León.- Como uno de esos cuentos que los padres y abuelos suelen contar a sus hijos y nietos, el cual podría tener como título “La Playa de la Presa del Palote”, existió hace poco más de 30 años en León un sitio predilecto de los leoneses, quienes cada año, durante la Semana Santa, tuvieron su lugar paradisiaco para disfrutar en familia, sin la necesidad de salir a ninguna de las costas del país.
Por alrededor de 10 años, antes de que en 1993 se inaugurara el Parque Metropolitano de León, la Presa del Palote era un lugar de esparcimiento que los leoneses utilizaban, de manera especial durante la Semana Santa, para pasar un día de campo, sin que se tuvieran que hacer gastos como los que se generaban si se deseaba visitar alguna de las playas del país.
Por ello, la Presa del Palote se convertía en eso, en una playa de agua dulce y la tierra en las orillas ya estaba amoldada por los pasos de quienes por muchos años llegaban en los Días Santos bien armados, con sus canastos o bolsas repletos de bolillos, paquetes de pan blanco Bimbo, jitomates, chiles en vinagre y cebollas, cajas de galletas saladas, además de latas de sardinas o de atún, entre otros productos propios de los Días Santos, para preparar sus tacos, tortas, tostadas y sándwiches, y de esta forma disfrutar en familia de una comida “a la orilla del… lugar”, además de refrescarse y nadar en las aguas tranquilar de este embalse.
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Muchos leoneses deberán recordar, con buen humor y hasta nostalgia, cuando hace poco más de 30 años llegaron a ser parte de los visitantes de esta “playa”, para lo cual no necesitaban hacer gastos de entrada, como los que se cobran en un balneario o hacer un viaje a alguna de las costas del país.
Por esos días de reunión, los leoneses acudían también con trajes de baño, lentes y sombrillas para protegerse del sol, y también había venta de comerciantes ambulantes que ofrecían sus productos, con un ambiente semejante a las que se viven en cualquier destino playero, sin faltar los pescadores que ofrecían su producto recién sacado de la presa a unos compradores que ya tenían en el lugar sus parrillas preparadas para disfrutar de un buen pescado asado.
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Habrá que recordar también que, por ese tiempo, había unidades de transporte, con rutas de camiones urbanos y de las famosas combis que posteriormente desaparecieron, que realizaban el recorrido con paradas por los linderos de la presa, los cuales, ya entrada la tarde, cuando los paseantes regresaban de su paseo, se llenaban hasta el tope, y sus interiores se impregnaban con el olor a sardina y atún, revuelta con el sudor de los usuarios, después de todo un día de pasear, comer y darse baños de sol en la “Playa del Palote”.
Sin embargo, esta costumbre que empezaba a hacerse tradición terminó, de manera “oficial”, el 5 de diciembre de 1993, fecha en que se inauguró el Parque Metropolitano de León, como Área Natural Protegida.
De esta forma, en este cuento, los leoneses no tuvieron un final feliz, ya que, si bien el sitio sigue siendo recreativo y familiar, ya no tiene el encanto y ese ambiente de playa que tuvo un día, donde, además, no se tenía que pagar por ingresar.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.