León.- Son las 7:00 de la noche en “la Madero”. Bajó el sol, los bares y antros encendieron sus luces neón y los jóvenes comenzaron a llegar, pero, paradójicamente, como si se tratase de una campanada que anuncia un toque de queda, las 8 familias que sobreviven a lo que hoy se convirtió en un centro de diversión nocturna, se encierran resignados a pasar una noche más entre desvelos.
Hace 6 años que los negocios de bares comenzaron a consolidarse, calcula la señora Araceli, vecina de la calle Francisco I. Madero, comúnmente conocida como “la Madero”, en la colonia Centro de León.
Es una vialidad integrada por 6 cuadras, con hasta 10 inmuebles cada una, que van desde el Arco de la Calzada hasta la calle Hermanos Aldama.
Te podría interesar
Hubo una época en la que estas alrededor de 40 casas eran el hogar de decenas de familias, pero hoy, en la calle que antes fue un vecindario solo quedan 8 familias viviendo en las antiguas casas de “la Madero”.
Siempre que se refieren a la calle la gente la asocia con diversión, música y alcohol. De miércoles a domingo las noches duran más que el día. Ya desde las 6:00, los antros y bares establecidos donde antes vivía la gente abren sus puertas a la llegada de jóvenes que quieren pasar una, o más noches, de distracción, y así permanece a veces hasta las 7:00 de la mañana.
“No se van, a veces aquí se quedan hasta las 7:00 de la mañana”, platica la señora Araceli Martínez Martínez de 55 años de edad.
Lleva viviendo en la calle Madero desde hace casi 40 años. Llegó cuando a penas era una joven y desde entonces ha visto como lo que antes era un vecindario se volvió un punto de recreación. Poco a poco la calle se ha quedado sin vecinos, unos se han ido, pero la mayoría, gente mayor, ya murió y lo que quedó de sus hogares se convirtió en un bar, antro o restaurante.
Araceli, que hoy es cuidadora de su hermana, una mujer mayor enferma, platica que “la Madero”, como centro nocturno, se comenzó a consolidar hace cerca de 6 años. Desde entonces las noches ahí las pasan entre desvelos.
Su casa está casi en frente de uno de los bares más concurridos de la calle: el Étnico. Desde temprano, largas filas de gente esperando entrar para tomarse una caguama y bailar cumbias se forman en la acera.
Y mientras ellos esperan, cantando y bailando, la calle se convierte en un desfile de jóvenes con unas copas encima buscando uno de los más de 20 bares con cupo para poder entrar, beber un rato y luego salir para buscar otro antro más divertido.
Muchos llenan la noche de música y risas, pero otros siembran miedo y preocupación en las 8 familias que sobreviven en “la Madero”.
Evangelina, que lleva 22 años viviendo ahí, dice que aunque no duermen mucho los “días de antro”, se sobresaltan algunas noches por algunos sonidos.
“A veces gritan y se pelean a golpes y nos asustamos”, expresa, sentimiento con el que también coincide Araceli.
La edad y la vida se llevó al resto
Araceli y Evangelina son solo 2 de las 8 familias que sobreviven en “la Madero”. Ambas cuentan como antes era una calle llena de vecinos y amigos, pero el tiempo y la edad fue vaciando la calle de todos ellos.
“No fueron los antros”, admite Araceli. Con el paso del tiempo, los hijos jóvenes se mudaron al crecer y en casa se quedaron los padres, pero, naturalmente, con su avanzada edad, fueron muriendo hasta dejar las casas vacantes de alguien que las quisiera llenar de vida.