En Morelia, hay culto a José María Morelos.
En los despachos de abogados, hay bustos de Morelos, como si fuera un santo. En las oficinas de Gobierno, hay pinturas de Morelos. En las casas particulares, hay imágenes y bustos de Morelos.
El Estado de Michoacán hay respeto en sumo grado por el Generalísimo Morelos y los jóvenes se aprenden los Sentimientos de la Nación.
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Los michoacanos no sólo veneran a José María Morelos, también le rinden culto a Melchor Ocampo, el ideólogo de Benito Juárez. En los despachos particulares, hay bustos de Melchor Ocampo en Morelia y en el Estado.
En Guanajuato, en cambio, no hay veneración a Miguel Hidalgo y Costilla. No conozco a un abogado o profesionista que tenga un busto de Hidalgo en León o Guanajuato. Tampoco conozco a un joven que hable de Hidalgo como su héroe o como un personaje a seguir. En Guanajuato se siente lejano Hidalgo, como si fuera de Dolores y no de León o la capital.
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En Oaxaca, en tanto, también hay veneración para Benito Juárez. Además de que hay decenas de escuelas, hospitales, parques y calles con el nombre de Benito Juárez, también hay orgullo por el Benemérito de las Américas. Juárez es un orgullo de Oaxaca, así como Morelos es un orgullo de Michoacán.
El Cura Hidalgo, en cambio, no tiene ese respaldo de los guanajuatenses. Sí hay reconocimiento para el Padre de la Patria, pero no es un motivo de orgullo regional del tamaño de sus méritos. Conozco a muchos guanajuatenses que se definen más como admiradores José Alfredo Jiménez y no tanto como seguidores del Cura Hidalgo.
Por alguna extraña razón, Miguel Hidalgo no tiene la gran admiración de sus paisanos, ni seguidores de sus grandes virtudes en Guanajuato. Sí hay reconocimiento y orgullo por su aportación a la Independencia, pero está muy lejos de ser lo que es Morelos en Michoacán o Juárez en Oaxaca.