León, Guanajuato.- El sol cae a plomo sobre la Feria de Verano 2025. Entre el ruido, la música y el aroma de algodones de azúcar, una figura diminuta destaca entre la multitud: Gerardito, un niño de seis años con tenis rojos, pantalón de mezclilla y una playera negra que grita “Never Stop”. Lleva también un gorrito marinero que intenta, sin mucho éxito, protegerlo del sol. Pero nada importa. Hoy es el gran día. Hoy entrará a Kool City, el inflable más grande del mundo.
Frente a él se alza un castillo inflable colosal, tan vasto que parece una ciudad dentro de otra ciudad. Kool City no es un inflable cualquiera. Es una experiencia completa. Ocupa más de 2 mil metros cuadrados y cuenta con zonas para escalar, resbalar, brincar, reptar y perderse entre obstáculos, túneles y pirámides de aire. Es un monstruo colorido e irresistible que ha llegado al Festival de Verano de León, y Gerardito está decidido a conquistarlo.
Pero antes, el protocolo. Su tutor firma una carta responsiva tras una espera de 15 minutos en fila. Gerardito no lo nota. Está demasiado ocupado tratando de mirar más allá de los inflables que se alzan como montañas delante de él. Apenas cruzan la entrada, su rostro se transforma. Su felicidad no cabe en su cuerpo. Brinca antes de siquiera comenzar. Se prepara como un soldado ante una misión.
Te podría interesar
Dentro, todo es caos y fantasía. Niños corriendo en todas direcciones, bolas gigantes rodando como meteoritos de plástico, pasadizos donde apenas cabe un adulto. Gerardito se lanza con una agilidad que sólo da la infancia. Avanza entre túneles de colores, escala resbaladillas eternas, se desliza con gritos que no son de miedo, sino de pura emoción.
A veces se cae, se revuelca, lo empujan y empuja. Todo es parte del juego. Durante 40 minutos, Kool City es su castillo. Su casa. Su universo. El sudor le escurre por la frente, pero sus ojos no pierden brillo. Corre como si le persiguiera la risa. Brinca como si el piso fuera lava. Se pierde entre la multitud de infancias que viven lo mismo, pero nadie como él lo siente tan propio.
La atracción termina. El tiempo se esfumó como un globo que se suelta al cielo. Gerardito sale jadeando, empapado, exhausto… pero victorioso. “Agua”, exige con una voz ronca pero firme, mientras se seca la cara con el dorso de la mano. Pero hay algo más fuerte que la sed: la emoción de haber vivido algo gigante.
Kool City es, en efecto, el inflable más grande del mundo. Pero para Gerardito, no fue sólo el más grande. Fue el más feliz. En ese mundo inflable, cada salto fue un grito de libertad. Cada caída, una lección de juego. Cada túnel, una aventura.
Y al final del día, cuando se aleja con pasos lentos pero llenos de orgullo, su gorrito marinero aún resistiendo el viento, Gerardito no sabe si volverá mañana. Pero hoy, por 40 minutos, fue el rey de Kool City. Y nadie podrá quitarle ese trono.
ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP. EL PODER DE LA INFORMACIÓN EN LA PALMA DE TU MANO
