León-. “Le pido de favor que no me discriminen” dice Juan Chávez Cervantes un afilador de cuchillos que además de afilar estos utensilios hace oraciones de sanación en el centro de la ciudad, así se gana la vida desde hace más de 40 años, dicen ya nadie quiere afilar objetos punzocortantes, sin embargo, se dedica a este oficio antiguo.
Desde la colonia Lomas de la Piscina Juan pedalea un triciclo de metal despintado, algo desgastado ya por el tiempo, por el sol en las calles de León, sopla un silbato y así anuncia su llegada para buscarse su sustento, en una ciudad en la que -dice- se discrimina a los adultos mayores.
Juan pedalea su bicicleta, detiene la llanta trasera y hace girar el pedernal para afilar cuchillos y tijeras: “Los afilo si me llegan al precio” comenta con una sonrisa, que pocas veces se dibuja en su rostro quemado por el sol.
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Dice Don Juan que antes sobraba trabajo de afilador y había quienes eran expertos en el arte de afilar. Hoy ya no se paga por una buena afilada, por eso Don Juan también hace oraciones para sanar gente.
“Se cobraba, póngale… Las tijeras 50 y 60 pesos, hoy son100 pesos para arriba, ahora pura bendición y sanación” dice afligido don Juan, pues ya nadie quiere pagar y los clientes son pocos, y los pocos, regatean o quieren sacar ventaja por ser mayor.
“Póngale, me salieron 15 cuchillos y se los iba a cobrar por mitad, y me salieron que mejor la mitad, oiga los voy a afilar todos” explica Juan y añade “hay poquito trabajo y tampoco voy a regalar mi trabajo” dice molesto Juan Chávez Cervantes.
Pide respeto por su trabajo y que se le discrimine
Él pide no ser discriminado y que su trabajo como afilador y sanador sea respetado, pues es la única manera de trabajar, aunque todavía tiene clientes: “Uno que otro sale por ahí, le diré que pos ya no es negocio y ya como le digo dejé lo de la afilada, pero le digo si me llegan al precio y pagan lo que les pido”.
Don Juan dice que en la ciudad ya quedan poco afiladores y es un oficio que pronto se perderá, aunque detalló “Todavía hay uno que otro, por ahí anda el hijo de Don Pedro que estaba aquí en la Rivera”.
Don Juan pedalea todos los días, a quien paga por su oración le recita un evangelio, y da la bendición, y ofrece el viejo arte de afilar unas cuchillas, como en antaño, pitando en las calles para llamar la atención de los cocineros y las costureras del centro de León.