INDUSTRIA DEL CALZADO

Emyco: un gran emporio que terminó en la nada

Llegó a ser la empresa zapatera más importante de León y una de las mayores a nivel nacional; problemas financieros la llevaron a la quiebra y miles de trabajadores perdieron sus empleos

Durante casi 9 décadas, miles de los mejores zapateros de León llevaron el pan a sus casas gracias al trabajo que les proporcionó Emyco, y que además les daba el orgullo de ser parte de la compañía.
Durante casi 9 décadas, miles de los mejores zapateros de León llevaron el pan a sus casas gracias al trabajo que les proporcionó Emyco, y que además les daba el orgullo de ser parte de la compañía.Créditos: Especial
Escrito en GUANAJUATO el

León.- Fue, durante décadas, sinónimo de calidad y elegancia. Los leoneses más exigentes tenían a sus pies, literalmente, los productos de una empresa de renombre elaborados por los obreros más calificados del gremio zapatero. Uno de los fundadores, Felipe Martínez Chapa, dejó la fábrica Emyco en manos de sus hijos Felipe Pablo y Luis Gerardo. Martínez Chapa había comenzado la factoría, con sus socios Jesús Escamilla y Daniel Martínez, con un pequeño taller, en diciembre de 1926.

90 años después, a los herederos les tocó ver la debacle de esa empresa insignia de la industria leonesa, que había comenzado con 20 trabajadores y una producción de 120 pares semanales en un taller en la calle 5 de Febrero casi esquina con Libertad.

Los cambios de sede que vivió la empresa la llevaron en 1945 a la 5 de Febrero, en la esquina donde permaneció hasta la mudanza, en 1968, de gran parte de su producción al bulevar López Mateos, en la salida a Silao.

Llegó a tener los derechos de marcas como Nike (muy pocos lo recuerdan), Florsheim, Hush Puppies, Skechers y Caterpillar, además de que en sí el nombre Emyco gozaba de gran prestigio, tanto, que era la compañía leonesa que marcaba la pauta en las exposiciones nacionales de Sapica. Sus modelos Gran Emyco eran la clase andando.

Hoy, nada de aquello ha quedado. Conflictos entre los socios y deudas multimillonarias acabaron con una marca que era orgullo de León. Y acabaron con toda esa tradición.

 

Orgullo de empresa

 

Sergio Méndez, de 77 años, trabajó en tres etapas de su vida laboral en esa empresa. Primero en la céntrica nave de 5 de Febrero, y luego en la de López Mateos, hasta que los ojos ya no le permitieron seguir ejerciendo su oficio de pespuntador. Literalmente, dejó su vista en la fábrica.

El que fuera un edificio emblemático de León, cerca de la zona centro, hoy es escombro.

Menciona que era un orgullo pertenecer a la “familia Emyco”, pues ser zapatero de esa compañía, además de bien pagado, significaba estar entre los trabajadores mejor cualificados. Incluso había familias enteras en las que el papá, tíos y hermanas formaban parte de la agrupación en las diferentes alineaciones: cortadores, doblilladores, adornadoras...

Con él trabajó su sobrina Ruth, hoy vendedora de comida, y fue quien compartió la experiencia de don Sergio a La Silla Rota. “No fotos, nomás le platico lo que nos tocó vivir; yo estaba en el área de adorno, cortando hebras, dando brocha, pero luego cerraron y nos quedamos sin trabajo. Me dieron una compensación porque nos fuimos a juicio, pero no me pagaron lo que yo esperaba”.

 

Al Fobaproa

 

La primera vez que se tambaleó la empresa Emyco apareció luego de 1994 con la crisis nacional. La industria del calzado fue una de las más golpeadas y los Martínez Treviño no pudieron sortear la situación. Sufrieron el impago de clientes, encarecimiento de insumos y devaluación, teniendo que hacer recortes de personal en medio de una sensible baja en las ventas.

En 1998, el subcomité de recuperación de los recursos del Fobaproa informó que originalmente se había presentado una propuesta de recuperación de los créditos del 38 por ciento en pago en especie. Después se presentó la alternativa de una recuperación en efectivo del 58 por ciento.

El asunto se presentó en la sesión número 21 (23 de diciembre de 1997), en la que Guillermo Güémez, vicegobernador del Banco de México, comentó que "en realidad el pago de 212 millones de pesos que estarían efectuando los accionistas de la empresa corresponde al valor de la misma en una valuación por flujos, por lo que no sería factible recuperar más de ese monto".

 

Prácticas desesperadas

 

A comienzos del nuevo siglo, Emyco tenía en las marcas que representaba su principal valor. Ya no tenía Skechers, mucho menos Nike, que fue efímera con ellos. Pero Caterpillar y Hush Puppies eran sus banderas.

Sin embargo, de acuerdo con fuentes internas del área administrativa y de producción, recurrieron a prácticas como reparar calzado defectuoso principalmente de Caterpillar, que era importado y hacerlo pasar como de primera.

Vinieron también los pleitos entre los hermanos Felipe Pablo y Luis Gerardo, que incluso hicieron públicas sus diferencias mediante desplegados en la prensa local. El Heraldo de León se convirtió en campo de batalla de una guerra de papel en la que mutuamente se señalaban sobre todo por cuestiones económicas y su participación en las acciones. El escaparate duró hasta que directivos de la editorial prefirieron sacar al periódico de en medio de la disputa.

Aun así, el gremio zapatero reconoció a Emyco con el “San Crispín de Oro” en 2007, presea con la que se distingue a los principales productores, y que 30 años atrás ya se le había otorgado por parte de la Cámara del Calzado.

Ya en 2010 una consultoría externa les recomendaba una reingeniería completa, señalando un organigrama demasiado complejo y una productividad deficiente.

 

Siempre el dinero

 

Además de los conflictos internos una deuda millonaria hizo que el nombre de Emyco también trascendiera en un juicio de gran cuantía. Desde 1995, consecuencia de la crisis, comenzó a contraer adeudos millonarios que no pudo liquidar. El remate de sus acciones, valuadas para entonces en 100 millones de pesos, serviría para cubrir el saldo, además de otros activos e inmuebles que formaban parte de un fideicomiso dejado como garantía.

El adeudo era en ese entonces de más de 304 millones de pesos a 11 diferentes bancos, entre estos Banco del Centro, BanCrecer, Serfin, Bancomer, Banamex, Banco Mexicano, Promex, Bital, Mercantil del Norte, Atlántico e Inverlat.

Los directivos intentaron ampararse contra el pago; un juez federal concedió la suspensión provisional, pero otro juez ordenó levantar la suspensión y pagar. En 1997 seguía el impago y el acreedor era Salvador Oñate, de Banco del Centro y Banca Serfin.

Salvador Oñate ya había adquirido los derechos de los adeudos bancarios en una subasta de los bancos acreedores.

Los pleitos mercantiles se extendieron una década y confrontaron al hombre más rico de León, Salvador Oñate, contra Felipe Pablo. Pasaron de lo mercantil a lo penal, entre demandas y denuncias en las cuales una derivó en orden de aprehensión contra el zapatero, que finalmente fue rechazada.

Mientras tanto, la producción y las ventas en picada tenían en zozobra a los más de 2,000 trabajadores, que finalmente vieron esfumarse su fuente de empleo, para muchos, de toda la vida.

A los consumidores les quedó la nostalgia de una marca leonesa que era orgullo local, mascarón de proa de la industria más representantiva de la ciudad y tractor económico de cientos de empresas que dependían y habían credido a la sombra de Emyco.

cv