León-. Era un gran caudal en el que la corriente de agua limpia se precipitaba sobre la tierra, las piedras y la arena, entre árboles y arbustos; los leoneses acudían al río para bañarse, para lavar la ropa, para pasear sobre las riberas del arroyo, así se recuerda el Malecón del Río a través de fotografías.
José R. Mena perpetuó el pasado natural del Malecón del Río a través de labor como fotógrafo en donde captó la vida cotidiana en el río: las mujeres asistían a lavar sus prendas sobre los riachuelos, los niños hundían sus pies en el agua, los hombres montaban caballo con sus sombreros, otros caminaban a pie y en bicicleta disfrutando de un paseo sobre las riberas del arroyo.
En las fotografías se puede apreciar la belleza que alguna vez tuvo el Malecón del Río con su gran espejo de agua en temporada de lluvias; los imponentes árboles que habitaban sobre los costados de las riberas de tierra, antes de que todo se convirtiera en un canal de concreto y una vía para automóviles.
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Las imágenes fueron captadas en el siglo XX en la década de los treintas por José R. Mena Valle originario de San Felipe, Guanajuato, después leonés por elección, fue un apasionado de la fotografía, retrató la vida cotidiana de los leoneses; las viejas casonas y los antiguos barrios, así como los sucesos históricos que acontecieron en León durante los veintes y los treintas, su trabajo fotográfico es extenso pues captó una gran cantidad de imágenes de León y Guanajuato capital que hoy permiten conocer cómo era la ciudad, cómo era el mundo de ayer.
Las fotografías fueron compartidas a La Silla Rota por Rosa María Mena, hija del fotógrafo José R. Mena de su colección particular. En las imágenes no solo se aprecia la vida cotidiana en el Malecón del Río sino también las edificaciones antiguas como el dique construido por Luis Long y el puente original Barón y Morales.
Los retratos del Malecón del Río muestran la corriente de agua que bajaba de los cerros y los montes desde la Sierra de Lobos, más allá, en el horizonte, abundaban los árboles y rancherías, el ganado bajaba a comer la yerba sobre la cuenca del río que a lo largo de los 447 años de historia de la ciudad ha cambiado de nombre, como Río de Señora, Río de León y Río de Los Gómez.
Toribio Esquivel Obregón describió en su libro, Recordatorios Públicos y Privados León (1864-1908) parte de la flora que habitó sobre la cuenca del Río de León: “Era un río lleno de Jaras olorosas, sauces sombríos y claros remansos; cuya corriente permanentemente era mantenida por manantiales de la sierra del Coecillo”.
“Y que durante el mes de mayo la gente disfrutaba bañarse en su caudal; situación que cambiaba radicalmente al mes siguiente, cuando el río ya no era de fiar, ya que mientras sus aguas permanecían mansas, un aguacero en la sierra hacía descender una avalancha de agua que arrastraba a los imprudentes, que no cuidaban del grito que se transmitía de boca en boca por los que veían descender la creciente, y advertían a los descuidados lanzando potentes gritos de alarma: ¡Allá va la punta!, mientras la mayoría apresuradamente se ponía a salvo” Compartió Luis Armando Salcedo, editor de la revista León restaurando su historia.
El río que cruza por la ciudad forma parte de la memoria natural y de la historia de León desde que se fundó como Villa el 20 de enero de 1576, un río que desde hace más de 400 años ha sido indomable.