TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIAPAS- En el 2018, la violencia en El Salvador era extrema, especialmente en el Distrito Italia, donde los asesinatos, violaciones y delitos eran parte de la vida cotidiana. Dámaris Urías vivió de cerca esta realidad y decidió escapar en 2018 cuando su vida y la de su hija, de cinco meses, estaban en peligro por la atención no deseada de un jefe de una “clica”, o pandilla que quería poseerla.
Para llegar a su trabajo, Dámaris tenía que salir de su casa a las 3 de la madrugada, regresando por la noche, un trayecto constante entre amenazas de pandilleros y violencia urbana. Su madre dejó atrás un buen empleo en una pastelería, su carrera técnica en Contabilidad y a su familia, acompañándola únicamente su hija Génesis.
Como muchos salvadoreños, el plan inicial era llegar a Estados Unidos, pero el “coyote” que las transportaría desapareció con su dinero, obligándolas a quedarse en Chiapas. Durante los siguientes dos años y medio, enfrentó violencia de pareja y dificultades para obtener documentos legales que le permitieran estabilidad en México.
Tras varios intentos de regularizar su situación, decidió mudarse a Tuxtla Gutiérrez, donde empezó de nuevo, formando una nueva familia y procreando a su segunda hija. El camino no fue sencillo; obtener la residencia le costó alrededor de 16 mil pesos y requirió apoyo de organizaciones y asesoría legal constante.
Hoy, Dámaris puede ver los frutos de su esfuerzo. Su hija mayor, Génesis, logró obtener el primer lugar en aprovechamiento en la Escuela Primaria “Benito Juárez” de Tuxtla Gutiérrez, demostrando que la educación y la perseverancia pueden transformar vidas incluso en medio de la migración y el desarraigo.
La familia vive en una modesta casa de madera en la colonia Sacramento de Jesús, donde las calles son de tierra y los servicios básicos limitados. A pesar de la precariedad, la venta de pupusas y el trabajo de su pareja, dedicado a la hojalatería, les permite cubrir sus necesidades y mantener una vida digna.
Dámaris considera que México ofrece mejores oportunidades económicas y estabilidad familiar. Solo regresaría a su país natal para visitar a sus padres, hermanos y otros familiares, manteniendo siempre el vínculo con sus raíces.
Los docentes y el director de la escuela donde estudia Génesis han sido un apoyo fundamental. No solo han promovido la inclusión de los niños migrantes, sino que también han ofrecido ayuda en momentos críticos, mostrando la importancia de la solidaridad institucional en el proceso de integración.
La fe ha sido otro pilar para Dámaris. Buscar refugio en Dios y mantener la esperanza ha sido una estrategia constante para sobrellevar los desafíos de la vida migrante, ayudando a sostener a su familia ante la adversidad.
Por el momento, no contempla intentar llegar a Estados Unidos, debido a las estrictas políticas migratorias vigentes que limitan las oportunidades y aumentan los riesgos para quienes buscan cruzar de manera irregular.
Desafíos y políticas migratorias
De acuerdo con el Alto Comisionado de la ONU, durante el primer cuatrimestre de 2025, alrededor de 142 mil personas fueron deportadas de Estados Unidos, de las cuales al menos 30 eran salvadoreños y 245 venezolanos desaparecieron de los registros oficiales. Estas cifras reflejan la complejidad del fenómeno migratorio y los riesgos que enfrentan quienes intentan migrar.
En el mismo periodo, poco más de 2,500 salvadoreños fueron deportados, mientras que en 2024 la cifra total superó los 14,100. Según el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), las deportaciones aumentaron alrededor de 175 puntos porcentuales durante el primer semestre de 2025, alcanzando 200 mil expulsiones de migrantes de diversas nacionalidades.
Estos datos muestran un contexto restrictivo y hostil para la migración internacional, donde quienes buscan seguridad y oportunidades económicas enfrentan riesgos legales y sociales considerables. Para personas como Dámaris, estas cifras refuerzan la importancia de establecerse en México y construir una vida estable lejos de la violencia.
Problemas de ida y vuelta
Con la llegada de Nayib Bukele al poder, El Salvador experimentó un aumento significativo en la seguridad. La tasa de homicidios se redujo de manera considerable, cerrando en 2024 con apenas 114 asesinatos en todo el año, lo que equivale a menos de 0.5% diario.
Sin embargo, el régimen de excepción implementado por el mandatario salvadoreño, también ha generado denuncias por abusos, incluso contra personas inocentes confundidas con pandilleros, como han señalado diversas organizaciones defensoras de derechos humanos. A esto se suma que la economía salvadoreña aún enfrenta retos importantes y que, de mantenerse la actual administración, es probable que estas condiciones persistan.
En Chiapas, la situación también ha sido compleja. Durante los últimos tres años de la gestión del entonces gobernador Rutilio Escandón Cadenas, la disputa entre cárteles de la droga generó un aumento de homicidios, enfrentamientos armados, cobros de piso y desapariciones, dejando una sensación de inseguridad en varias regiones de la entidad.
A través de su resiliencia y determinación, Dámaris ha logrado transformar la adversidad en oportunidad, demostrando que, con apoyo y perseverancia, es posible reconstruir la vida y alcanzar el “sueño mexicano” aún en circunstancias difíciles.
Contexto: La historia de Dámaris evidencia que, a pesar de los riesgos y obstáculos, los migrantes pueden establecerse, formar familias y garantizar educación y bienestar para sus hijos. Su experiencia también subraya el papel crucial de la ayuda institucional, la asesoría legal y la solidaridad comunitaria para garantizar la integración y protección de quienes huyen de situaciones de violencia extrema.
