PACHUCA.- Hacer descargas de químicos a ríos y mares parece ser una práctica común para las mineras propiedad de los Larrea -una de las familias más ricas y poderosas del país-; las actividades mineras de estos magnates han afectado cuerpos de agua en el norte de México y en Hidalgo han estado haciendo descargas en el Río Claro, ubicado en la Sierra.
De acuerdo con testimonios de pobladores de Zacuala, ejido Coyoles y Chiconcoac, la extracción de manganeso ha impactado negativamente en al menos 10 poblados ubicados en Molango, Tlanchinol y Tepehuacán de Guerrero.
Desde hace 26 años Autlán es propiedad de José Antonio Rivero Larrea, primo de Germán Larrea Mota Velasco, dueño de Grupo México, que en 2014 derramó sulfato de cobre acidulado al Río Sonora y el pasado 11 de julio descargó 3 mil litros de ácido sulfúrico en el Mar de Cortés.
En la entidad, Autlán vierte químicos en un arroyo del Río Claro, que nace en la laguna de Atezca y pasa por Tlaxinca, Ixcatlán y Cuxhuacán, de Molango; y Tamala, San Simón y Acuimantla, de Tepehuacán, entre otras localidades.
El derrame de sustancias al cuerpo de agua es al menos una de tres actividades que realiza la minera que han hecho enfurecer a los habitantes de la región, quienes se organizaron en el Movimiento Ambientalista para la Sierra Hidalguense (MASH) y desde el pasado 7 de septiembre empezaron una manifestación pacífica para exigir que los tres órdenes de gobierno supervisen, castiguen y reparen el daño que, consideran, les ha ocasionado esta empresa.
EL SAQUEO DE UN TERRITORIO QUE GENERÓ MILLONES
La minera inició operaciones el 5 de octubre de 1953, bajo la dirección de Enrique Madero Olivares, sobrino del expresidente de México, Francisco I. Madero, de su vástago Enrique Madero Bracho, quien en la década del 90 se convertiría en impulsor del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) a través del Comité Bilateral Empresarial México-Estados Unidos, y con el capital norteamericano de la Bethlehem Steel Corporation.
El consorcio tomó el nombre del poblado donde por primera vez explotó un yacimiento de manganeso: Autlán, Jalisco.
De acuerdo con el informe anual de la firma de 2003, año en que cumplió 50 años de operaciones, la mina, de donde se extraía la materia prima para la fabricación de acero, se agotó a los siete años, por lo que fue necesario explorar nuevos territorios.
El documento señala que en 1960 los geólogos Eugenio Tavera, Rafael Alexandri Rangel y Federico Rendón se trasladaron al lugar conocido como Piedras Negras, en Molango, Hidalgo, donde la empresa La Cruz del Sur, con sede en Puebla, había detectado un yacimiento de manganeso.
En ese mismo año, el consorcio obtuvo el permiso para explotar el yacimiento de manganeso “más extenso de América del Norte y uno de los más grandes a nivel mundial”.
En el periodo en que se consolidó la minera, Oswaldo Cravioto Cisneros se desempeñaba como gobernador de Hidalgo, antes había sido director de Seguridad de Alfonso Corona del Rosal, quien le heredó el cargo para presidir el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La riqueza mineral de la Sierra permitió a los Madero extender su mercado cuatro años después; en el extremo sur del distrito manganesífero de Molango, sus geólogos encontraron bióxido de manganeso -materia prima para baterías secas- con lo que abrió la mina a cielo abierto de Nonoalco, cuya producción era comercializada a la Union Carbide, ubicada en Tecámac, Estado de México.
En el informe, Autlán presume que, entre el 64 y 68, invirtió más de 20 millones de pesos para “tareas muy importantes como: la exploración con barrenación a diamante; la construcción de una presa, redes de agua, drenaje y electricidad; el establecimiento de una colonia con 224 casas, una escuela, hospital y otros servicios; la habilitación de una zona industrial, carreteras, un gasoducto, así como la instalación de un horno rotatorio de calcinación y nodulización horizontal, que hasta la fecha es el único de su tipo en el mundo”.
El desarrollo de infraestructura en la región obedeció principalmente a las necesidades de operación de la mina y al acondicionamiento de vivienda para los trabajadores que se trasladaron de Jalisco a Molango.
Al inicio de la década del 70, señala el documento de Autlán, la Bethlehem Steel Corporation separó sus activos económicos de la minera mexicana. La salida de la compañía estadunidense coincide con el descenso de la cotización de los minerales a nivel internacional que se había agravado una década antes.
La familia Madero empezó a adquirir deuda hasta que en 1989 el gobierno de Carlos Salinas de Gortari nacionalizó minera Autlán por el incumplimiento de un crédito con Nacional Financiera (Nafinsa).
De acuerdo con un artículo de Fernando Ortega Pizarro, publicado en 1989 por la revista Proceso, el entonces secretario del Trabajo, Arsenio Farell Cubillas, se encargó de “convencer” a Enrique Madero Bracho de firmar el acuerdo por el cual cedía Autlán al Estado Mexicano.
Luego de sanear las finanzas de la compañía, el gobierno de Salinas de Gortari la reprivatizó en 1993, y a través de una transacción comercial fue adquirida por José Antonio Rivero Larrea.
De acuerdo con los reportes financieros de Autlán disponibles en su página web, en el último trienio la compañía ha obtenido ganancias millonarias, en 2016, la empresa generó utilidades netas por 42.4 millones de dólares; en 2017, obtuvo una ganancia de 59.8 millones de dólares y en 2018, una cifra récord de 90.6 millones de dólares.
La compañía que encabeza Rivero Larrea tiene siete minas en México, tres en Hidalgo: Molango, Nonoalco y Naopa; una en Tamós, Veracruz; otras más en Gómez Palacios, Durango; una planta en Teziuitlán, Puebla y la recién adquirida Unidad Columbia, ubicada en Sonora, donde se pretende extraer metales preciosos. Asimismo, el grupo Autlán es propietario de la Central Hidroeléctrica Atexcaco, localizada en Puebla.
El pasado 25 de junio, el CEO de Autlán, Óscar Maldonado Castro, afirmó a la revista Forbes que el capital invertido en la empresa extractiva es el segundo más rentable entre 10 productores con mayores ingresos del sector a nivel mundial.
En contraste, las localidades de Tamala, Acuimantla, Culxhuatlán, Tlaxinca, Tolago, Ixcatlán, Zacuala y Chiconcuac, que colindan con las tres plantas de Autlán, están catalogadas como de alta marginación y muy alta marginación, según el diagnóstico que elaboró en 2017 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
LA ESTELA DE MUERTE QUE BAJA DE UN TÚNEL
La Unidad Minera Molango, “considerada el yacimiento de manganeso más importante del Continente Americano”, es un complejo gigantesco que se divide en oficinas administrativas, áreas de carga, vertederos, túneles y la zona industrial donde hay una imponente chimenea y un horno en el que se funde el mineral.
Solo tres tipos de personas pueden ingresar al lugar: los trabajadores, los transportistas y los dueños de tres ranchos vecinos, que por la expansión de la mina quedaron adentro de las instalaciones de Autlán.
La familia de Miguel, el guía, es dueña de uno de esos tres terrenos y quien más adelante mostraría el sitio en el que Autlán descarga agua con químicos al Río Claro.
Pasar la garita fue relativamente fácil, pero no fue posible fotografiar el gigantesco horno que se levanta sobre una masa de tierra negra donde cargan los camiones.
La travesía para llegar al lugar de las descargas es de unos dos kilómetros. No hay brechas, se van abriendo con machete. Se desciende unos 600 metros, entre hierbas, lodo café y piedras sueltas, de pronto hace mucho calor, se alborotan los moscos y las mariposas, luego llueve ligero, después gotas gruesas que se mezclan con el sudor.
Tras el descenso está la propiedad de Juan de la Cruz López Salcedo, el padre de Miguel, donde han colocado una cerca para evitar que el ganado beba del río, pues dice, cuando lo hace se ha enfermado y se ha muerto, al menos dos vacas en el último año.
El cuerpo de agua que pasa por el rancho es blanquesino y está rodeado de lodo negro que tiene la textura de la plastilina, despide un olor a gas que pica la nariz.
No solo es el agua sucia, acusa Miguel, Petróleos Mexicanos (Pemex) introdujo un gasoducto en la propiedad familiar, para suministrar combustible a Autlán, sin pagar el derecho de vía.
Río arriba el lodo se va tornando más negro y denso, el agua más gris, y se observan montículos de pizarra, fierros y material duro que parece cemento, son los restos del horno que se han ido resbalando por los vertederos, explica el guía.
Luego de una hora y media de camino está una desembocadura de la mina, de donde emana un líquido grisaseo que va opacando la transparencia del Río Claro. En la parte superior, donde el líquido gris no se ha mezclado, el agua es tan cristalina que es posible observar las piedras del fondo.
ZACUALA, LA COMUNIDAD ARRINCONADA
La expansión de la Unidad Naopa extinguió, aproximadamente hace 7 años, el camino rural que llevaba a los poblados de Zacuala, Naopa, Xicalango, San Antonio, Xuchitlán, Ixcatlán, entre otras.
Para llegar a sus viviendas, ahora los habitantes usan una vía que es propiedad de la mina, que está en medio del tajo; pasan por un punto de revisión y por dos depósitos de pólvora.
Jesús Solís, vecino de Zacuala, señaló que antes de que en los 60 empezara a operar Autlán, su localidad era grande, crecía café y había peces en el río, pero ahora solo quedan 11 familias.
El camino es estrecho y negro, cuando llueve, dijo, las piedras se evaporan y emanan un humo que irrita la nariz y los ojos.
Hace 4 años, detalló, el gerente de la planta “Alejandro” y personal de Protección Civil les notificaron que la localidad estaba en riesgo y debía ser reubicada. Después de que los pobladores pidieron un pago por sus tierras, el tema quedó en el olvido.
Jesús mencionó que todos los días entre las 16:00 y 17:00 horas Autlán realiza detonaciones que han cuarteado la escuela rural.
Agregó que hay deslaves cuando llueve y derrame de los diques, que son una especie de pozos para contener el desperdicio de los vertederos.
Unos 500 metros abajo está el Río Chiquito, que desemboca en el Río Claro. En la ribera se acumula lodo negro un poco menos denso que en las cercanías de la Unidad Molango. En los alrededores hay vestigios del material que es desechado por Autlán, piedras amarillas, anaranjadas y negras se mezclan con las del río.
En el cuerpo de agua dejó de haber peces, antes, dijo Jesús, había acamayas y mojarras. A los animales tampoco los dejan beber de ahí porque se mueren.
Agregó que hace siete años que los cafetales dejaron de crecer y la gente está dejando de cultivar maíz y caña.
La contaminación de Autlán siempre ha estado presente, pero antes, detalló, la corriente arrastraba los residuos; ahora, como han disminuido las lluvias los residuos se quedan.
EL HORNO Y LA CORROSIÓN
El horno de nodulización está a un kilómetro de la localidad de Chiconcoac. Desde cualquier punto del poblado es posible observar la chimenea de la Unidad Molango, que mide unos 100 metros.
Wenceslao Cruz, presidente del Consejo de Vigilancia de la localidad, refirió que por las mañanas el horno emana un gas verde que irrita los ojos, las fosas nasales y la garganta.
A diferencia de las localidades que están debajo de la mina, en Chiconcoac, dijo, la contaminación llega por el aire.
Mencionó que las partículas que despide la chimenea se depositan en los techos de las casas, la mayoría, hechos de lámina.
El polvo, agregó, hace una reacción con el agua y corroe todo lo que sea aluminio y metal, como láminas, varillas, cercas e instalaciones eléctricas.
La búsqueda de manganeso a través de explosiones de pólvora, mencionó, han modificado el cauce de los arroyos y de los manantiales de donde se abastecían y ha cuarteado las casas construidas de cemento.
TRAS LA REPRESIÓN, SE REORGANIZARON
El 20 de diciembre de 2017, los pobladores de Chiconcoac se manifestaron contra las actividades de la minera Autlán.
De acuerdo con el relato de los habitantes, la movilización empezó alrededor de las 5:00 horas y concluyó a las 17:00.
Cuando habían terminado las actividades, afirmó Rubén Hernández, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Hidalgo, a cargo de Mauricio Delmar Saavedra, los atacaron.
Mujeres, niños y hombres fueron golpeados por la policía estatal, aseguró.
Tras la movilización, 10 pobladores fueron encarcelados durante tres meses; además de la prisión, se les impuso una restricción de acercarse a instalaciones de Autlán.
La cárcel y los golpes, mencionó Wenceslao Cruz, “apagaron” el movimiento, aunque la inconformidad estuvo latente en los últimos 19 meses.
El 7 de septiembre, la comunidad de Chiconcoac retomó el activismo junto a Tamala, Acuimantla, Culxhuatlán, Tlaxinca, Tolago, Ixcatlán, y en las últimas semanas Zacuala.
Los pobladores se reorganizaron en el Movimiento Ambientalista para la Sierra Hidalguense (MASH) al que se sumaron 40 transportistas de la CTM, quienes acusan al líder sindical Benito Vite Cruz, de tener un monopolio del transporte de carga.
El campamento fue colocado en el acceso a la planta Naopa, sobre la carretera federal México-Tampico. En el sitio hay mantas que anuncian el movimiento, una televisión, sillas y un fogón donde se prepara la comida y el café.
No todos se conocen, pero la mayoría colabora para ir por las tortillas, calentar el café o preparar la comida; dicen que no van a levantar el campamento porque ya no les intimida el gigante de manganeso.
sjl