León, Guanajuato, nunca había parecido tan etérea. Sus calles, edificios históricos, murales urbanos y escenas cotidianas fueron reimaginadas en una serie de imágenes que parecen salidas de una película animada de Studio Ghibli.
Esto fue generado con iteligencia artificial por el equipo de La Silla Rota Guanajuato.
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El resultado no es solo visualmente encantador, sino narrativamente potente. Es como si alguien hubiera tomado lo más cotidiano de la ciudad y le hubiera dado alma, como si los ladrillos hablaran, los árboles susurraran y los colores cargaran recuerdos.
La primera imagen transformada fue la del Estadio León, con su escultura de león en la entrada. Bajo la estética Ghibli, el concreto gris se volvió cálido, y el cielo, de un azul profundo, enmarcaba al felino con aires de guardián antiguo. Esta versión del estadio bien podría ser la sede de una película sobre un joven futbolista que descubre que al anotar un gol en este campo, despierta un espíritu dormido en la estatua del león, protector ancestral de la ciudad.
Después vino el Museo de Arte e Historia de Guanajuato, rodeado por un árbol de jacaranda en plena floración. La imagen intervenida tiene luz dorada, y las sombras de las ramas pintan el suelo con nostalgia. Esta escena se siente como el inicio de una película sobre una niña que, al entrar al museo, viaja a mundos creados por las obras de arte. La animación aquí sería suave, cargada de texturas y silencios largos, con música de piano flotando de fondo.
En el Arco de la Calzada, invadido por los colores de una marcha futbolera, la multitud fue retratada en tonos suaves, cada personaje con trazos delicados y expresiones únicas. Esta versión sería ideal para una cinta coral, donde cada persona tiene su historia: el niño que por primera vez asiste a un partido, el abuelo que recuerda a su hijo desaparecido, la pareja que se conoció en el estadio. La animación, detallada y pausada, permitiría enfocarse en los rostros y movimientos sutiles.
La imagen del Panteón Taurino Museo fue quizás la más teatral. El toro en lo alto del edificio parece cobrar vida bajo el atardecer, como si vigilara los secretos del pasado. Aquí, la película tomaría un giro más mágico: un mesero descubre que el alma de un torero famoso vive atrapada en el lugar. La historia, animada con luces cálidas y tonos sepia, se movería entre el humor, el misterio y la melancolía.
El mural psicodélico de un pájaro sobre un cerebro, frente a una espiral óptica, convertido en imagen Ghibli se volvió algo más: una metáfora. Esa escena parecería parte de una historia sobre una joven artista que al pintar murales activa pasajes oníricos a mundos donde el pensamiento se mezcla con la naturaleza. Sería animada con técnicas más surrealistas, como lo haría Isao Takahata, con transiciones suaves y realidades paralelas.
Incluso los espacios más comunes —una panadería, una calle transitada o una barrendera en su jornada— fueron elevados. En estas escenas, Ghibli mostraría su habilidad para darle belleza a lo simple: el vapor del pan saliendo, el polvo levantándose con la escoba, el cruce de miradas entre dos personas comunes. Nada es heroico, pero todo es profundamente humano.
En conjunto, estas imágenes no solo reinterpretan León; lo redibujan con ojos nuevos. Bajo el trazo del estudio japonés, la ciudad se convierte en un lugar donde lo mágico es cotidiano y lo cotidiano, extraordinario. Si alguna vez Ghibli llegara a México, León sería un escenario perfecto. No por ser fantasioso, sino por tener la capacidad de serlo. Solo hay que mirarlo con otros ojos.
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