Sentada en su sillón, al lado de su gato gris que parsimonioso se acerca al visitante, y luego lo hace con su dueña para ser acariciado, Francia Gutiérrez luce serena. Vive en el cuarto piso del edificio 1C, que el 19 de septiembre de 2017 se cayó a causa del terremoto que azotó a la capital y donde murieron nueve personas.
A cuatro años de esa fecha fatídica que es una cicatriz en la historia de la Ciudad de México, se ven lejos los tiempos en que Francia y otros vecinos debieron organizar una improvisada conferencia de prensa, unos días después del 19 de septiembre de 2017, para pedir al gobierno ayuda para reconstruir el edificio 1C del multifamiliar Tlalpan y la rehabilitación del resto de los inmuebles inaugurados en 1957, que lucían vidrios rotos, cornisas tiradas y paredes agrietadas.
El edificio 1C donde ahora vive, se los entregó el gobierno capitalino en febrero del año pasado.
“Se hizo con recurso público, con lágrimas y sudor de los compañeros y del colectivo y para mí fue una expresión de reafirmar mi compromiso de imaginar que lo que estaba sintiendo y siento diario en esta casa reconstruida, y lo puedan sentir cada una de las familias afectadas por el sismo que, a cuatro años, no es una sensación compartida entre toda la población afectada”, dice, en relación con quienes aún no pueden tener sus casas o departamentos reconstruidos.
NO HAY FORMA DE DEJAR DE SER DAMNIFICADOS
A cuatro años del sismo, Francia recibe a La Silla Rota en su departamento, en el cuarto piso del nuevo edificio en cuya pared que da a Calzada de Tlalpan está un mensaje para la posteridad: El 1C está de pie DUCDMX.
(Foto: Marco Antonio Martínez)
“La memoria sí se nos estremece cada año, para nosotros no hay forma, aunque regresemos a casa, que dejemos de ser damnificados porque se construyó un tejido social fuerte en quienes sí emprendimos una lucha, que es una especie de código entre nosotros. No nos cansamos de hablar del sismo, de la reconstrucción, para nosotros no existe un volver a la vida de antes del sismo.
“Esto reorientó nuestras vidas, nos hizo cobrar conciencia de muchas situaciones en la ciudad y regresar a habitar ahora estos departamentos con otras miras. No podemos voltear y ver que pasa algo al lado e ignorarlo, sino al contrario, reconstruir el tejido social. Tenemos asambleas aquí, en Tláhuac semanalmente, en Iztapalapa, en avenida del Taller y esto se puede transformar en una sociedad más fuerte y organizada a partir de un dolor muy fuerte, como ocurrió en el 85 y quedó esa lección aprendida y creímos que no iba a ser necesario otra vez y sí lo fue”, expresa.
DEL ISSSTE A LOS VECINOS
La activista comparte que en el 1C pasó su infancia y adolescencia, luego debió irse a vivir a otro lado, pero sus papás permanecieron ahí.
Inaugurado en 1957 y construido por el ISSSTE, se destinó a maestros, pero en 1987, en la década de la crisis que le cambió la vida al modelo estatal de entonces y a la clase media mexicana, el instituto ya no pudo hacerse cargo del conjunto de 10 edificios, por lo que se los vendió a los condóminos.
Aunque se hicieron de los departamentos con precios accesibles, el mantenimiento ya corrió a cargo de ellos. El caso del 1C fue peculiar, ya que el primer piso tenía unos locales del instituto que no tenían un uso específico, mientras que los otros cuatro pisos eran de departamentos y el edificio solo tenía un cuerpo de escaleras, que el día del sismo se vio que era insuficiente.
Con el nuevo diseño eso cambió y forma parte de las situaciones por las que debieron luchar: si se mantenía el esquema de locales del ISSSTE, y querían otro cuerpo de escaleras, y evitar que ocurriera lo que el 19 de septiembre se vio, los departamentos tendrían que ser más chicos, o debían aceptar la propuesta de redensificar, hacer más departamentos en el predio, venderlos y con eso financiarse, una postura a la que ellos desde el inicio se negaron.
(Foto: Marco Antonio Martínez)
Aunque en su campaña a la jefatura de Gobierno, Claudia Sheinbaum, prometió que la reconstrucción no les costaría a los vecinos, quedaba el tema de los locales. Francia explica a La Silla Rota que no sin dificultades, convencieron al ISSSTE de que se los donara.
Así, el edificio conservó sus 5 pisos y ahora tiene dos cuerpos de escaleras, e incluso de los 38 metros cuadrados originales, ganaron dos metros más, aunque forman parte del balcón, aclara.
VICIOS OCULTOS
Algunos detalles finales no quedaron como estaban en el diseño. Por ejemplo, los calentadores solares no se pueden usar, por lo que además de no aprovechar la energía sustentable, deben usar gas, por el cual ella paga 800 pesos al bimestre.
Otros acabados defectuosos son las puertas. Hace unos meses una vecina fue asaltada en su domicilio. Como si fuera una película, el ladrón se metió luego de golpear la puerta con fuerza, que cedió ya que es delgada y un marco que tiene en medio es muy frágil, entonces para evitar una experiencia similar, debieron reforzarlas.
Además, la cerradura que les pusieron a las puertas estaba floja, se podía abrir desde fuera, por lo que de parte de los constructores les ofrecieron un pasador para interponerlo.
Un detalle más es que en los planos estaba incluido un boiler de paso más grande del que les pusieron y que creen es la razón por la que los calentadores solares no se pueden usar. Además, algunas partes de las cornisas han comenzado a resquebrajarse.
Los otros edificios fueron rehabilitados, pero algunos ya se ven con la pintura descarapelándose, o con cornisas con sus orillas rotas. Pero eso no le quita a los inmuebles que sean el símbolo de una lucha cuesta arriba.
EL FRUTO DE LA LUCHA
Francia recibe al reportero afuera del edificio, que tiene un enrejado, que no se extiende sobre el multifamiliar, por lo que cualquiera que pase por Tlalpan puede recorrer los edificios y ver que algunos inmuebles no habitacionales se conservaron, como es el caso del Caracol, una construcción semicircular para actividades culturales y que ahora parece reliquia, con su arquitectura del México de segunda mitad del siglo 20. También hay una placa que da cuenta de la inauguración del multifamiliar, en agosto de 1957, por parte del entonces presidente, Adolfo Ruiz Cortines.
(Foto: Marco Antonio Martínez)
La vocera de DUCDMX abre la reja y da la bienvenida al edificio, puesto en pie luego de marchas, plantones, reuniones con funcionarios y acompañamiento a otros movimientos y de que los vecinos se capacitaran a las carreras en cuestiones técnicas y jurídicas.
“Este es el edificio 1C, estamos parados en el fruto de la lucha el edificio ya reconstruido que se mantiene con las familias originales, 40 antes y 40 después, forma parte del multifamiliar Tlalpan, 10 edificios en total y son 500 familias distribuidas en los edificios, una población muy numerosa para una delimitación geográfica tan corta y nos parecía que eso merecía una respuesta contundente de que íbamos a regresar a nuestro patrimonio”, describe.
“Sin embargo, considerando la respuesta humanitaria de la población, el gobierno por su parte no tenía una ruta clara. Estuvo por acá esos primeros días José Ramón Amieva como secretario de Desarrollo Social. Nos reunimos con él en el parque de atrás y a nosotros, los vecinos del edificio colapsado, nos dijo ‘hagamos un memorial y pronto vamos a reconstruir su edificio y para que no les cueste nada vamos a poner más departamentos de los que eran para que ustedes no deban desembolsar ni un solo peso’. Ya se cernía el modelo de la redensificación”, recuerda.
LOS RECLAMOS A AMIEVA
Ella ya no lo cuenta, pero ese 28 de septiembre, Amieva terminó desesperado, ante los reclamos de parte de los vecinos, que le reprocharon primero porque ni siquiera fue el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, que sí visitó a los damnificados de la Condesa y la del Valle, y luego porque el funcionario capitalino no se comprometió a nada, y hubo un momento en que les gritó a los vecinos.
En ese entonces, una de las más férreas en sus reclamos fue Marta Reyes, madre de Nayeli Flores y abuela de Julián Andrés y Jimena, dos menores de edad de 11 y 6 años, que fallecieron el 19 de septiembre en el edificio 1C. Ese día también acudió el entonces jefe delegacional de Coyoacán, el entonces perredista, Valentín Maldonado, quien fue casi a escondidas y luego dijo que el edificio era seguro, lo que fue ofensivo para los vecinos y el cercano al cacique Mauricio Toledo salió huyendo, luego de los reclamos que le soltó Reyes, ya que había reportes previos sobre fallas en el edificio, que la delegación no atendió.
Reyes era una de las vecinas del multifamiliar y quien no alcanzó a ver el edificio levantado, debido a que falleció el 5 de enero de 2018, luego de acudir a un mitin de la entonces candidata a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, que terminó reventado por golpeadores del exjefe delegacional, Mauricio Toledo, lo que causó el paro cardíaco que acabó con su vida.
En el departamento donde vivía Nayeli con sus dos hijos, su hermano René y su esposa y su hijita de brazos, la titular era Marta Reyes. De acuerdo con una fuente, cuando comenzó a levantarse el edificio, la hermana de Reyes peleó el departamento y Nayeli ya no tuvo fuerzas para disputar la propiedad y ya no volvió al multifamiliar. Pero la organización consiguió que le dieran una vivienda del Invi en Tláhuac. Actualmente, ella no da entrevistas.
En el mismo edificio había otras 13 familias que vivían ahí pero no regresaron porque eran inquilinos y lo perdieron todo y la mayoría de las víctimas mortales fueron sus familiares, asegura Francia.
(Foto: Juan Carlos Miranda)
“Se acordó que el Invi le asignaría departamentos a crédito, pero a 4 años no ha cumplido”, asegura Israel Ballesteros, también vocero de DUCDMC y vecino del 3C.
VENDER PARAGUAS EN MEDIO DE LA TORMENTA
El 19 de septiembre, a las 13:14 horas, en un minuto, se cayó el 1C y sus 40 departamentos. Ese día, había trabajos de mantenimiento y no había agua, entonces hubo oportunidad de avisar con anticipación a quienes tuvieran la oportunidad de que se fueran a otros sitios. Pero no todos se fueron.
“Había trabajadores, familias sin esa oportunidad de ir a otro lado a resguardarse, niños, personas de la tercera edad, tuvimos 9 víctimas, una un trabajador, y otros trabajadores ayudaron a sacar a víctimas”.
Francia recuerda los primeros días posteriores al sismo, cuando para resguardar los edificios se quedaron en casas de campaña en una zona de juegos infantiles y en un área verde, al lado de la calle Álvaro Gálvez y Fuentes, o los más afortunados, en casas de familiares.
“Nosotros volteábamos a ver nuestro edificio y estaba en ruinas, colapsado, con nuestras pertenencias hechos trizas, nuestros recuerdos demolidos también y nos obligaban a pensar en la imagen de un edificio más alto cuando todavía ni siquiera sabíamos la causa del colapso, si era un suelo seguro para construir más pisos, si esto no era una tentativa para acabar con la comunidad que se formó desde el 57.
(Foto: Juan Carlos Miranda)
“A partir de ahí supimos, con esa señal, que la respuesta del gobierno iba a ser salir a vender paraguas en medio de la tormenta, o sea hacer una alianza clara con el sector inmobiliario y no con la población damnificada y hemos tenido muestras estos 4 años con los vicios ocultos, sobrecostos, presupuestos que empresas alegan son insuficientes y les dan más recursos y hay que ver a los vecinos de Iztapalapa y Tláhuac que aún esperan”, critica.
Entre esas irregularidades están que aún no hay regulación de los montos-acciones, de los tiempos en que se ejecutan las obras. En el caso del multifamiliar, el tiempo comprometido se excedió y no hubo ninguna sanción a las empresas , los recursos cayeron en octubre de 2018, cuando diseñaron los proyectos de rehabilitación y las autoridades aseguraban que se iban a tardar 9 meses y en la reconstrucción de 10 a 11 meses. Nueve de los edificios fueron entregados en febrero de 2020, fueron más meses de los estimados.
Además, les ampliaron el presupuesto a empresas que estaban en la reconstrucción, con un contrato de alcance por el 50 % extra más de lo que habían presupuestado.
“Este edificio estaba presupuestado para 26 millones de pesos, terminó resultando en 37 millones de pesos, un edificio que logramos que fuera a través del Invi a fondo perdido. El instituto construye viviendas de interés popular y los créditos que otorga a esas familias están en alrededor de 500 mil pesos, aquí cada departamento termina estando apenas debajo del millón de pesos, lo cual es un gasto muy significativo y los acabados y la vida cotidiana nos dice que no es un edificio de ese monto y no hay respuesta a los sobrecostos ni sanciones, de parte de la jefa de Gobierno.
“Tampoco un mensaje enérgico de que se debe respetar el recurso público que es de todos, el tiempo de la vida de las familias damnificadas que todavía hay muchas que no regresan a casa y las obras tienen que brindar seguridad para quienes perdimos todo hace 4 años”, remarca.
A 3 años del inicio del actual gobierno, hay obras detenidas, como se ve en Tlalpan 550, o algunas ya en marcha, pero sin concluir, como en Iztapalapa y Tláhuac. Se han alargado las promesas, primero decían que dos años y ya cumplido lo aplazan y cuando llega el nuevo plazo lo alargan más.
“Hemos tenido víctimas compañeros y compañeras que no alcanzaron a regresar a casa y a quienes les quedó muy chica la frase de ‘quédate en casa’ cuando no había casa para hacerlo”, lamenta.
“Hoy vemos un desinterés y hartazgo y estas familias damnificadas y organizadas le incomodamos al gobierno. A quien solo quiere ver hacia adelante y formar una nueva campaña, pero nosotros ya vimos cambios de jefes de Gobierno, de secretarios de Gobierno, de comisionados de reconstrucción, cambios en la ley para reconstrucción.
“Años como el 2020 donde no se le asignó un solo peso al Fideicomiso de reconstrucción y estamos al vaivén de ellos, y por eso sólo nos queda organizarnos, aunque la fuerza vaya menguando y las familias pierdan integrantes y nuestra lucha por regresar a casa se cimbre por cada vez que un familiar fallece, pierde un poco de sentido, pero no podemos dejar de caminar por quienes no están en casa de manera segura”, concluye Francia Gutiérrez
fmma