PACHUCA.- Entre puestos de comida, bebidas y sombrillas, el Cristo de Cubitos se abrió paso. El sol abrasador no dio tregua un minuto y el sudor corría por su frente, poniéndole más pesado el camino, como si se pudiera, pues los casi 100 kilos de la cruz a sus espaldas ya eran una carga difícil de llevar.
Como cada año, la 53 edición del Viacrucis viviente de Cubitos, uno de los más tradicionales de Pachuca, reunió a miles de feligreses en la cancha del barrio, donde todo comenzó poco antes del mediodía, con una reflexión del sacerdote, invitando a la reflexión a los feligreses.
A lo lejos, por la ascendiente calle de Pino Suárez, el sonido de los tambores se acercaba. Eran Poncio Pilatos y Claudia Prócula, Herodes y Herodías, y sus respectivos sequitos. Sus ropas brillaban al sol y sus rostros reflejaban su poder.
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A diferencia de esa opulencia, a minutos de distancia, bajaba un hombre con una túnica que originalmente era blanca, pero para este momento, estaba llena de tierra. El hombre avanzada jalado por cadenas y rodeado de soldados.
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El látigo cortaba el aire y se estrellaba en sus costados mientras era arrastrado por los suelos. Ese hombre era Moisés Quintero Ortega, convertido este Viernes Santo en Jesús de Nazareth.
Luego vino el “juicio”, los azotes, la corona de espinas, Pilatos se lavó las manos y Jesús tomó la Cruz camino al cerro. Pero antes, dio un vistazo a su derecha, donde Judas, no soportando su pecado, se colgó.
En su camino al Gólgota pachuqueño, Jesús se encontró con su madre, mientras eran observados por las miradas curiosas de los feligreses, que no soltaban sus vasos de agua, sus nieves y sus cervezas, porque sí, aunque la venta de alcohol está prohibida entre los puestos ambulantes que poblaron Pino Suárez, en los establecidos las filas eran llamativas.
Sed era lo que tenía el Cristo de Cubitos cuando inició la parte más complicada de un recorrido relativamente corto, pero que obligó a Moisés poner pies firmes para evitar tener otra caída no programada. Los que no se salvaron fueron muchos feligreses, que resbalaron por la tierra suelta y las piedras, entre peligrosos vidrios de botellas.
La vista era espectacular. Toda la ciudad de Pachuca en una postal. A lo lejos, el cerro de El Lobo y la zona de minas de El Arbolito parecieron saludar, pues los Cristos de los tres Viacrucis más emblemáticos de Pachuca habían alcanzado la cima.
“Todo está cumplido” y “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” fueron las dos últimas frases que “Jesús” dijo antes de culminar su obra. De ahí a la ambulancia, donde Moisés fue revisado por los paramédicos por el esfuerzo que hizo.
Aunque este año la organización del Viacrucis de Cubitos cambió de manos, provocando cierta tensión entre los colonos, no se registraron incidentes y la representación transcurrió sin mayor problema.
jgp