León, Guanajuato.-El 2 de diciembre tiene sabor a efeméride global: hace poco más de medio siglo, en 1972, la Conferencia de Estocolmo abrió la puerta a que la ONU creara el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el “árbitro” internacional del clima y la contaminación. Formalmente, la Asamblea General lo estableció en diciembre de 1972 mediante la resolución 2997, con el mandato de vigilar el estado del planeta y empujar a los gobiernos a limpiar el aire, el agua y los ecosistemas.
Medio siglo después, la pregunta incómoda para León es directa: ¿respiramos mejor que entonces… o solo sabemos medir mejor qué tan sucio está el aire?
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De Estocolmo al Bajío: el contexto que alcanzó a León
La Conferencia de Estocolmo de 1972 fue la primera gran reunión mundial sobre medio ambiente. De ahí salieron dos cosas clave: la Declaración de Estocolmo (que reconoce el derecho a un medio ambiente sano) y la recomendación de crear un organismo especializado que terminó siendo el PNUMA.
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México se trepó relativamente pronto a ese tren: en las décadas siguientes creó secretarías ambientales, firmó convenios y adoptó normas de calidad del aire basadas en contaminantes criterio (ozono, partículas, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono). En paralelo, ciudades industriales como León crecieron bajo una lógica de automóvil y chimenea: expansión urbana acelerada, corredor industrial, curtiduría y calzado, ladrilleras y un parque vehicular en constante aumento.
El parteaguas local: cuando empezamos a medir el aire
En los años setenta no había estaciones automáticas en León. Hablar de “cómo estaba el aire hace 50 años” es, en buena medida, especular: se sabe que había humo, olores y neblinas marrones, pero no hay series de datos finas como las actuales.
Lo que sí está documentado es que a nivel estatal el Sistema de Monitoreo de la Calidad del Aire del Estado de Guanajuato (SIMEG) opera desde finales de los noventa: un informe municipal de Protección Civil señala que el estado cuenta con este sistema desde 1999.
Hoy León tiene tres estaciones fijas que funcionan 24/7: CICEG, T-21 (clínica del IMSS) y la de la Facultad de Medicina. Miden ozono (O3), dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), monóxido de carbono (CO) y partículas (PM10 y, en redes complementarias, PM2.5). Es decir: ahora sí sabemos con bastante precisión qué estamos respirando y cuándo se pasa de la raya.
Qué dicen los números: de los 2000 a hoy
A partir de los 2000 ya hay datos comparables. El Observatorio Urbano de León muestra que, solo para PM10, los promedios anuales en 2008 y 2009 rondaban los 52–54 µg/m³, por encima del límite de la norma mexicana (40 µg/m³) y muy lejos de la guía de la OMS (20 µg/m³ en ese momento).
En años recientes, los reportes académicos y oficiales retratan un escenario de “mejora relativa pero insuficiente”:
Un estudio sobre contaminación atmosférica en León señala que más del 95 % de la población urbana está expuesta de forma directa a mala calidad del aire y que se estimaban alrededor de 7 muertes prematuras por cada 100 mil habitantes atribuibles a la contaminación.
Para 2020, se reportaron en León 26 días fuera de norma por PM10 (superando los 75 µg/m³ de la norma).
En 2021, el mismo análisis registra 5 días fuera de norma por ozono y 53 días fuera de norma por PM10, sobre un total de 286 días con datos válidos.
Un diagnóstico urbano más reciente del municipio refiere que en 2024 hubo 264 días con “buena” calidad del aire, pero también 69 días en los que las partículas PM10 excedieron el límite permitido y 3 días con ozono por arriba de la norma.
A nivel estatal, el Atlas de Riesgos documenta que en 2020 la calidad del aire en Guanajuato mejoró cerca de 8 %respecto a años previos, pero sigue siendo un riesgo ambiental relevante, sobre todo en el corredor industrial (León–Silao–Irapuato–Salamanca–Celaya).
Si lo aterrizamos en el presente inmediato, plataformas de monitoreo como IQAir suelen reportar para León valores de ICA “moderado” (70–80 puntos), con el contaminante dominante siendo PM2.5; es decir, partículas finas que se meten profundo a los pulmones.
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Índice Aire y Salud: del IMECA al semáforo ciudadano
Un cambio importante de los últimos años no está tanto en el aire, sino en cómo se comunica su calidad.
Guanajuato fue de los primeros estados en implementar el Índice Aire y Salud, derivado de la NOM-172-SEMARNAT-2019, que obliga a informar en tiempo casi real los riesgos de la contaminación con un sistema de colores y recomendaciones para la población.
La SMAOT publica ese índice en línea y a través de la EcoApp, lo que ha puesto a Guanajuato como “modelo a seguir” en transparencia sobre calidad del aire, según notas de medios regionales y comunicados oficiales.
¿Respiramos mejor o peor que hace 50 años?
Con la honestidad por delante: no hay datos instrumentales de León en los setenta para hacer una comparación milimétrica. Lo que sí podemos decir, cruzando las series desde 2000 con la evolución de normas y de la información pública, es algo así:
La vigilancia y la información han mejorado muchísimo.
Pasamos de prácticamente no tener monitoreo a contar con una red estatal (SIMEG) desde 1999 y con tres estaciones urbanas en León.
Se incorporó el Índice Aire y Salud y hoy cualquier persona puede revisar el estado del aire en tiempo real.
Los niveles de algunos contaminantes muestran ligeras mejoras, pero siguen altos.
Las tendencias estatales de PM10 y ozono muestran cierta reducción en los picos más extremos, pero los promedios y los días fuera de norma siguen siendo frecuentes, especialmente en invierno por partículas y en primavera por ozono.
El riesgo para la salud sigue siendo estructural.
Los estudios locales hablan de que la inmensa mayoría de la población urbana está expuesta crónicamente a aire contaminado y lo vinculan con asma, infecciones respiratorias agudas y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, sobre todo en niños y adultos mayores.
Las fuentes de contaminación no se han ido; algunas se han intensificado.
Transporte motorizado, industria del cuero y calzado, ladrilleras, quema de residuos y el crecimiento urbano difuso siguen siendo las principales fuentes de emisiones.
En resumen: León no está peor que hace 50 años porque entonces ni siquiera existían normas claras ni monitoreo sistemático, pero tampoco puede presumir un “antes y después” espectacular: el aire sigue rebasando la normatividad nacional y está muy lejos de los estándares de la OMS varios días al año.
Después de Estocolmo y la creación del PNUMA, León ha ido sumando instrumentos locales:
PROAIRE León 2008-2012, que planteó acciones para controlar emisiones del transporte, la industria y las ladrilleras.
PROAIRE Zona Metropolitana de León 2013-2022, con metas de reducción de PM10 y ozono y medidas como verificación vehicular, renovación del transporte público y mejora de combustibles.
Programas de verificación vehicular y fondos ambientales, que, aunque con muchas críticas y claroscuros, han mostrado que una verificación bien aplicada puede reducir emisiones de óxidos de nitrógeno, partículas y compuestos orgánicos volátiles.
Aun así, el propio estudio de Epikeia concluye que la mala calidad del aire sigue siendo un problema serio de salud pública, que afecta a más del 95 % de la población urbana y que el tema no está bien posicionado en la agenda política local, pese a los instrumentos existentes.
¿Qué falta para que el aniversario de PNUMA se note en los pulmones?
Si uno se queda solo con los discursos, la historia suena alentadora: Estocolmo 72, creación del PNUMA, cumbres climáticas, normas mexicanas, PROAIRE, Índice Aire y Salud… sobre el papel, León vive en el siglo XXI ambiental.
Los datos dicen algo menos heroico: hay más monitoreo, más información y algunos avances puntuales, pero la estructura de la ciudad sigue empujando hacia el mismo lugar: más coches, más chimeneas, más partículas finas.
La propia PNUMA, medio siglo después, advierte que sin recortes de emisiones “sin precedentes” en los próximos años, los objetivos globales de temperatura ya no son creíbles. Traducido al idioma del Bajío: si León no cambia en serio su modelo de movilidad, de industria y de crecimiento urbano, la nube de partículas y ozono va a seguir ahí, solo que cada vez mejor medida, mejor graficada… y de todos modos adentro de los pulmones de la gente.
Esa es, a fin de cuentas, la historia incómoda que deja este aniversario: medio siglo después de que el mundo dijo “Una sola Tierra”, en León seguimos discutiendo si vale la pena sacrificar coches, ladrilleras y combustóleo a cambio de algo tan básico como respirar mejor.
