En un país donde el balón manda y el futbol monopoliza portadas, hay historias que pasan casi de puntitas, como si pidieran permiso para existir. Pero a veces, una bicicleta, un corazón terco y unas piernas llenas de sueños logran que el ruido se detenga, aunque sea por un instante. Ese es el caso de Isaac del Toro, el joven ciclista mexicano que no necesita reflectores para demostrar que la garra también se pedalea.
Isaac tiene 20 años, es de Ensenada, Baja California, y se convirtió en el primer mexicano en la historia en fichar por el poderoso equipo UAE, donde compite al lado de figuras como Tadej Pogacar. Este 2025, está corriendo en Europa, en medio de montañas, frío, estrategias complejas y rivales que lo doblan en recursos, pero no en voluntad. Su nombre suena cada vez más fuerte en los pasillos del ciclismo internacional. Y aquí, en México, apenas si lo conocen.
Lo de Isaac del Toro no es un milagro. Es una consecuencia. De años de entrenamientos a solas, de subidas interminables, de decir “no” cuando todos salían de fiesta. De resistir. Porque en este país, ser ciclista profesional es una decisión entre la locura y la fe.
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Y sin embargo, ahí está. Subiendo puertos en el Giro de Italia, codeándose con los mejores del mundo, llevando en el maillot algo más que colores: lleva una patria que muchas veces no sabe mirar a sus verdaderos héroes. Porque sí, es necesario decirlo: México necesita más Isaacs, pero también necesita aprender a cuidarlos.
Nos enseñaron que solo el futbol emociona, que solo los goles nos representan, que solo hay pasión en la cancha. Pero México es mucho más que 11 jugadores. Es también un joven bajacaliforniano que se despierta a las 5 de la mañana para entrenar en silencio. Es una madre que lo sigue por YouTube desde una tiendita de abarrotes. Es un país que podría ser potencia deportiva si decidiera invertir en la base, no en la foto.
La historia de Isaac del Toro nos obliga a mirar hacia otro lado. A ver que hay disciplinas que no solo forman atletas, sino personas con valores, con temple, con dignidad. Que hay deportes donde no hay cámaras, pero sí carácter. Que hay talentos escondidos en pueblos, en cerros, en calles sin pavimento. Y que si los apoyamos, México puede ganar en muchas más pistas que solo la del Estadio Azteca.
Isaac pedalea por todos los que alguna vez sintieron que no cabían en la narrativa oficial. Por los que aman el deporte sin reflectores. Por los que creen que la gloria también se conquista en silencio. Su esfuerzo es un acto de resistencia, un grito sin micrófono que dice: “Aquí estoy. Y no vine a pedir permiso.”
Ojalá el país lo escuche. Ojalá algún día nuestros niños sueñen con ser Isaac del Toro, como hoy sueñan con ser Messi. Ojalá las marcas, los medios, las instituciones volteen a ver que el verdadero talento no siempre lleva uniforme de fútbol, pero sí lleva algo más poderoso: la capacidad de inspirarnos.
Y si no lo entienden aún, que suban una montaña con él. Que sientan el aire cortando la cara, el músculo temblando, el alma aguantando. Que miren desde allá arriba, donde solo llegan los que no se rinden. Porque ahí, justo ahí, es donde empieza el otro México.
José Luis Lima González, columnista de LSR Hidalgo. X: @pplimaa
