ENTREVISTA

“El Caballito de Tolsá nació más mexicano que español”

A más de dos siglos de haber sido creado, El Caballito, de Manuel Tolsá, continúa su cabalgata por la historia de México

Es como se conoce a la Estatua ecuestre de Carlos IV
El Caballito.Es como se conoce a la Estatua ecuestre de Carlos IVCréditos: Cuartoscuro
Escrito en METRÓPOLI el

A más de dos siglos de haber sido creado, El Caballito de Tolsá, continúa su cabalgata por la historia de la Ciudad de México.

Así lo muestra el libro El Caballito, de Manuel Tolsá: lances y bretes, coordinado por el historiador cultural, Luis Ignacio Sáinz y que además de incluir un texto suyo sobre cómo la escultura ecuestre nació española y terminó mexicana.

Contiene escritos del arquitecto Sergio Zaldívar Guerra, del coleccionista Rodrigo Rivera Lake y hasta recupera uno del escritor José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, que se apropia de la voz de "Tambor", que así se llama el percherón que sirvió de modelo, para quejarse de cómo era movido en el siglo 19.

Sáinz, entrevistado por La Silla Rota, recuerda que pese a su cabalgar, a atestiguar gobiernos despóticos, a los cambios del país y la ciudad, la situación que más ha puesto en riesgo a El Caballito fue cuando bajo la administración de Miguel Ángel Mancera en el gobierno capitalino, el encargado de la Autoridad del Centro Histórico, Jesús González Schmal, encargó al director del Fideicomiso del Centro Histórico, Inti Muñoz, restaurar la escultura, pero por su desconocimiento y no escuchar a los expertos, casi acabaron con él.

Parte del daño causado a la escultura entre 2013 y 2014 | Cuartoscuro

Afortunadamente, una de las esculturas ecuestres más bellas del mundo sobrevivió y ahora protagoniza el libro, editado por Pluma y Martillo.

¿Qué representa El Caballito que inmóvil ha tenido andanzas, en la Nueva España, el México independiente y más recientemente cuando en el gobierno de Mancera casi acaban con él?

La gran gracia de El Caballito es que nació más mexicano que novohispano y del lado del pueblo y de la gente, de modo tal que desde 1803 que existe la iniciativa de hacer primero el monumento a Carlos III y luego a Carlos IV, El Caballito ensombreció al monarca, nadie sabe ni quién es el jinete y a nadie nos importa.

Estatua de Carlos IV en la Plaza del Caballito en 1950 | Mediateca INAH

“Además, como somos unos necios, a un caballo que mide 1.80 de alzada, un animal tremendo, le decimos 'El Caballito', con una ternura digna de una mejor causa. El Caballito siempre está del lado de la gente, donde lo pongan ha sido un testigo de las movilizaciones sociales y reclamos populares”.

Su andar

El coordinador del libro recuerda parte de la cabalgata de El Caballito, en el Zócalo, pieza de la cual el primer presidente de México, Guadalupe Victoria quiso deshacerse, pero el conservador Lucas Alamán lo salvó, aunque para hacerlo debió embodegarlo en la Real y Pontificia Universidad, donde compartía espacio nada menos que con la Coatlicue.

Después, el emperador Agustín de Iturbide ordenó se exhibiera ahí. Posteriormente, el primer presidente nacido en el siglo 19, Mariano Arista, decidió convertir a la escultura en punto de referencia y mandó colocarlo en Reforma, a la altura de Bucareli. En tiempos más recientes, el gobierno de José López Portillo decidió que la obra de Manuel Tolsá quedara frente al Palacio de Minería, otro de los legados del artista. 

Entrada a Paseo de la Reforma en la Plaza del Caballito en 1950 | Mediateca INAH

Sobre ese traslado, el libro contiene fotografías inéditas del arquitecto Sergio Zaldívar Guerra, que muestran cómo pesadas grúas lo colocan en un tráiler que lo traslada a su actual sitio, la Plaza Tolsá, enfrente del Palacio de Minería y del Museo Nacional de Arte.

Ahí está acomodado El Caballito, visitado por parejas, niños, familias, turistas mexicanos y extranjeros que se toman la foto junto a él.

“Además está localizado de tal manera que enfrenta cara a cara la obra de su progenitor que es el actual palacio de Minería y un poco entre chunga y no, le da la grupa al palacio porfiriano (el museo) y la grupa no es ni más ni menos que el culo del caballo, de modo tal que tendría hasta este tono festivo la manera en que lo vino a colocar Sergio Zaldívar Guerra en 1979".

Un marcador del rumbo de la ciudad

El historiador continúa y dice que la cabalgata de "Tambor" ha sido un marcador inteligente de los cambios de la ciudad de los que se pretenden inducir desde la autoridad, ya sea porque cuando estaba en la Plaza Mayor, el Zócalo, El Caballito ya estaba hacia el suroriente, orientado ominosamente como símbolo aristocrático hacia el barrio indígena de la zona de Cuepopan y cuando se retira en 1823, va a la Real y Pontificia Universidad y ve hacia el Palacio de los Virreyes, ahora Palacio Nacional y está orientado hacia el norte.

La Plaza Tolsá cuando El Caballito estuvo en reparación | Cuartoscuro

Así va dando distinta brújula y orientación. Cuando Mariano Arista en 1852 lo saca de su encierro en la antigua universidad, lo orienta hacia el sur poniente en lo que va a ser el Palacio de Bucareli, de manera tal que ese es el rumbo que establece la autoridad presidencial y el cabildo para que la ciudad crezca ahí hacia esos lares, continúa Sáinz.

“El Caballito se ha convertido en una referencia y signo de la identidad de la ciudad, desde lo geográfico y lo antropológico, por lo que cualquier idea de atentar contra él es una auténtica imbecilidad, nadie lo pensamos como un símbolo o arquetípico asociado a la nobleza de España”.

Se salvó de milagro.

¿Qué hizo González Schmal?

En el gobierno de Mancera era el presidente del fideicomiso e Inti Muñoz era su brazo ejecutor, su segundo de a bordo. Estos cuates deciden contratar sin el aval de los expertos a una empresa sin ninguna experiencia, que lo que va a hacer es "lavar" El Caballito. Ahí hay muchos equívocos y el autor del libro los explica.

“De acuerdo a una forma de concluir las estatuas de bronce a principios del siglo 19, Tolsá no patina con ácidos el bronce, la pieza es demasiado grande y es complejo para él. Lo que hace es muy usual y algunos podrían pensar que es incorrecto, pero no es así. Termina dotando a la pieza de patina plástico, pintado en una tonalidad verde, tirándole a principio de oxidación, al paso del tiempo, el cochambre y contaminación hacen que pase a un café oscuro y casi negra".

“De tal modo que lo que sí hace el baño de ácido nítrico que estos animales infringieron al conjunto ecuestre fue agredir el metal, fue un acto barbárico. De milagro se salvó la escultura y eso porque a pesar de los pesares, la responsabilidad se le transfirió a la Coordinación Nacional de Conservación de Patrimonio Cultural, en ese entonces a cargo de Liliana Giorguli y ella con un grupo de trabajo hacen un trabajo fantástico, casi mágico, porque los daños fueron de consideración y vimos muy quitados de la pena al jinete y al caballo".

El Caballito cuando lo lavaron, bajo la administración de Mancera | Cuartoscuro

¿Cómo lo dañaron?

La pintura se la llevaron y el cochambre y una buena parte de la capa, estuvimos a un tris que los dejaran ver los adentros vacíos del animal, se pudo haber perforado, aquí el trabajo que hicieron las gentes del INAH fue fantástico.

Para 2014, especialistas del INAH lo rescataron del daño causado en 50% de su superficie | Cuartoscuro

Más allá de sus andanzas, ¿había sufrido un riesgo similar El Caballito?

Nunca. Ni siquiera con las amenazas de fundición de Guadalupe Victoria, Lucas Alamán estuvo ahí para hacerlo entrar en razón. Nunca había sufrido semejante agresión, lo cual denota el gran problema de la imbecilidad de los poderosos que creen saberlo todo y no están dispuestos a preguntar.

Una historia peculiar

Sáinz hace un recuento de lo que se puede encontrar en el libro.

“Es importantísimo porque Zaldívar por primera vez ofrece para que se publiquen las fotografías que tomó para el traslado de El Caballito, del paseo de la Reforma en Bucareli hacia la calle de Tacubaya, eso hace que el libro sea una joya, estas fotos nadie las conocía, sólo los amigos de Zaldívar”, presume.

Además, los arquitectos Jorge González Aragón y Luis García Galeano y Rivas con cartografía muestran los lugares por los que ha pasado El Caballito y cómo estaba concebida la ciudad en el momento que se colocó la pieza.

El Caballito ha sido testigo de la vida cotidiana de la Ciudad de México | Cuartoscuro

Después, como una obligación, el libro muestra documentos desconocidos y para ello recurre a las colecciones privadas de Rodrigo Rivera Lake.

“Tiene los libros de Cabildo, de Reglamento de Buen Gobierno, de las actas de proceso constructivos del primer cuadro, las medallas y monedas conmemorativas que se hicieron en 1803 para la colocación del conjunto ecuestre en el Zócalo, así como las impresiones originales de las octavillas de Fernández de Lizardi, que son una delicia no solo porque son de un gran escritor sino porque hace una burla inteligente de las autoridades del momento que obligan al éxodo y a la obra a encerrarse en la universidad”.

Además, contiene una sorpresa, un armable de un caballito, diseñado por el arquitecto Manuel Marín. 

“Yo concibo el libro como una tartaleta editorial y el ultimo adorno de dulce es la pieza forjada, caballo y jinete que son dos piezas de la imaginación de Manuel Marín que es el mejor escultor de su generación. Él, que sí tiene obra dilatada en Alemania, Dinamarca, Noruega y en muchas partes de México nos hizo el favor de hacer esta composición libre, donde no se pretende hacer una mimesis, ni reducción, ni exacta, ni aproximada del conjunto ecuestre que la inspira, sino donde sea una glosa de un caballo y un jinete y podamos hacernos de una escultura fantástica al comprar el propio libro”.

El Caballito se encuentra frente al Palacio de Minería, en la Plaza Tolsá, que también alberga al Museo Nacional de Arte | Cuartoscuro

El coordinador de la obra observa que se trata de un libro de fácil manejo, no de esos que sólo adornan la mesa por su peso. Es un homenaje a un testigo de más de 200 años de historia que le ha tocado de todo como en botica. Propone acercarse a la obra editorial con confianza.

“No es un libro solemne, o como decimos popularmente, mamón. Es lúdico, para que lo disfrutemos, lo podemos leer como nos dé la gana, por el final, armando El Caballito, como queramos. No tiene la estructura rígida propia de un calabozo, es un campo libertario”.

“Eso expresa la libertad de El Caballito y su triunfo sobre el malhadado gobernante y diré de paso, para que se note que soy antimonárquico, que el jinete es un hombre avergonzado, casado con una mujer imposible de satisfacer, y El Caballito nos representa libertariamente, porque hunde y trasciende al monarca, que es una facha absoluta”, concluye.