Guanajuato, México.- Desde temprano, empezaron a llegar en grupos. Algunos venían en camionetas rotuladas con frases religiosas. Otros, caminando en familia. En las manos traían globos blancos, pañuelos azules y rosarios. Es miércoles 5 de junio y afuera del Congreso de Guanajuato, en la ciudad de Guanajuato capital, no se habla de otra cosa: este día se decide si se despenaliza o no el aborto en el estado.
La votación, propuesta por legisladores de Morena y Movimiento Ciudadano forma parte de una serie de reformas a favor de los derechos sexuales y reproductivos. En el otro frente, los grupos provida decidieron responder con una manifestación de fe. Literalmente.
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Decenas, quizá cientos de católicos, se congregaron a las afueras del recinto legislativo. En su mayoría eran personas mayores, muchas mujeres con sombreros de ala ancha, camisas blancas y faldas largas. Algunos portaban camisetas con el escudo de la Virgen de Guadalupe. Otros ondeaban banderas azules con la leyenda “Salvemos las 2 vidas”.
El calor no impidió que permanecieran de pie. Se acomodaron en círculo. Rezaban fuerte. Se arrodillaban. Algunos lloraban. El murmullo era constante, como un río de plegarias.
“¡Jesús, tú que naciste en un pesebre, salva a los que aún no nacen!” decían en coro.
El ambiente era solemne. Había música religiosa en una bocina portátil. Algunos cargaban estandartes de Cristo Rey.
Se veía a familias enteras. Abuelas con nietos. Hombres con pancartas escritas a mano: “La vida comienza desde la concepción”, “Los legisladores no pueden decidir quién vive o muere”, “Dios ama a los bebés no nacidos”.
Un sacerdote llegó y dirigió un rosario completo. Los presentes respondían con fervor. En cada misterio, una intención: por los legisladores, por los médicos, por las madres en crisis, por los niños que no nacieron, por la conversión del estado.
Una joven con voz firme tomó el micrófono y gritó: “¡No somos fanáticos, somos defensores de la vida!”. Y la multitud respondió con aplausos y más rezos.
En medio del bullicio, algunos comían tortas que sacaban de sus mochilas. Otros repartían agua. Un señor de barba blanca decía: “Nos quieren imponer lo que ya hicieron en la Ciudad de México. Pero aquí no. Guanajuato es católico. Y no vamos a callar”.
Adentro, el debate seguía. Afuera, la fe vibraba. No se trataba solo de una protesta política. Era una vigilia. Una defensa espiritual. Una cruzada en pleno siglo XXI.
“Guarda, Señor, las leyes de la vida… protégenos de los falsos progresos”, se escuchaba.
Y las voces se perdían, pero no se apagaban.
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