El primer informe de gobierno de Claudia Sheinbaum no solo es una rendición de cuentas: es una declaración de rumbo. Su mensaje logra proyectar firmeza, continuidad y una mirada propia. Con un estilo sobrio pero meticuloso, Sheinbaum marca su lugar no desde la ruptura estridente, sino desde una construcción pausada, técnica y profundamente comprometida con las causas sociales que la llevaron al poder.
Los avances son claros. La expansión de programas sociales, el fortalecimiento del sistema de salud a través del IMSS-Bienestar, y el inicio de obras como el Tren Interoceánico confirman su intención de consolidar un Estado presente, capaz de intervenir donde el mercado no alcanza. Destaca también su apuesta por la transición energética, con inversión pública en tecnologías limpias y una visión de autosuficiencia que busca proteger a México frente a las turbulencias globales. A diferencia de otros líderes, Sheinbaum no construye desde el carisma, sino desde el conocimiento: prepara el terreno con datos, planeación y sentido técnico.
En seguridad, los resultados comienzan a reflejarse con reducciones importantes en homicidios en algunas entidades. En política exterior, mantiene una voz firme pero prudente. Y en gobernabilidad, ha logrado una relación fluida con gobernadores y con un Congreso que, hasta ahora, ha mostrado disposición a acompañar sus reformas. Su liderazgo comienza a consolidarse no como el de una figura autoritaria, sino como el de una mujer que entiende el poder como capacidad de articular soluciones complejas, no de imponer voluntades.
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Los pendientes
Pero el desafío, como siempre, está en lo que aún no se alcanza. La violencia contra las mujeres sigue siendo un pendiente estructural. La transformación del modelo educativo frente a los retos de la inteligencia artificial y la automatización aún está por plantearse con claridad. Y la transición ecológica, aunque presente en el discurso, necesita aterrizar con fuerza en políticas que integren economía circular, innovación tecnológica y participación ciudadana. Las bases están; ahora toca acelerar.
El balance de este primer informe es positivo. No solo por lo realizado, sino por el tono que lo acompaña: madurez, serenidad y compromiso. Claudia Sheinbaum no llegó a improvisar, llegó a gobernar con un proyecto. Y eso, en tiempos donde lo fácil es incendiar, tiene un valor profundo. Aún faltan definiciones de mayor calado, pero si algo dejó claro este primer año es que la presidenta no rehúye a la responsabilidad histórica que carga.
El proyecto
La pregunta, entonces, no es si podrá consolidar su proyecto, sino si lograremos como país estar a la altura de una conducción que apuesta menos por el ruido y más por los resultados. ¿Estamos preparados para un liderazgo que convence más por lo que construye que por lo que grita?
José Luis Lima González, columnista de LSR Hidalgo. X: @pplimaa
