León-. Don Javier Viramontes tiene 80 años, a su edad todavía tiene la energía suficiente para atender su puesto de tacos de chamorro, con salsa y chiles jalapeños, por cortesía de la casa siempre regala una sonrisa a los clientes, acompañada de desear los buenos días; ante la falta de trabajo, él creó el suyo Javier decidió emprender por consejo de un amigo.
Ofrece sus tacos en su puesto en el bulevar Mariano Escobedo junto a León Moderno, ahora es dueño de su propio negocio, ante la falta de empleo y después de ganarse la vida desvelándose como velador en edificios en construcción o como guardia de seguridad en donde la mayoría de los turnos es estar parado las 24 horas, con una mala paga, pero Javier encontró la manera de ahorrar y cocinar chamorro adobado.
“Por la edad ya no conseguí trabajo, he desempeñado otros trabajos, pero siempre me decían, la edad y la edad” dice Javier, añadió que está ahorrando para comprar un remolque: “Un remolque grande como ya no puedo cargar ya nada más llego y abro, por la misma edad”.
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Don Javier tiene la ilusión de comprar un vehículo que le facilite las cosas, le quedan pocas fuerzas y los años le han pesado: “Trabajaba de velador, ganaba 1,000 pesos, yo no sé cómo le hice, pero compré ese carro, subo la carne, abro y bajo, pero estoy viendo que mis brazos ya no pueden, la idea es de vender el carrito para comprar un remolque para llegar a trabajar”.
Llegó de Sonora, dijo que no soportaba las altas temperaturas de su natal puerto de Guaymas:” Yo me vine aquí por el calor, no se imagina como me la vivo, solo, trabajando aquí, trabajando allá, ganando una miseria, de guardia de seguridad en las casas en Infonavit que están allá para el aeropuerto, el demás tiempo hacia trabajos, como planos, yo te hago el plano, yo te hago esto”.
De profesión es ingeniero civil, pero se dedicó a comerciar camarón del mar de cortés, era propietario de una flotilla de lanchas, llamadas pangas, cada una con dos pescadores dedicados a la pesca de camarón, pero una mala jugada por parte de un cliente le provocó una mala situación económica, se vio en la necesidad de liquidar a todos sus pescadores y vender todo.
Dice Javier que ya no había que pescar en el mar de cortés, pues las autoridades locales permitieron la sobrepesca de camarón a japoneses y coreanos, la fauna de aquella parte del mar de cortés, se acabó.
Don Javier encontró una forma de mantenerse y de salir adelante, trabaja en su negocio que consta de mesa, bancos, una gran vaporera, un coche mediano, y la receta de su chamorro. Además recibe la pensión gubernamental: “Sale para pagar la renta y comer, y el hospital. Gracias a Dios ya no me falta nada”, dice estar solo: “Los hijos bien, ellos que Dios que los bendiga ellos tendrán sus razones y yo no los odio, yo los quiero mucho pero no los puedo obligar a que me hablen, prefiero pedirle limosna a pedirle a ellos”.
“Ojalá hubiera más apoyo para los adultos mayores, no por mí, pero hay adultos mayores que deveras necesitan ayuda, que son maltratados por la familia principalmente” dice Don Javier y reflexiona sobre otras personas en su misma condición en la ciudad.
Javier atiende con amabilidad, saca sus tacos de la vaporera, los prepara y se los ofrece a un indigente que se había sentado a observar, a saborear con la mirada.