PACHUCA.- Tiburcio Guerrero Moreno, tiene 78 años de edad, durante su juventud trabajó en las minas de Real del Monte y en el año de 1985 fue rescatista de las víctimas del sismo registrado en la Ciudad de México.
En la misma brigada de rescate que dirigía Tiburcio estaba Ángel Arellano Saldívar, un minero que falleció hace cinco años, pero cuya historia y memorias las cuenta su hija Estela.
Por seis décadas, los dos hombres dedicaron su trabajo a la Compañía Real del Monte y Pachuca; y sus conocimientos al interior de las minas los llevaron, hace 37 años, a rescatar a personas entre los escombros que dejó el terremoto.
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De minero a rescatista
Tiburcio recuerda con exactitud el nombre de Guadalupe Ruvalcaba, una enfermera que salvó con vida debajo de las ruinas del Hospital Juárez.
Aunque el nombre de aquella mujer no lo olvida, los horarios y días los recuerda vagamente, pero haciendo algunas cuentas, sabe que llegó tres días después del terremoto, cuando los edificios de la Ciudad de México se redujeron a escombros.
De la Compañía Real del Monte, donde trabajaba, lo enviaron junto con 120 empleados más a bordo de tres autobuses, la encomienda era rescatar a víctimas del temblor. El lugar: el Hospital Juárez.
"No nos dieron tiempo de nada. Al tercer día de que ocurrió el sismo fue cuando me llegó la orden: te vas a la Ciudad de México".
De los más de 100 trabajadores que llegaron, sólo se quedó Tiburcio junto con seis mineros más de 35 a 40 años de edad, además de dos ingenieros industriales que estaban a cargo del grupo: Rafael y Eduardo. Las demás personas regresaron a Hidalgo porque se fueron sin avisar ni dejar dinero para sus familias.
"Llegamos un sábado y para el miércoles me dijeron: maestro, ya no aguantamos, pide que nos regresen. Yo hablé con ellos, les dije que no me dejaran solo, solo saltaron seis voluntarios a parte de mí. Todavía el ingeniero Rafael se subió a los camiones donde ya estaba la gente para regresarse y le dijo que esto era como un parto porque debíamos salvar vidas, pero no hubo poder humano que los convenciera".
Tiburcio se quedó, pero los rescates de personas no fueron instantáneos hasta después de algunos días. Recuerda que entre los escombros escuchó gritos de una mujer, era Guadalupe Ruvalcaba.
"Seguimos buscando y escuchamos los gritos de una mujer desesperada que decía: sáquenme, ya no aguanto".
El exminero contó que lograron rescatar a Guadalupe, una enfermera que no estaba en labores al momento del sismo, sino hospitalizada debido a un legrado.
"Los pisos se juntaban con los techos (...) al principio no podíamos sacarla porque la losa estaba encima de ella, me acuerdo que fue un compañero de nombre Javier, que en paz descanse, quien entró por ella".
Después del rescate, que tardó cuatro horas, canalizaron a la mujer con personal de la Cruz Roja y Tiburcio dice que no la volvió a ver.
Junto con Guadalupe había una enfermera más, se trataba de Ángeles Medina, pero el rescate de la segunda mujer ya no le tocó.
"Recuerdo que decía: gracias a Dios que llegaron ustedes, pero cuando ya la jalamos estaba en bata, la atendieron los paramédicos y se la llevaron, no tuve comunicación ya con ella, tan luego como sacamos a Guadalupe nos dieron la orden de retirarnos para que entrara otro grupo por Ángeles".
El grupo de mineros hidalguenses no sólo salvó a Guadalupe, pues Tiburcio menciona que también lograron sacar a tres niños, todos con vida.
"Antes de lo de Lupe, encontramos a tres bebés y los pasamos uno tras otro, en eso no se necesitó maniobrar mucho, solo nos tiramos de pancita y a jalarlos (...) estaban bebecitos, los paramédicos nos decían que seguro resistieron porque no gastaban mucho oxígeno porque estaban pequeñitos".
Tiburcio estima que los mineros permanecieron de 10 a 11 días intentando rescatar a más personas. Cuando regresaron a Hidalgo la Compañía les dio cuatro días de descanso, tiempo que aprovechó para ir a la Catedral de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, localizada en Jalisco.
"Fui a darle gracias a la virgen, a distraerme tantito y olvidar esas cosas porque fue muy fuerte, tropezábamos con los cadáveres, teníamos que hacerlos a un ladito para seguir. A algunos les ponían calidra (cal) para matar el mal olor, fue muy difícil".
Después del rescate en Ciudad de México, Tiburcio contó que fue enviado nuevamente a rescatar víctimas en El Salvador, en el terremoto de 1896, aunque reconoció que aquella ocasión solo encontró a personas sin vida.
Cuando Tiburcio asistió al rescate de 1985 tenía 41 años de edad, pero desde los 16 comenzó a trabajar en la mina La Rica del Real del Monte, se especializó en dar mantenimiento a la maquinaria y en agosto de 1889 salió de la compañía minera, a la que le dedicó 30 años de su vida.
Ángel, un héroe minero
Al igual que Tiburcio, Ángel Arellano Saldívar fue rescatista del sismo de 1985 y aunque ya falleció, su hija Estela Arellano cuenta las historias que en más de una ocasión escuchó de su padre.
La mujer considera que los mineros como su papá que ayudaron en aquellos trabajos fueron los primeros topos y ese nombre recibieron por andar bajo la tierra.
"Mi papá fue minero y empezó desde muy chico trabajando. En lo del sismo no se llevaron a cualquier minero, sino a los que sabían de primeros auxilios, a los que trabajaban abajo de la mina, porque conocían abajo de la tierra".
Ángel se encargó del rescate de una familia con vida integrada por una madre que tenía abrazados a sus dos niños.
"Mi papá nos platicaba que como los demás rescatistas que no eran mineros ya estaban cansados, lo que querían era meter máquinas, pero los mineros les dijeron que no, porque ellos iban a entrar".
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Después de varios días, Ángel llegó a Hidalgo. Estela, que en ese entonces tenía 12 años, recuerda que vio a su papá sucio y cansado, que platicó un par de historias y se fue a descansar.
“Él sentía una satisfacción muy grande de que había rescatado a gente, pero llegó con un cansancio muy fuerte, dijo que había rescatado familias y que eso lo hacía feliz".
Ángel nació en Guanajuato, pero su familia lo trajo a los dos años de edad a Hidalgo, para los 16, comenzó a trabajar en las minas y se jubiló en octubre de 1985, un mes después de los rescates en la Ciudad de México.
Ser voluntario fue de sus últimas acciones y la despedida de la minería, un trabajo que le dejó secuelas en los pulmones, pues sus últimos 10 años de vida los pasó conectado a un tanque de oxígeno, murió en 2017 a los 80 años de un paro respiratorio.
En su vida productiva y al interior de las minas fue malacatero; es decir, se encargaba de mover el material en canastillas; un año antes de su jubilación lo enviaron como ayudante en el transporte de pipas.
"Ser hija de un minero me ha dejado satisfacción muy grande, hay mineros que ya murieron, otros viven, pero me siento muy orgullosa (...) para mí cada 19 de septiembre significa que no tenemos que olvidar a los mineros".
sjl