OPINIÓN

La cuesta de enero no es un accidente #Dinero

Desde la educación financiera sabemos que los problemas económicos no suelen surgir por un solo gasto grande, sino por una combinación de decisiones pequeñas tomadas sin planeación

Escrito en GUANAJUATO el

Cada año, la cuesta de enero aparece como si fuera un fenómeno natural inevitable, casi como una maldición colectiva que cae sobre los hogares mexicanos después de las fiestas decembrinas. Se habla de ella con resignación: que si los precios suben, que si las deudas pesan más, que si el dinero “ya no rinde”. Pero la verdad incómoda es esta: la cuesta de enero no es un accidente, es una advertencia. Y como toda advertencia, puede anticiparse.

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Desde la educación financiera sabemos que los problemas económicos no suelen surgir por un solo gasto grande, sino por una combinación de decisiones pequeñas tomadas sin planeación. Prepararse para la cuesta de enero no significa dejar de disfrutar diciembre, sino aprender a disfrutarlo sin hipotecar el inicio del año. Comparto aquí siete ideas clave, prácticas y realistas, para enfrentarla con mayor tranquilidad.

1. Entender que diciembre se paga en enero

El primer paso es mental, no financiero. Diciembre suele vivirse como un mes “fuera del presupuesto”: aguinaldo, bonos, tarjetas de crédito y promociones generan una falsa sensación de abundancia. Pero el dinero no desaparece por arte de magia: los gastos de diciembre se reflejan directamente en enero, febrero y, en muchos casos, marzo.

Prepararse implica cambiar la narrativa: no es “me lo merezco”, sino “¿cómo lo voy a pagar?”. Hacer este ejercicio antes de gastar —aunque sea de manera rápida— reduce decisiones impulsivas. Si algo no puede pagarse en uno o dos meses sin comprometer gastos básicos, probablemente no era una compra necesaria.

2. Hacer un cierre financiero del año, aunque sea incómodo

Pocas personas hacen un “corte de caja” personal al terminar el año. Sin embargo, este ejercicio es fundamental. Revisar cuánto se debe, a quién, en qué condiciones y con qué tasas de interés permite iniciar enero con claridad, no con miedo.

La cuesta de enero se vuelve más pesada cuando no se sabe exactamente cuánto pesa. Anotar deudas de tarjetas, préstamos personales, pagos diferidos y compromisos fijos ayuda a priorizar. No se trata de castigarse por decisiones pasadas, sino de tomar control. La claridad financiera reduce el estrés y mejora la toma de decisiones.

3. Priorizar liquidez, no lujos

Uno de los errores más comunes es quedarse sin efectivo después de diciembre. Tener “cosas” pero no dinero para transporte, comida o servicios genera ansiedad y, en muchos casos, más deuda.

Prepararse para enero implica reservar liquidez: efectivo o saldo disponible en cuenta para cubrir al menos los primeros gastos del año. Esto incluye inscripciones escolares, transporte, alimentos y servicios. El lujo puede esperar; la liquidez no. Tener dinero disponible es una forma de tranquilidad emocional y financiera.

4. Usar el aguinaldo como herramienta, no como premio

El aguinaldo suele tratarse como un premio que hay que gastar rápido. Desde la educación financiera, debería verse como una herramienta estratégica. Idealmente, su destino debería dividirse en tres partes: pagar deudas, crear un colchón de emergencia y disfrutar.

Cuando el aguinaldo se va íntegro en consumo, enero se vuelve cuesta arriba. En cambio, usar una parte para reducir deudas —especialmente las de mayor interés— genera alivio inmediato en los meses siguientes. Incluso un pequeño fondo de emergencia puede evitar recurrir a crédito ante cualquier imprevisto.

5. Cuidado con el “tarjetazo emocional”

Las tarjetas de crédito no son el problema; el problema es usarlas como reguladores emocionales. Estrés, culpa, presión social o cansancio suelen traducirse en compras impulsivas. En diciembre esto se amplifica: regalos, reuniones, compromisos sociales.

Prepararse para enero implica poner límites claros al uso del crédito: definir cuánto se puede gastar y en cuántos meses se pagará. Si una compra no tiene un plan de pago concreto, es una señal de alerta. El crédito debe servir a la persona, no al revés.

6. Ajustar expectativas: no todos los eneros tienen que ser iguales

Parte de la cuesta de enero es social y cultural. Se espera que el año inicie con el mismo ritmo de gasto que diciembre, y eso es poco realista. Ajustar expectativas —propias y familiares— es clave.

Enero puede ser un mes más sencillo, más austero y más reflexivo. No pasa nada por decir “este mes no”. Al contrario: normalizar la moderación financiera reduce presión y fortalece hábitos saludables. La educación financiera también es educación emocional.

7. Convertir enero en un mes de aprendizaje

Finalmente, la mejor forma de enfrentar la cuesta de enero es convertirla en una lección. ¿Qué funcionó? ¿Qué se salió de control? ¿Qué se puede hacer distinto el próximo año? Reflexionar sobre ello permite romper ciclos.

Enero es un buen mes para hacer presupuesto, fijar metas financieras realistas y, sobre todo, empezar a hablar de dinero sin culpa ni vergüenza. La educación financiera no se trata de ser perfectos, sino de ser conscientes.

La cuesta de enero no debería sorprendernos cada año. No es un castigo ni una fatalidad económica. Es el resultado de cómo nos relacionamos con el dinero. Prepararse es posible, y hacerlo no solo mejora las finanzas personales, sino también la salud emocional y la calidad de vida. Porque cuando el dinero deja de ser una fuente constante de estrés, se convierte en una herramienta para vivir mejor.

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