DÍA DE MUERTOS

Muertos con historia: las 180 lápidas en este antiguo templo

La familias pudientes y de abolengo de la ciudad sepultaron aquí los restos de sus seres queridos, todos ellos con historias interesantes

Más de 180 lápidas recuerdan a las personas que fueron sepultadas en el templo del Sagrado Corazón de Jesús, en Silao.
Más de 180 lápidas recuerdan a las personas que fueron sepultadas en el templo del Sagrado Corazón de Jesús, en Silao.Créditos: Especial
Escrito en GUANAJUATO el

Silao.- Aquí yace la señorita María del Concepción Ibargüengoitia. Ella formaba parte de una de las familias más ilustres de la ciudad. Los Ibargüengoitia Bravo, de la calle Domenzáin, fueron una de las familias de alto abolengo de la Silao, y la lápida de María de la Concepción, fallecida el 26 de marzo de 1956, es solamente una constancia del clan.

Esta lápida marca una de las 180 sepulturas en el Templo del Sagrado Corazón de Jesús y de Nuestra Señora del Patrocinio, mejor conocido y más fácil, como llanamente “Casa de Ejercicios”.

Los apellidos inscritos en mármol nos remiten a conocidas estirpes que aún hoy continúan en la ciudad.

La señorita Conchita fue hermana de Rosario, Teresita y Raúl. Este último era el dueño de la casona que estuvo en la esquina de Palma y Unión, donde ahora es un fraccionamiento.

 

Aquí descansan

 

Hay otras sepulturas que llaman la atención, como la de don Rodrigo Durán Miranda, quien murió el 14 de septiembre de 1951. Falleció a los 78 años y entre su descendencia está Juan Durán Gasca, hijo de don Rodrigo y de doña Teodora Gasca Álvarez.

Lápida de Rodrigo Durán Miranda.

El rancho de ellos era llamado Jesús María, hoy conocido como Los Rosales, muy cerca de Medrano, y siempre vivieron en la calle Aldama, muy cerca del templo Casa de Ejercicios, donde hoy yacen sus restos.

Rodrigo fue la tercera generación de una familia llegada de Francia, cuyo apellido originalmente era Duranth, y al registrarlos les quitaron las dos últimas letras; Teodora era mexicana de antepasados españoles. Ambos dejaron asentado que querían ser sepultados en el templo vecino del que siempre fueron asiduos feligreses.

Entre la actual descendencia está la señora Silvia Gómez Durán, bisnieta de Rodrigo.

 

 

El padre de la sanación

 

Aquí yacen también los restos del sacerdote josefino José María Ramos, quien murió el 11 de junio de 1947 a los 68 años. De él se decía que tenía el poder de sanación, y personas enfermas recurrían esperando un alivio.

Aquí yace el padre Ramos.

Durante su presencia en este templo como capellán, el padre Ramos ayudó mucha gente; logró que se recibieran muchos curas, como el padre Manríquez, el padre Chabelo Rodríguez, el padre Millán, el padre Durán y muchos sacerdotes más.

En Silao viven todavía parientes del padre Ramos, como sus sobrinos de las familias Ortega y Castillo.

 

Se fue joven, la siguen recordando

 

El 6 de agosto de 1952 murió Silvia Rivera L. Así dice la lápida de esta señorita nacida en 1934. Su nombre completo era Sara Silvia Rivera Leiva, y hoy la gente mayor de Silao la recuerda con aprecio, pero con también con dolor, porque se fue muy joven. Viven todavía sus hermanos Edith y Francisco Rivera Leiva.

Un sentido epitafio para la joven Silvia Rivera.

 

Otra sepultura de alguien que murió muy joven es la de Miguel de la Torre Béjar, quien dejó este mundo en 1935.

Lápida de Miguel de la Torre.

 

De origen español

 

Originaria de Santander era la familia Ruiz Abascal. Hay una lápida de 1959 señalando el fallecimiento de Manuel Ruiz Abascal, quien fue parte de una familia con una amplia ramificación y arraigo en la ciudad.

En recuerdo de don Manuel.

Manuel se casó con doña Lolita, y sus hijos fueron Chava, Roberto, Arturo, Lolita, Araceli, Juan Manuel y Josefina, una gran familia.

Fue hermano de Ángel Ruiz Abascal, y tío del doctor Ángel Ruiz Ajo, este último de la señora Villalpando, de los famosos quesos y restaurante Villalpando.

Entre la descendencia de la familia están los León y los López Remus.

 

Historia a custodiar

 

La silaoense Mónica Velázquez Aguilar es una ciudadana que se ha dedicado a promover la preservación de este templo, como parte del equipo parroquial, y es quien ha recopilado testimonios de la descendencia de los difuntos que ahí reposan.