PACHUCA. –Verónica tenía 15 años cuando huyó de la violencia familiar que sufría en Hidalgo y comenzó a vivir en las calles de la Ciudad de México. Depredadores que rondan en redes sociales pronto la contactaron y le ofrecieron ser escort a cambio de comida y un lugar donde habitar. Aceptó sin saber que entraba al submundo de la trata de personas.
En México, la captación de mujeres con fines de explotación sexual escala cada año. La Línea y Chat Nacional contra la Trata de Personas presentó un aumento de 118% en las atenciones mensuales por el delito de trata de personas en el primer semestre de 2022, en comparación con el mismo periodo del año anterior, según Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de Ciudad de México (CCSJ).
El informe señala que la captación de víctimas de trata es en 62% a través de contactos personales, en 12% mediante las redes sociales y 5% son atraídas con anuncios publicitarios.
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Verónica Muñoz del Villar fue enganchada a través de las redes sociales cuando era adolescente. Actualmente tiene 33 años de edad, es madre de dos, activista, escritora, vendedora ambulante y sobreviviente de trata con fines de explotación sexual. El camino para retomar su vida no ha sido fácil. Ha encontrado refugio en el activismo y en relatar su historia para visibilizar su caso y para mostrar las complicaciones para acceder a la justicia.
DEAMBULANDO EN LA CIUDAD DE MÉXICO
“Mi historia no es la clásica historia de la morra encadenada en un cuarto, eso no fue lo que me pasó y no es lo que pasa en la mayoría de las historias de trata”, señala Verónica con voz firme.
Añade que desde su infancia fue víctima de abusos físicos, sexuales y psicológicos por parte de familiares y por eso huyó. Llegó a la Ciudad de México sin identificaciones y, al ser menor de edad no logró un trabajo formal, sobrevivía vendiendo paletas de hielo en el metro y durmiendo en la calle.
Recordar su historia de vida no es sencillo, pero sentada con las piernas cruzadas en una silla de plástico, relata sus vivencias en un tono donde se percibe coraje y mucha fuerza, platica que el no tener una identificación la hacía sentirse como una sombra, no en un humano. “La marginalidad, es el único espacio donde hay cabida”, reitera.
En las calles conoció a un hombre que la invitó a comer, le ofreció rentar una habitación para dormir, le dijo que le daría un masaje en los pies, aunque también tocó otras partes de su cuerpo, le dio algo de dinero y no volvió a saber de él.
La historia se repitió con otros individuos que la contactaron por Latin Chat, un chat latino “donde puedes hacer nuevos amigos, encontrar gente, hacer amistades interesantes y pasar un buen rato”, según se autodescribe la plataforma.
Verónica acomoda su cabello corto y rizado que enmarca su cara redonda que apenas deja ver su pequeña frente y después recuerda que la buscaban chavos con dinero, que vivían con sus padres y estudiaban en escuelas privadas, que en pocas palabras “veían la oportunidad de pasarse de madre con una morra que estaba en total vulnerabilidad”.
Con el paso de los días, se empezó a repetir de manera más cínica el intercambio y así fue como terminó “en medio de esta maraña”, dice que nadie le puso una pistola en la frente, pero no tenía otra opción.
“Me decían: ven, te quedas en mi casa y así sobreviví un rato. Entonces para mí era divertido y a la vez horrible, porque en algún momento se terminaba (…) pasa una y otra vez que te terminas convenciendo de que ese es tu lugar: el no tener un lugar y andar dando vueltas de un lado a otro”.
CONOCIENDO UN PADROTE
Después de la Ciudad de México, Verónica se trasladó a Querétaro porque en Latin Chat conoció a otro hombre, que le ofreció apoyo. Tiempo después se enteró que era un “padrote”.
“La primera vez que conocí un padrote, fue un alemán, ya bastante anciano. Fui como su protegida por un rato, él estaba medio loco, tenía una casa en Querétaro, pero siempre se quedaba en un camper, entonces la casa estaba vacía y yo la ocupaba, tenía una biblioteca en todos los idiomas y estuve ahí hasta que me harté y me fui”.
De Querétaro se trasladó al estado de Morelos, específicamente a la capital: Cuernavaca, donde le habían prometido un trabajo.
Ahí conoció a otro sujeto de nariz respingada, labios delgados, tez morena clara, barba tupida, de 1.75 metros de estatura, quien tenía contacto con funcionarios y gente con poder económico. Él se presentaba como abogado, Verónica prefiere omitir su nombre debido a los procedimientos legales.
Iniciaron una relación al mismo tiempo que ella trabajaba para él en su agencia de escorts, aunque seguía siendo menor de edad. Después le consiguió un departamento, le compró ropa, maquillaje, calzado y la aleccionó sobre cuánto debía cobrar.
“Este wey me lo manejó como que iba a ser escort, una acompañante, que solo estaría con gente bien. En ese momento pensaba que yo era su novia (…) Él me contactaba con clientes y yo le tenía que dar una comisión por todo lo que yo ganara, me contactaba con policías, funcionarios, etcétera, según me garantizaba que era gente bien”.
Las fechas o la temporalidad no son muy claras para Verónica, sabe que todo ocurrió en el 2005 y estima que quizá pasaron tres meses desde que llegó a Ciudad de México y su estancia en Cuernavaca.
La última vez que acudió a un servicio fue cuando se dio cuenta que su vida estaba en peligro. No recuerda la fecha solo el miedo que sintió cuando el hombre que la contrató agarró una espada, la sacó de su envoltura y apuntó contra ella.
Decidió irse después de que aquel individuo desenfundó el arma. Enseguida comenzó a trabajar en una tienda de artesanías donde buscó recuperar un poco de su identidad.
“Si he logrado sobrevivir es porque me tocó una de las caras más amables de la trata porque hay situaciones mucho más brutales”.
RECUPERACIÓN DE LA IDENTIDAD
Después del incidente con la espada, Verónica trató de buscar la identidad que sintió mutilada cuando al llegar a Cuernavaca le cortaron los peinados con hilo que se trenzaba sobre su cabello ondulado y le prohibieron usar las pulseras artesanales que tanto le gusta colgarse en las muñecas.
“Algo que a mí ahora me ha resonado fue el que me quisieron borrar (…) cuando yo llegué con el (supuesto abogado a Cuernavaca), él me quitó todo lo que tenía que ver con mi propia identidad, ni siquiera me lo preguntó. Después te das cuenta que todo esto son formas de volverte súper dependiente. Yo venía desesperada por poder construir un arraigo con alguien”.
A los 19 años, conoció a otra joven también sobreviviente de trata de personas y juntas viajaron por Veracruz, Puebla, Oaxaca, Chiapas, tiempo después comenzó a tomar terapia y escribir su historia.
“Durante mucho tiempo me sentía viviendo en la misma habitación con un elefante enorme que estaba ignorando todo el tiempo, pero en algún momento tenía que enfrentarlo (…) Tardé mucho tiempo en darme cuenta que todas las mujeres que caemos ahí, venimos rotas, con historias de vulnerabilidades y vacíos emocionales.
Actualmente, Verónica luce sus cejas pobladas y una piel morena que combina con sus grandes ojos de color miel. Los chinos que se nacen en su cabeza no permiten observar sus oídos, pero si los enormes aretes artesanales que volvió a usar.
Los pendientes hacen juego con las pulseras tejidas que utiliza en sus brazos y que resaltan los tatuajes dibujados al reveso de sus palmas.
EL CAMINO A LA JUSTICIA
Después de años de tomar terapia, Verónica llega a la conclusión que el intento por sanar emocionalmente era insuficiente sino hacía algo por buscar justicia.
“Es uno de los dolores más grandes que yo nunca había querido enfrentar, empecé a tomar terapia y una cosa llevó a la otra: no es posible sanar sino hay justicia y no es posible hacer justicia sino hablamos nosotras como sobrevivientes”.
En junio de 2021, acudió a la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA) a nivel federal por temor a tráfico de influencias en la Fiscalía de Morelos, donde fue víctima del presunto abogado, auxiliar de la agencia del Ministerio Público de aquel estado.
En FEVIMTRA la canalizaron a la Fiscalía Especializada en Materia de Derechos Humanos de la FGR y en un oficio del 28 de junio de 2021 le indicaron que no podían atender el caso y le sugirieron asistir a la Fiscalía, pero de Morelos.
Inconforme con aquella resolución, el 4 de julio de 2021 asistió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para exponer que iniciar procedimientos en aquel estado pondría en riesgo su integridad. Verónica solicitó que la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas le brindara asesoría, un acompañamiento integral y que no la redirigiera a otra instancia.
A raíz de la exposición ante Derechos Humanos, la FEVIMTRA le concedió una cita y fue la agente del Ministerio Público de la Federación, Karen Guzmán Vargas quien le tomó su entrevista el 15 de julio de 2021.
El 11 de agosto de 2021, la FEVINTRA declaró incompetencia en razón de fuero y el asunto lo remitió a Morelos. Seis días después, la Fiscalía de aquel estado indicó que ya había recibido la carpeta de investigación radicándose por el delito de trata de personas en su modalidad de prostitución ajena u otras formas de explotación sexual. Ahí se encuentra atorado el caso.
EL ACTIVISMO, UNA FORMA SALVACIÓN
Desde hace cinco años, Verónica comenzó a emprender acciones contra toda forma de violencia en agravio a las mujeres e infancias, desde mercaditas hasta acompañamientos a madres víctimas de violencia vicaria.
“Hasta la fecha no puedo renunciar a la idea que de alguna manera es lo único que me queda, por eso me aferro a cosas tan grandes como el activismo”.
Entre sus ideas más recientes es dar acompañamiento a sobrevivientes de trata al igual que ella, y para eso, planea una formación en Colombia impartida por Susan Andrea Avella.
También participará en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer que se celebrará en Argentina y que se llevará a cabo en la primera semana de noviembre del año en curso.
Mientras que, en México, colaboró con su testimonio en el panel “Las sobrevivientes toman la palabra”, que formó parte del VII Congreso Latinoamericano y Caribeño Sobre Trata de Personas y Tráfico de Migrantes, que organizó la Cámara de Diputados los días 6,7 y 8 de julio de 2022.
Sin embargo, refirió que independientemente del activismo y su participación en congresos dentro del país, aún no puede ejercer su derecho a la reparación del daño.
ESCRITORA Y VENDEDORA
“Apuntes sobre la violencia estructural en México”, es una serie de ensayos que Verónica elaboró a partir de febrero de 2021 y que desarrolló durante la pandemia.
Escribirlos fue una catarsis y una especie de exorcismo de sus vivencias, que después terminó constituyendo su principal soporte económico al final del año pasado.
“Ese libro me costó el año de pandemia, de chillar y chillar, hasta que un día ya no pude, yo lo hice porque necesitaba sacarlo, me cansé de estarlo platicando todo el tiempo para advertirle a la gente”.
El primer tema que escribió fue sobre los artistas y precariedad, así como del hambre y personas en condición de calle, todo desde la primera persona.
Continuó con temas de violencias contra las infancias, el activismo feminista, la maternidad y su historia de trata.
El 15 de noviembre de 2021 presentó su libro en Casa Chiapas y Chapata Vive de la Ciudad de México. Para diciembre, todas las copias que costaban 100 pesos, se habían vendido. Gracias a la demanda, publicó su compilado en digital y una editorial de Chile la tomó para reimprimirla.
Adicional a su labor como escritora, vende mermeladas, frutas en almíbar, búlgaros, vinagre, yogurt y quesos que elabora de manera artesanal y vende en mercaditas feministas o a petición de sus conocidos, aunque reconoce que actualmente aún le resulta “difícil solventar los gastos más elementales como la comida”.
VÍCTIMAS DE TRATA EN MÉXICO
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) ha documentado un total de 5 mil 941 víctimas de trata de personas en México entre 2015 y 2022 donde 2015 y 2016 son los que tienen el mayor registro de personas que padecieron este ilícito con mil 171 y 782 casos, respectivamente.
Para 2017 se documentó un decremento en el número de víctimas que fue de 537; esa fue la anualidad con la cifra más baja en el país porque en los años subsecuentes la tendencia se fue al alza.
Tan solo el Instrumento para el Registro, Clasificación y Reporte de Delitos y las Víctimas CNSP/38/15 del SESNSP revela que para el año 2018 se contabilizaron 590 víctimas de trata y en 2019 fueron 683.
Para 2020, el año de la pandemia por covid-19, bajó ligeramente a 681; es decir, solo dos víctimas menos que el periodo anual anterior. Sin embargo, las cifras continuaron con incrementos para el año 2021 cuando 753 personas padecieron este ilícito.
Mientras que las numerarias más recientes revelan que de enero a septiembre de 2022, el registro de víctimas fue de 744.
El dato anterior representa un incremento del 38.55 por ciento respecto al año 2017 que es el que cuenta con el menor número de víctimas en los últimos ocho años reportados por el Centro Nacional de Información (CNI) del SESNSP.
Los datos del Secretariado no precisan características de las víctimas de trata de personas, pero en 2019, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) presentó un “Diagnóstico Sobre la Situación de la Trata de Personas en México”.
Entre la información analizada, reportó que del 15 de junio de 2012 al 31 de julio de 2017, las Procuradurías y Fiscalías Generales identificaron a 5 mil 245 víctimas de delitos en materia de trata de personas, siendo el 85 por ciento niñas y mujeres y 15 por ciento niños y hombres.
Sobre la nacionalidad de las víctimas identificadas, el 84 por ciento eran mexicanas y el restante extranjeras provenientes de 28 países distintos, casi todas del continente americano, específicamente de Sudamérica y Centroamérica.