Era como destapar un six. Primero la corcholata de Yucatán, Joaquín Díaz que cayó como cerveza helada.
Después la de Veracruz: Rocío Nahle para agarrar ritmo en el viernes botanero de Morena. Siguió con Javier May de Tabasco, Alejandro Armenta de Puebla y Margarita González de Morelos. A esas alturas, ya daban ganas de abrir el cartón completo de corcholatas. Seguiría Jalisco, Guanajuato, Chiapas y la Ciudad de México.
El ritual del destape de corcholatas de Morena fue delirante. Casi como una farra de cantina. Corcholatas por aquí y corcholatas por allá, artesanales y escarchadas. En total 54 corcholatas de 9 estados de la República deseosas de ser destapadas por Mario Delgado, el gran destapador de Morena.
Una ceremonia nunca antes vista. Todo un show de encuestas y pasarelas para definir a los candidatos a las gubernaturas y aparentar que ya no hay tapados, ni dedazos, como antes. El PRI no tenía tal recato. El PRI era burdo y los tres sectores del partido hacían los dedazos uno por uno, sin aparentar nada, por amiguismo y compadrazgo. Dedazo vil y descarado (el PRI robó más y destapó más).
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El PAN, por su parte, hacía elecciones internas. Los militantes hacían campaña y votaban por su favorito, en un ejercio democrático que después se torció en el camino y terminó siendo un compradero de votos.
Pero la nueva forma de designar candidatos se materializó ahora en el concepto de corcholatas. El término lo inventó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Una corcholata oculta que debe ser destapada por el gran elector, como si fuera un refresco o una cerveza (y nadie sabe la sorpresa que hay dentro).
Así se armó este viernes la primera gran ceremonia del destape de corcholatas, como si fuera la entrega de los Arieles o de los Gramys. La corcholata ganadora de la encuesta es: chan chan chan chan. Ricardo Sheffield. El segundo lugar es: Alma Alcaraz.
Brincan las corcholatas. Saquen las frías. Traigan otro six. Como para ponerse una borrachera.