Vianney, como casi todos los autores que pasan por la editorial, más que autora, se vuelve amiga. Su caso me pareció impactante e importante de divulgar, no solo como editor sino como psicólogo.
El libro son una serie de cartas jamás enviadas, que explican y exponen las vivencias, emociones y pensamientos de una adolescente que fue violentada y abusada en una comunidad de Hidalgo. Para cuidar de la integridad de los implicados, se cambiaron los nombres, sin embargo, la semana se descubrió información sobre su agresor. Vianney se ha vuelto una mujer fuerte, sensible y empática, por lo que decidió posicionarse ante ese hecho. La prologuista y yo, como compañeros, colaboradores y amigos, la apoyamos y respaldamos. Les dejo el comunicado:
Cartas en el desierto es una historia real, cartas que escribí a lo largo de un año en el que expreso mis miedos y soledades tratando de sobrevivir a la violencia sexual, psicológica e institucional que viví durante mi etapa adolescente por parte de un maestro, al que el sistema ha protegido durante años, ya que no soy la única a la que le ha ocurrido. Si no hice una denuncia fue porque sabía que no me iban a creer, me iban a pedir pruebas ¿y yo qué tenía? un paquete de cartas jamás enviadas, la autoestima destrozada y pocas ganas de continuar viviendo. Era mi voz contra la suya y porque, claro yo, bajo el espejismo del amor que el sujeto en cuestión se encargó de crear en mi mente, di mi “consentimiento”. Años después, en la facultad supe que lo que me había ocurrido tenía un nombre y que es un delito.
Contra mí se había cometido el delito de estupro y sí, había un consentimiento pero ese consentimiento estuvo manipulado bajo la perversión de un hombre 28 años mayor que yo. Un consentimiento que ahora lo sé, es inválido, porque, de conformidad con el artículo 23 del Código Civil del Estado de Hidalgo se establece que “La menor edad, el estado de interdicción y las demás incapacidades establecidas por la ley, son restricciones a la personalidad jurídica; pero los incapaces pueden ejercitar sus derechos o contraer obligaciones por medio de sus representantes.” Ahora, yendo a lo establecido en el Código Penal para el Estado de Hidalgo se define al delito de estupro en el numeral 185 como “El que tenga cópula con una persona mayor de 15 años y menor de 18, obteniendo su consentimiento por medio de la seducción o engaño, se le aplicará de 3 a 8 años de prisión y multa de 50 a 150 días.” Resalto la palabra “consentimiento” a razón de que, pareciera, que el hecho de que la víctima haya dado su consentimiento minimiza dicho delito, para lo cual es importante mencionar que no es así. Con fundamento en el artículo 5 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en el que señala que “Son niñas y niños los menores de doce años, y adolescentes las personas de entre doce años cumplidos y menos de dieciocho años de edad. Para efectos de los tratados internacionales y la mayoría de edad, son niños, los menores de dieciocho años de edad.”
¿Pero de qué me servía saber esto ahora si, vuelvo a lo mismo, nadie me iba a creer? Con el tiempo, en mi proceso de sanación, que me parece importante señalar, las cartas están fechadas del año 2014. En ellas se puede apreciar la violencia cometida en mi contra data de años atrás. Tomé terapia psicológica en el año 2021, hoy puedo decir que estoy bien. Las sesiones y el ejercicio de publicar aquellas cartas me han ayudado a ayudar a otras víctimas del mismo delito a que no se sientan solas, que hay alguien que les cree, les apoya y no las cuestiona, a visibilizar la violencia que existe. ¿Cuántos años tuvieron que pasar para lograrlo? No me sirve de nada que en la teoría el sistema judicial me diga que aún puedo denunciar a pesar de los años si, en la práctica, por lo mismo de los años ya no hay más evidencias que mis cartas.
El sistema judicial no sabe de las noches que me quedaba dormida de tanto llanto, de los días que dejaba pasar sin comer, de las tres veces que me metía a bañar en un día por sentirme sucia. Al sistema judicial no le importa lo mucho que me ha costado relacionarme sentimentalmente después de lo ocurrido.
Hoy me entero que el maestro Francisco Díaz Jiménez ha lastimado a cuatro niñas más pero, por fortuna, ellas han sido fuertes y valientes para alzar la voz y denunciar ante el sistema. Razón por la cual decido no seguir con el anonimato que mantuve en las anteriores presentaciones de mi libro y que, de ahora en adelante, sepan que Diego es ese maestro. Francisco Díaz Jiménez es ese aborrecible y abyecto ser que aprovecha su condición de poder para lastimar a sus alumnas.
Manifiesto así mi entero apoyo hacia estas cuatro chicas, porque su historia es mi historia, las cinco tenemos al mismo violentador. Hago un atento llamado a la población de que si no van a apoyar no nos estorben en nuestra lucha, que limiten sus comentarios demeritando la credibilidad de las víctimas.
Por comentarios así lo único que logran es que personas como yo nos quedemos calladas cuando ocurren este tipo de violencias, permitiendo que se sigan cometiendo este tipo de delitos. Pero ya no más, no seguirán disfrutando nuestro silencio y él como sus idénticos irán cayendo. Existimos porque resistimos y si no podemos vencer al sistema, vamos a averiarlo, sacando a la luz lo que ellos quieren mantener en la sombra.
Opinión | Miguel Ángel Martínez, columnista LSR Hidalgo. Twitter: @MtzmonterPsic