León, Guanajuato.- La Ciudad Infantil ya envejeció. Paredes descaradas, techos humedecidos, vidrios rotos, cucarachas muertas y logos borrados por los intensos rayos del sol es lo que hay de la alguna vez joven Ciudad Infantil en el Parque Metropolitano.
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Hace 20 años, cuando los adultos jóvenes de hoy eran unos niños, en la Ciudad Infantil los días se llenaban de vida. Principalmente los fines de semana la mini León tenía a pequeños humanos despachando gasolina, comprando comida en el Oxxo, saliendo de la Universidad de León y haciendo trámites imaginarios en el banco.
Los coloridos edificios en miniatura, se veían grandes a un lado de los bebés que, recién aprendidos a caminar, recorrían las calles de la Ciudad Infantil. En bici daban vueltas por López Mateos y esperaban la señal del semáforo para cruzar la calle; a pie caminaban por las aceras y los que llevaban carritos eléctricos se estacionaba para cargar gasolina.
En la Ciudad Infantil la niñez era eterna. Pequeñas personas de 3 a 10 años, más o menos, fingían ser adultos en los cuerpos de un niño o una niña. Se portaban como los grandes y jugaban a tener preocupaciones como los adultos. Hacían el mandado e iban a trabajo gastando pesos imaginarios.
Nadie ahí envejecía nunca, porque los que crecían ya no volvían y en su lugar aparecían nuevos niños. La infancia perpetua la traían los nuevos visitantes con cada año, excepto por estos últimos que han estado marcados por la desolación.
La Ciudad Infantil ya es vieja. Aún recibe visitantes, pero parece un pueblo fantasma por los pocos que acuden a ella. Aun cuando son varias las niñas y niños, la mini ciudad de León luce olvidada.
Los muros están desgastados con paredes descaradas. Algunos letreros, como el de Lupillos, están tan quemados por el sol que ya no tienen color ni se leen las letras,