Apenas lleva un día en el albergue Hermanos en el Camino, ubicado en Metepec, y a Robert las lágrimas no dejan de brotarle. Es el alivio que siente de poder sentarse sin preocuparse de ser asaltado, asesinado o morir deshidratado. Hace un mes salió de Venezuela caminando, lo hizo porque ya no podía sostener a su familia, pero no imaginaba que el sueño americano se convertiría en pesadilla.
Salir de Venezuela no fue fácil, reconoció para La Silla Rota. Dejó a su hijo de cinco años, a su esposa y a su madre; lo hizo porque busca un mejor nivel de vida.
"Salimos con un sueño de migrar por lo menos, independientemente de hacia donde sea. El sueño era trabajar duro y ayudar a la familia, pero el sueño se nos convirtió en una pesadilla", expresó.
Hace dos semanas, el éxodo venezolano, impulsado por la política del gobierno federal del país sudamericano y la crisis económica, llegó a México y esta semana comenzó a arribar al refugio para migrantes de Armando Vilchis ubicado en Metepec.
Robert es uno de los 60 migrantes que actualmente pernoctan en el albergue Hermanos en el Camino, en Venezuela era trailero y en el último año perdió 90% de su salario.
“A la semana, hasta el año pasado ganaba 300 dólares a la semana, pero la dictadura y el narcogobierno nos han dejado en la ruina. Antes de irme ganaba 30 dólares a la semana ¿cómo iba a alimentar a mi familia con 30 dólares a la semana en un país donde nada es barato? Falta tanto trabajo”, declaró.
La travesía para salir de Venezuela
Entonces decidió dejar su tierra en búsqueda de mejores oportunidades aunque no contaba con el dolor que es cruzar la Selva del Darién, ubicada en los límites entre Colombia y Panamá, a la que, reconoció, sobrevivió en seis días porque iba con un grupo joven.
"En verdad el trayecto fue duro, vimos fallecer a algunas personas, claro, algunas hipertensas, algunas de edad mayores, vimos descender un niño, una niña como de seis años aproximadamente y sus padres decidieron quitarse la vida, fue muy duro, de verdad fue muy duro", relató Robert.
Para sobrevivir, algunos dormían a la rivera del Río o dentro de él para que los animales no los cazaran, contó el migrante. Pero atravesar lo que es conocido como el Tapón del Darién sólo fue el comienzo, pues a un mes de haber dejado atrás a su familia en búsqueda de poder proveerles un mejor nivel de vida, llegó a México, en donde los abusos policiales y la discriminación han llenado de peligros el tránsito de los migrantes.
Lamentó que el país también se ha convertido en un reto de supervivencia pese a que el canciller, Marcelo Ebrard, había anunciado que los migrantes venezolanos serían bienvenidos.
"Nosotros le decimos ‘el Darién dos’ porque nos pusieron muchas trabas, claro, se sabe que es un acuerdo entre ambos gobiernos y nos pusieron demasiadas trabas, decíamos que por lo menos sacamos un permiso, el permiso en la primera parada de migración, lo rompieron, en las terminales no nos vendían los boletos, teníamos que caminar dos horas, tres horas, cuatro, hasta seis horas diarias, y de pueblo en pueblo, de combi en combi, y así fue fue que logramos llegar hasta aquí, gracias al señor", enfatizó Robert.
Entre abusos por parte de las fuerzas de seguridad, hambre, calor intenso de octubre y frío con tintes invernales, en Tapachula les recomendaron llegar al refugio de don Armando en Metepec; sin embargo, el lugar no cuenta con los recursos suficientes toda vez que autoridades tanto federales como estatales, reclamó el director del lugar, los han dejado solos.
"Estamos totalmente abandonados por el gobierno federal, por el gobierno municipal, derechos humanos no ha hecho nada en este lugar, no se interesa, ella, esta mujer que se llama Myrna (García Morón, comisionada de Derechos Humanos del Estado de México), se interesa nada más por la high society, ella no sabe de los pobres y no sabe de los migrantes cuando es un tema primordial, es un tema básico para ver qué necesidades tienen los migrantes", recriminó don Armando.
Para el activista que ayuda a los migrantes a obtener permisos laborales ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), sólo la sociedad civil los ha mantenido a flote.
Para poder atender a quienes persiguen el sueño de una mejor vida, es necesario que lleguen a este santuario migrante aportaciones como café, azúcar, frijoles, arroz y enseres de aseo e higiene personal, pues actualmente lo compra casi todo con sus ingresos.
La meta, reconoció, no es mantenerlos en el lugar, sino brindarles las herramientas para que puedan continuar con su camino de la manera más digna posible pues salen de sus casas para buscar una mejor calidad de vida.
Para Robert como para los más de 20 mil venezolanos que se unieron al éxodo desde hace un mes, cada paso es un mensaje de amor para sus familias. Él busca llegar a Canadá o a cualquier lugar donde pueda llevar a su familia sin que tenga que cruzar de nuevo el infierno de la migración a pie por Latinoamérica.
MRV