León, Guanajuato.- Hace ya varios años que Nelson Sebastián Maz — conocido simplemente como Sebastián Maz — colgó los botines, pero para muchos en León, su figura sigue viva cada vez que pisa un campo, cada vez que camina por la ciudad, y según las personas que aún lo ven cada día que entra al gimnasio “El Bosque”, donde se le ve entrenando con la misma entrega de los tiempos en que sus goles subían al marcador.
Maz, oriundo de Durazno, Uruguay, se formó en Peñarol, y tras etapas complejas en clubes menores, dio el salto al fútbol mexicano donde encontró su voz goleadora.
Con Indios de Juárez se ganó el respeto; con Necaxa mostró hambre (literalmente, campeonatos de goleo); y con León, lo que muchos recuerdan: ese ascenso al máximo circuito en el 2012, la ovación, los nervios, los goles. Era el delantero que no se escondía.
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Hoy, fuentes allegadas comentan que Maz decidió echar raíces en León, después de años dentro y fuera, en lágrimas, victorias y recuperaciones de lesiones. El gimnasio “El Bosque” se ha convertido para él no solo en lugar de mantenimiento físico, sino en espacio de memoria: al subir pesas, al hacer cardio, recuerda los estadios llenos, el calor de la afición, los gritos, y también los momentos difíciles.
“Para mí León ya no es solo un club, es casa”,
diría si se le pregunta. Entrenar, ponerse al cien, mantener la disciplina, son hábitos que no se olvidan fácilmente. Su rutina incluye sesiones de gimnasio, recuperación, partidos amistosos, estar con jóvenes — algunos de León lo conocen como mentor. Su experiencia podría inspirar a muchas generaciones que hoy sueñan con meter gol, no solo en el campo, sino en la vida.
Maz ha dicho en entrevistas que lo vivido en León fue “algo divino”: la pasión, la exigencia, el amor de la afición. Lo que no se ve tanto en las estadísticas es lo que queda en lo intangible: legado, admiración, respeto. Y si efectivamente camina entre nosotros, viviendo aquí, entrenando allá en “El Bosque”, ese legado se siente más cercano, más humano, más nuestros.
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