León, Guanajuato.- Desde el momento en que arrancó el torneo, Club León mostró señales de desorientación. En su debut, empató a 1 con CF Montréal y fue eliminado en penales 7-6. Aquella madrugada, el equipo perdió más que un pase: dejó escapar una oportunidad de construir confianza. La tensión fue palpable, no hubo calma ni temple; faltó liderazgo en la cancha y cohesión para manejar el desenlace fatídico.
El segundo compromiso fue aún más crudo: frente al New York City FC, León cayó sin respuesta clara y sin capacidad de reacción. Dos goles en el primer tiempo y un penal atajado por Matt Freese, quien ratificó su estatura como muro difícil de vencer, sentenciaron el partido. La falta de conexión entre el medio y la delantera fue evidente: no hubo fluidez, apenas reacción.
Te podría interesar
El cierre llegó con la visita al Columbus Crew, vigente campeón. León, ya eliminado, se despidió con una derrota 1-0; un gol que fue más síntoma que consecuencia de la impotencia. El técnico Eduardo Berizzo lo resumió sin dramatismos: “Será una semana aleccionadora… volveremos y nos haremos fuertes, completando el núcleo de futbolistas…”
A todo esto se suma el peso desmedido que cayó sobre James Rodríguez, fichaje estelar que se convirtió —de forma injusta— en el rostro de la decepción. Desde su presentación fue tratado como salvador de un proyecto desgastado, y la narrativa mediática colocó expectativas altísimas sobre su rendimiento. James mostró destellos de calidad, sí, pero el equipo no le dio ni el ritmo ni la estructura para marcar diferencia. Falló un penal, pero también fue el que más lo intentó. Su lenguaje corporal evidenció frustración: no por el torneo en sí, sino por un entorno que esperaba milagros sin ofrecer soporte.
Más allá de las figuras individuales, el plantel exhibió serias limitaciones en todas sus líneas. La zaga central cometió errores de marca que terminaron en goles evitables. El mediocampo careció de recuperación efectiva y de ideas para distribuir juego. En la delantera, la falta de contundencia fue recurrente, con centros sin destinatario y poca movilidad en zona de definición. La banca tampoco ofreció soluciones. A pesar del esfuerzo de algunos elementos, el equipo mostró una imagen estática, sin ritmo, sin coordinación colectiva ni intención de apretar al rival cuando el contexto lo exigía. La desconexión fue general, y la distancia entre las líneas fue constante a lo largo de los tres partidos.
No hay listas o numerales aquí, sino una secuencia de episodios teñidos por una misma carencia: el Club León en la Leagues Cup 2025 careció de identidad y de un plan colectivo que trascendiera la presencia de figuras aisladas. Uno tras otro, los partidos demostraron que, sin estructuras, sin lectura oportuna del rival, y sin respuestas tácticas adaptadas al ritmo del torneo, ni el optimismo de su estratega alcanza para levantar una leve esperanza.
Este fracaso no es una anomalía. Coincide con su irregular andar en el Apertura y la eliminación prematura en fases previas de torneos internacionales. Para Berizzo, la derrota no es el fin sino una lección. Pero si no emergen cambios decisivos —en mentalidad, refuerzos, cohesión—, el reacomodo que promete quedará en buenas intenciones.
ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP. EL PODER DE LA INFORMACIÓN EN LA PALMA DE TU MANO
