a ir mal en la escuela, por eso decidí retomar mis terapias, para superarme”.
“Empecé a tomar dos o tres días seguidos, gastaba mi dinero en drogas, ahí fue cuando empecé a preocuparme. Como tengo TDA me fue muy mal en la escuela y como no tomaba mi Concentra pues me fue peor”, recuerda.
Dice que tocó fondo cuando un día al fumar en su casa, en Lomas de San Lorenzo, le avisaron a su abuelito. “Él sabía que lo hacía, pero le fueron a decir que fumaba otras cosas. Me sentí mal y dije ‘ya necesito salir adelante, retomar mis terapias’”.
Entre los adictos dicen que “quien recae, ya sabe cómo levantarse” y Sarahí conoce el camino, fue así como regresó. Ahora sus planes son seguir en su terapia, estudiar, continuar su negocio de joyería y estudios de Historia y Sociedad Contemporánea en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Reconoce que sigue tomando y fumando, pero los doctores están al tanto de eso y sigue con su tratamiento para controlar la ansiedad.
MUJERES CADA VEZ CONSUMEN MÁS
Sarahí es una de las mil personas que llegan a la clínica cada mes a tratarse de sus adicciones en diferente escala. El 20 % lo hacen de manera voluntaria, el 80 % restante por órdenes judiciales.
Ella también forma parte de la tendencia en aumento de que las mujeres consumidoras lo hagan casi al mismo nivel que los hombres, aunque enfrentan un mayor estigma que ellos por asumir su adicción y pedir ayuda. Así lo explica a La Silla Rota el director de la clínica, Luis Ernesto Caballero.
“En la última encuesta (sobre adicciones), hombres y mujeres están llegando a la par del consumo, eso quiere decir que están consumiendo el mismo tipo de drogas tanto legales como ilegales. Otro tema es la edad de inicio de consumo, la cual es cada vez más baja”.
“A partir de los 17 años estamos rebasando estas edades de inicio de consumo. Ahora la tendencia es que consuman más alcohol, que sigue siendo el primer lugar de consumo de las drogas legales, y en ilegales tenemos un alza en consumo de metanfetaminas”.
“De estas se ha incrementado su consumo y las situaciones a las que llevan como desórdenes mentales. Es preocupante porque, anteriormente, a las drogas las podríamos marcar con una geografía específicamente. Sin embargo, actualmente están teniendo un alza a nivel nacional”, alerta.
CIFRAS PREOCUPAN… PERO NO HAY NUEVAS
El 24 de enero de 2020, la titular de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, Oliva López Arellano, informó que el consumo de sustancias psicoactivas se había incrementado de 3.5 % a 7 %. La marihuana era la que registraba un mayor aumento.
Sin embargo, detalló entonces que el problema de la ciudad eran los inhalantes, debido al daño neuronal que ocasionan.
En 2021, la Secretaría de Salud y la Comisión Nacional Contra las Adicciones (Conadic) presentaron el Informe sobre la Situación de la Salud Mental y el Consumo de Sustancias Psicoactivas en México. Ahí se demostró que la ansiedad, el estrés y el aislamiento que provocaron la pandemia de covid-19 fueron las tres razones principales por las que aumentó el consumo de sustancias químicas.
Sobre las razones que llevaron a los mexicanos a consumir alcohol, drogas químicas o tabaco, 20.1 % de los encuestados mencionó que con el consumo pretendía evitar problemas que se estaban presentando en casa, 3.3 % dijo que cuando suspendió el consumo presentó problemas y 5.3 % refirió que debido al confinamiento reinició el consumo.
Pese a las cifras que han presentado como esfuerzos independientes, la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat) se realizó por última vez durante el sexenio anterior, en 2017. Organizaciones civiles han exigido al gobierno de la 4T que realice la encuesta con la periodicidad que siempre había llevado.
En enero de este 2022, México Unido Contra la Delincuencia (MUCD) alertó que la Conadic planeaba cancelar la Encodat programada para 2022, debido a una falta de presupuesto. Finalmente, la encuesta no se ha presentado.
“Su cancelación implicaría quedarnos sin información sobre cómo ha cambiado el consumo de drogas en el país en los últimos años, especialmente cómo la pandemia afectó el consumo de sustancias, y nos dejaría con un último corte de la encuesta realizada en 2017”.
Incluso, el diputado del PAN Guillermo Huerta Ling presentó un punto de acuerdo –ante la Comisión Permanente– para exhortar a la Secretaría de Salud y a la Conadic a que actualicen a la brevedad la Encodat.
La Encodat 2016-2017 mostró que la insidencia de consumo de cualquier droga entre los hombres de 12 a 65 años era de 12.6 % en 2008, para 2016 aumentó a 17.5 %. En cuanto a drogas ilegales, en 2008 la incidencia fue de 12.2 % y 8 años después aumentó a 17.3 %.
En el caso de las mujeres de entre 12 a 65 años, la incidencia acumulada del uso de cualquier droga en 2008 fue de 4.9 %, pero para 2016 disminuyó a 4.3 %. La incidencia acumulada en general de población entre 12 a 17 años, de cualquier droga fue de 8.1 % en 2008, contra 7.2 % en 2016. Pero han pasado 6 años y la encuesta, que es una radiografía del consumo en México, no se ha vuelto a hacer.
LA UNIDAD QUE RECIBE A TODOS
La Unidad Médica Toxicológica Venustiano Carranza, a unas cuadras del Metro Pantitlán, parece más una bodega que un espacio que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para adictos a diferentes sustancias.
Por fuera ni siquiera tiene banqueta, pero por dentro hay instalaciones limpias y aparatos para tomar muestras de sangre que miden el nivel de intoxicación de las personas que llegan drogadas y que, en caso de no recibir atención, podrían “ya no contarla”. Con el resultado del análisis de esa muestra, que es estudiada en cosa de minutos, se puede saber qué medicina darles para estabilizarlos.
Hay una sala de urgencias donde un grupo de enfermeras atiende casos de personas que llegan con congestiones alcohólicas o con sobredosis de cocaína o cristal. Según los trabajadores, en una ocasión atendieron el caso de un menor de 9 años que ingirió anfetaminas y su familia lo llevó para brindarle atención de urgencia.
En un recorrido que realizó La Silla Rota, algunos trabajadores comparten que les tocó atender un caso de un menor de 3 años que bebió, accidentalmente, un solvente guardado en un envase de refresco. Otros casos que atienden son los de personas que intentan suicidarse o de algunas que son picadas por un animal ponzoñoso.
BEBIENDO DESDE EL VIERNES SANTO
Otra de las áreas es la de hospitalización, con 15 camas para personas para hombres y 8 para mujeres. Quienes están en la zona de varones portan batas azules, tienen caras arrugadas y deshidratadas. Sus barbas son de varios días, algunos tienen los brazos amoratados. Sus brazos están conectados a un suero cuya bolsa tiene en un costado sus datos clínicos. A uno de ellos el doctor le pregunta desde cuándo estaba tomando alcohol.
“Desde que mi mujer murió, el Viernes Santo, no paré de tomar”, responde el hombre con voz tartajosa y que, paradójicamente, comenzó a descender al infierno del alcoholismo que lo llevó al hospital el 15 de abril, este año, en una fecha santa.
En el espacio de mujeres, sólo una cama está ocupada. La mujer tiene cara de sufrimiento físico y se encuentra sumida entre las sábanas. También su brazo está conectado a un suero.
La clínica atiende a personas con estado de intoxicación aguda, posteriormente son enviados a un área de urgencias donde se desintoxican, pasan a observación y ahí se determina si deben seguir un tratamiento integral para disminuir su consumo y abolirlo mediante diferentes consultas como puede ser de medicina legal, psiquiatría, psicología y nutrición.
“Somos un hospital de cero rechazos, todas las personas pueden recibir atención y los servicios son gratuitos. Se quedan aquellos que necesiten observación más detallada, después de pasar la etapa aguda necesitan monitorización para cerciorarnos de que están en condiciones para regresar a su entorno social”.
BAJO EL AMPARO DE LA VIRGEN
Frente al área de hospitalización está la de depuración. Es un pequeño cuarto donde se almacenan medicamentos para los adictos que están en recuperación pero que pueden tener problemas físicos por su síndrome de abstinencia –que el cuerpo necesite la droga, aunque ellos ya no la quieran–, así como Sarahí.
Mientras lo reciben vía intravenosa, se sientan en sillas instaladas en el pasillo, frente al cubículo donde se encuentran las medicinas que dan alivio.
En la esquina de ese pasillo está colocado un altar a la Virgen de Guadalupe. Ahí están cobijados por la morenita y los retratos de varias personas que trabajaron en el hospital y que fueron víctimas de la pandemia de covid-19. Llama la atención el de un hombre en bata y de aspecto bonachón. Se trata del doctor Rodrigo Villa Campa, quien fue subdirector Médico y que decía que era nieto del "Centauro del Norte", Francisco Villa.
La jefa de enfermeras, Diana Gómez Torres, una mujer de mirada penetrante pero dulce, cuenta que al cubículo de Depuración no se les permite la entrada a los adictos. Incluso hay un gabinete cerrado con llave, es para evitar tentaciones. Dice que ha habido casos de alcohólicos que, al ver el gel sanitizante, se abalanzan hacia él para tomárselo, o para exprimir las torundas con alcohol para chuparlas, lo que es dañino para ellos. Pero el alcoholismo es una bestia que a ratos es indomable.
EL ALCOHOLISMO SIEMPRE ESTÁ EN TENDENCIA
En palabras del doctor Caballero, el alcoholismo es la adicción más compleja y que con los años continúa su consumo igual.
Incluso, sus secuelas físicas duran más que las de cualquier otra droga, aunque aclara que los de la cocaína mientras perduran, son de mayor riesgo, porque pueden llevar a un paro cardíaco.
Entre las drogas ilegales el consumo de anfetaminas es el que ha aumentado y ya es elevado, los inhalables también, así como la cocaína.
Gómez Torres ejemplifica lo difícil que es para los adictos desprenderse de las sustancias, incluso aunque vayan al borde de un ataque. Por ello cuando llegan revisan la botella de agua con la que entran, porque algunos la sustituyen con alcohol. En otros casos han detectado que algunos jóvenes entran con su “monita” de solvente.
La jefa de Enfermeras de la unidad asegura que por los casos que recibieron en los últimos dos años, se notó que durante la pandemia aumentó el consumo de alcohol y drogas ilegales.
“Fue por falta de actividades, estuvieron encerrados, estuvieron en depresión y les tocó estar en este extremo”.
Al preguntarle cuál es la sustancia más difícil de atender, dice que es el cristal, por las reacciones que causa, pero cuyo consumo va al alza, por lo fácil que es adquirirla.
“Los más jóvenes de 13 a 14 años ya lo encuentran en su entorno, en su casa o lo consumen por curiosidad”, concluye.