Pachuca.— En el centro de la Bella Airosa, a un costado del Parque Pasteur, en un pequeño local, entre tintas, cepillos y calzado por asear se encuentra Margarita Baños, quien aprendió el oficio de su padre y que desde el pasado mes de abril se desempeña como bolera.
“Desde que era pequeña aprendí, pero desde hace unos meses este es el sustento de mi familia. Este trabajo puede llegar a ser complicado aunque no lo parezca, aunque también se necesita maña y ganas de aprender, porque además del asear calzado pintamos bolsas y chamarras de piel y lavamos tenis”.
Regularmente, su jornada como bolera comienza a las 8:30 de la mañana y concluye a las 16:30, después continúa con los deberes del hogar. Diariamente atiende en promedio a 20 personas, principalmente hombres, y de mujeres reciben calzado para su reparación o limpieza. Los días sábados son los de mayor carga de trabajo, especialmente zapatos escolares.
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“Yo soy comerciante, antes me ponía a ranchear, vendía papas y chicharrones, pero el presidente municipal no me dejó trabajar, me quitaron mi mercancía y me dijeron que estaban erradicando el comercio ambulante, desde entonces me vine a trabajar con mi papá, aquí no me molestan”.
Margarita trabajó en la zona centro de Pachuca ofreciendo su mercancía en establecimientos y en las salidas de escuelas, pero al ser comerciante independiente, menciona, los supervisores del ayuntamiento le solicitaban una cuota.
“Cambiar de trabajo no fue sencillo porque aunque sabía cómo bolear, no tenía tanta práctica y los zapatos me quedaban opacos, ya con el tiempo agarré maña porque aquí los clientes de mi papá son exigentes, algunos quieren que sus zapatos brillen como charol”.
Sus principales clientes son presidentes municipales y personal de gobierno. “Menchaca luego nos manda sus zapatos; un día vino a darse grasa acompañado de mucha gente, no supe quién era hasta que mi papá me dijo”, comparte entre risas nerviosas.
A pesar de que es un trabajo realizado en su mayoría por hombres, afirma que las mujeres pueden realizarlo de la misma manera e incluso mejor, al tener más atención los detalles de las prendas y calzado que recibe.
“Me gusta mi trabajo, es un buen empleo que nos da para solventar nuestras necesidades. La parte que más disfruto es ver la transformación del calzado porque además los clientes se dan cuenta, lo agradecen y eso se refleja en las propinas; lo más complicado es trabajar algunos tipos de pieles porque los zapatos que traen son de marca y da miedo echarlos a perder”.
Margarita señala que el calzado dice mucho de las personas, pues son parte esencial de la presentación sin importar la edad, educación o empleo. “Hay de todo: estudiantes, abogados, maestros, quienes diario vienen o quienes esperan hasta que se dañan sus zapatos. Algo que sí apreciamos mucho es que ahora piden nuestro servicio los nietos de los clientes de mi papá, porque saben que nuestro trabajo es bueno”.
Los Kaimanes
Desde hace 40 años “Los Kaimanes” ha sido una bolería familiar y Margarita planea continuar en este oficio heredado por su padre y sus tíos, y en algún tiempo más contar con su propio establecimiento.
“Mi papá es uno de los fundadores y hay bolerías en Tulipanes y Cuauhtémoc, donde trabajan mis primos y hermanos, pero yo soy la única mujer. Es muy noble este oficio, como todo hay altas y bajas, pero cuando uno le echa ganas las cosas se van dando”.
Don Carmelo Baños Castillo, padre de Margarita, quien ha laborado como bolero desde los 10 años de edad, asegura que con dedicación cualquier persona puede trabajar en este oficio, un ejemplo de ello, su hija.
“En esto llevo trabajando 62 años, nadie me enseñó, el hambre me obligó a tomar mi cajón y a salir a trabajar, ahora veo a mi hija y me da gusto saber que puedo seguir ayudándola a salir adelante, estamos bien organizados”.
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