#CONTRA LA VIOLENCIA FEMINICIDA

“Ahora me siento invencible, cumpliendo mis sueños”: Andrea, sobreviviente de violencia

Andrea estuvo en una relación afectiva de ocho años en la que fue víctima de violencia, logró salir de esa situación y ahora es una mujer que está cumpliendo sus sueños

La fotografía es uno de los pasatiempos de Andrea.Créditos: Cortesía
Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.– Ocho de sus 34 años de vida Andrea sufrió violencia verbal, psicológica y económica del que era su pareja, cuando esas agresiones escalaron a golpes, se dio cuenta que su vida estaba en peligro y huyó. Desde entonces han pasado dos años en los que ha asistido a terapias; con el apoyo de sus redes familiares y amistades ha recuperado su autoestima, pero el proceso de sanación no ha sido sencillo.

Hoy en día, Andrea se describe como una mujer valiente, con sueños y metas por cumplir, por compartió su historia, en el marco del #25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, para difundir un mensaje de aliento a quienes están en una situación similar.

“En este punto de mi vida me siento invencible, cumpliendo mis metas, cumpliendo mis sueños. Me siento capaz de lograr lo que sea y ya no me volveré a poner ningún obstáculo en la vida y mucho menos por alguna persona”. 

Debido a que aún se encuentra en un proceso de sanación, Andrea pidió resguardar su identidad, pero compartió algunas fotografías de su autoría para mostrar sobre la forma en que ve el mundo mediante la lente de su cámara, ya que es una de sus actividades favoritas.

El noviazgo

Andrea conoció a su pareja mientras estudiaba la universidad. Durante dos años fueron novios y por seis más vivieron juntos. Desde el inicio de la relación las red flags estuvieron presentes, pero en ese momento no le era posible ver esos focos rojos.

Foto: Cortesía de Andrea

“Había muchas conductas que a mí me lastimaban y me hacían sentir mal, pero pensaba que a lo mejor era exagerada o que no estaba mal, pero llega un momento en el que todo te va dañando (…) hubo muchas cosas que pasaba por alto, hasta que después me di cuenta que no estaban bien”.  

La primera forma de violencia fue la económica. Andrea y su expareja trabajaban en un tianguis, pero el dinero lo administraba él. Para ese momento, ella ya había terminado su carrera universitaria, aunque él no le permitía ejercer.  

“Esta persona no quería que me desempeñara en lo que yo había estudiado y todo el tiempo me decía que no era buena para ejercer, que lo mío era solo el comercio informal, ese tipo de cosas. Me hacía comentarios como: para qué te va a ir a trabajar de ‘godín’ muchas horas si vas por un sueldo mísero”.

Después de un tiempo, Andrea se enteró de una oferta laboral, ingresó a una empresa y comenzó a percibir su propio dinero, para este punto, él dejó de tener control sobre sus ingresos, así es que empezó con agresiones verbales. Así como con el control de salidas, restricción de horarios y trasladarla en todo momento a su centro laboral. 

Foto: Cortesía de Andrea

“Empecé a ganar mi propio dinero, a tener recursos para comprarme mis propias cosas sin pedirle permiso, cuando esta persona vio esto empezó a sacar todas sus armas para mantenerme sumisa (…) Él decía que yo lo quería hacer sentir menos y poco a poco fui omitiendo mis logros, sintiendo culpa por destacar o por hacer algo bien porque él decía que yo lo humillaba con eso”.

La Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia (LGAMVLV), en su artículo 6, fracción IV, explica que la violencia económica “es toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima” y se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de las percepciones económicas, y en el caso de un centro laboral, ganancias de un salario menor por igual trabajo.

Las red flgs

A la violencia económica se sumó la psicológica, que, de acuerdo con la LGAMVLV, va desde la celotipia, insultos, humillaciones, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo o amenazas que llevan a la víctima a la depresión, a la devaluación de su autoestima, su aislamiento e incluso el suicidio.

Foto: Cortesía de Andrea

La expareja de Andrea encontró una forma de aislarla de amigos y amigas, no le prohibía hablar o salir, pero sí se enojaba si tenía contacto con alguien, el castigo era irse de casa o ignorarla por dos o más días.

“Pareciera que no, pero poco a poco te vas alejando de las personas porque yo no quería que estuviéramos enojados. Si hablaba con un amigo él cobraba como una especie de venganza y se desaparecía dos o tres días como para castigarme o haciéndome la ley del hielo, ese tipo de cosas que son violencias que sin darte cuenta van mermando en ti y van cambiando tus conductas y manera de ser”. 

La situación escaló de la misma manera con familiares hasta que ella se terminó alejándose de su hermana y hasta de su mamá.

“Él hacia comentarios malos de mi mamá, decía que me explotaba mucho y me metía ideas en contra de mi madre. Él me decía que hacia esos comentarios porque me quería y que él era la única persona que estaba para apoyarme”.

El miedo 

Durante ocho años, la violencia en sus distintas formas escaló hasta los golpes, el primer día que Andrea recibió una agresión física fue cuando él quería ir a cenar y ella no, así es que todo desencadenó en una pelea.

“Fue llegar al borde de la violencia física, traía un cúmulo ya de humillaciones, infidelidades, él se fue haciendo más bravo, entre menos dependía yo de él, más le molestaba, se volvía más grosero y agresivo, entonces la gota que derramó el vaso fue un día cuando me dijo: vamos a cenar, yo le respondí que no. Se puso muy terco, me contestó: te voy a contar tres para que te pares o que saco arrastrando de la casa”.

Aquel día comenzaron los golpes y ese mismo día se acabaron porque ella decidió salirse de la casa que juntos habitaban, acudió al Centro de Justicia para Mujeres del Estado de Hidalgo para notificar la situación y por unos días le enviaron una patrulla que hacía rondines afuera del nuevo lugar donde comenzó a vivir. 

“Al principio tienes mucho miedo porque no quieres que esa persona regrese, que te haga daño, te sientes sola, es algo que tambalea tu mundo, te cuesta trabajo pensar, concentrarte, porque no es el rompimiento de tu relación, también de los parámetros de tu vida”.

Andrea buscaba realizar una demanda por violencia intrafamiliar, pero contó que en el Centro de Justicia la conminaron a resolverlo en justicia alternativa, especialmente porque ella pretendía que su expareja le pagara un préstamo de más de 50 mil pesos.

“En el Centro de Justicia casi casi me dijeron que llegara a un acuerdo con él para que me pagara, me dijeron que si lo denunciaba menos me iba a pagar y yo así lo hice, pero solo me dio 7 mil 500 pesos, si de todas maneras no me iba a pagar, si lo hubiera denunciado”. 

Andrea una mujer con sueños y metas 

Los primeros seis meses posteriores a la ruptura fueron los más complicados para Andrea, especialmente por los gastos económicos y las deudas que su expareja le dejó; sin embargo, con el apoyo de sus familiares y redes de amistades, logró retomar su vida. 

“Hubo mucha gente buena que se acercó a mí, que me supo dar buenos consejos, que estuvo para ayudarme, para escucharme. Los terapeutas también me ayudaron a sanar hasta que hubo un momento en el que vi la luz, en el que dije: yo puedo”.

Con el tiempo, también llegaron mejores oportunidades laborales, terminó de pagar las deudas, aspira a comprar una casa y comparte su vida con una nueva persona.  

“Entendí que no debo dejar entrar a mi vida a nadie que no sea capaz de darme lo que yo misma estoy dispuesta a hacer o hasta más”.

sjl