No son propiamente juegos, pero como si lo fueran. Tres competidores -2 mujeres y un hombres- pelean durante 3 meses, día y noche, con ataques y descalificaciones, en todo el país, por la Presidencia de República. Solo una será la ganadora.
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Se vale de casi todo. Mentir, traicionar, prometer, repartir dinero, negociar en lo oscurito y dar golpes bajos, con tal de ganar.
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La primera competidora es Claudia Sheinbaum, la que tiene el respaldo del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ella tiene todo a favor: el sistema, recursos y poder. La televisión la sigue a ella. Y las encuestas la favorecen por instrucción del sistema.
La candidata retadora es Xóchitl Gálvez, la niña del pueblo que vendía gelatinas y que llegó aquí apoyada por el pueblo inconforme, sin que ella lo pidiera. El pueblo disidente apoyó a Xóchitl y salió de la nada para competir.
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El tercer competidor, Jorge Álvarez Máynez, en realidad no compite en serio. No tiene mínimas probabilidades de ganar, y lo invita el sistema para ser comparsa.
El último ganador de los juegos fue Andrés Manuel López Obrador, quien compitió tres veces, hasta que ganó. Antes, el ganador fue Enrique Peña Nieto y mucho antes Felipe Calderón Hinojosa y Vicente Fox.
Hay una versión de Los Juegos del Hambre a nivel local. La competidora Libia Dennise García -ganadora de la contienda en su territorio azul-, enfrenta a las retadoras Alma Alcaraz y a Yulma Rocha.
Todo está listo. Las competidoras están listas con sus argumentos y sus armas secretas. La plaza está llena. La gente está ansiosa. El árbitro, el INE afina la jornada. Suenan las campanas.
Que comiencen los Juegos del Hambre.