La palabra gentrificación fue acuñada por la socióloga Ruth Glass en 1964 para describir lo que pasaba en Londres: barrios populares comenzaban a llenarse de personas con más dinero, lo que poco a poco empujaba a los vecinos originales a irse porque ya no podían pagar los nuevos precios.
Hoy, ese fenómeno no solo sigue ocurriendo en muchas ciudades del mundo, sino que ha tomado nuevas formas, como se está viendo en México. Aquí, en lugar de ciudadanos de clase media local, son en gran medida extranjeros —principalmente de Estados Unidos y Canadá— quienes están ocupando zonas antes accesibles para la población local.
Este proceso ha tenido un impacto profundo en barrios tradicionales. En redes sociales circulan videos de turistas que exigen que se les atienda en inglés en restaurantes o negocios, y que incluso muestran actitudes groseras. Según la ONU, la gentrificación ocurre cuando llega gente con mayor poder adquisitivo, lo que eleva los precios de rentas y propiedades, provocando que los vecinos originales ya no puedan costear la vida en sus colonias.
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Algunos inmuebles incluso ya se rentan o venden en dólares. Esto no solo implica que las familias tengan que mudarse, sino también la desaparición de negocios tradicionales —como las tienditas o panaderías de barrio— que son reemplazados por tiendas más modernas y caras que venden lo mismo, pero al doble o triple del precio.
¿Por qué es importante la gentrificación en la CDMX?
Contexto: En julio, los vecinos de la colonia Condesa en la Ciudad de México alzaron la voz en una protesta bajo el lema: “Gentrificación no es progreso, es despojo”. Las razones fueron claras: los precios de las rentas se han disparado, sus barrios han perdido el ambiente tradicional de comunidad, y cada vez es más común ver a turistas de paso o nuevas inversiones que solo buscan rentabilidad. Frente a esta situación, los habitantes exigen que las autoridades intervengan con urgencia, protejan el derecho a la vivienda y detengan el desplazamiento de quienes han vivido ahí toda su vida. Su mensaje es directo: la vivienda no debe tratarse como una mercancía, sino como un derecho que debe garantizarse para todos.
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Pero el problema va más allá de la gentrificación tradicional. En muchos casos, se vive una especie de “neocolonización” —aunque sea involuntaria— donde algunos extranjeros llegan a imponer sus costumbres e incluso su idioma, como cuando exigen ser atendidos en inglés. Según el diccionario, la gentrificación es cuando una zona urbana deteriorada se renueva y su población original es desplazada por personas con mayor poder adquisitivo. Sin embargo, en México este fenómeno se vive de otra forma: muchas de las colonias afectadas no estaban deterioradas, sino que eran zonas con excelente ubicación, servicios y vida de barrio, como la Condesa o la Roma.
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Un ejemplo claro de este fenómeno se encuentra en el occidente del país, en lugares como Chapala o Ajijic, en Jalisco. Desde los años 60, muchos estadounidenses eligieron estas zonas para su retiro, construyendo casas de descanso y hoteles, y con el paso del tiempo, formaron comunidades enteras, ahora también integradas por canadienses, gracias al clima agradable. En la Ciudad de México, el punto de inflexión fue el sismo de 1985, cuando muchas personas abandonaron colonias como la Roma, Condesa, Juárez o el Centro Histórico por los daños y tragedias que dejó el terremoto. Ese vacío fue aprovechado poco a poco por nuevos habitantes, transformando por completo el perfil social y económico de estas zonas.
¿Cuáles son los estados de México afectados también por la gentrificación?
La gentrificación en México se ha vuelto un tema cada vez más presente en la conversación pública, y no sólo por las protestas que se vivieron en la Ciudad de México, donde habitantes denunciaron el aumento en las rentas por la llegada masiva de extranjeros y el desplazamiento de personas con menos recursos. Además de las rentas elevadas, este fenómeno también trae consigo un encarecimiento de productos, servicios básicos y, lo más preocupante, la pérdida del carácter e identidad cultural de muchos barrios.
Pero la capital no es la única afectada. San Miguel de Allende, en Guanajuato, es un ejemplo claro. Con su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, este pintoresco pueblo ha visto un aumento en la cantidad de extranjeros que se instalan ahí, lo que ha hecho que rentar una casa en el centro cueste entre 25 mil y 55 mil pesos. En Guadalajara, Jalisco, la historia es parecida: crecen los desarrollos de lujo y, con ellos, los precios de las viviendas y servicios, obligando a muchos a mudarse a las orillas de la ciudad.
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Monterrey, Nuevo León, también enfrenta un crecimiento inmobiliario acelerado en zonas como el Centro, San Pedro y Santa Catarina, lo que ha generado un desplazamiento de sus habitantes originales. En Oaxaca, el rechazo a la gentrificación se ha hecho visible con protestas e incluso con críticas a menús escritos solo en inglés en restaurantes del centro, lo que refleja cómo el turismo internacional ha encarecido el costo de vida para los oaxaqueños.
El estado de Quintana Roo, especialmente en destinos turísticos como Cancún, también vive este fenómeno. Aunque el turismo es una fuente importante de ingresos, los precios de servicios como taxis o alimentos se han disparado. Un ejemplo viral fue cuando a Luisito Comunica le cobraron 100 dólares por un trayecto corto. Lo más grave es que estos abusos no son casos aislados.
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Mazatlán, en Sinaloa, no se queda atrás. El crecimiento del turismo ha elevado los precios de propiedades y servicios. Incluso, en 2024, algunos empresarios propusieron prohibir a los músicos de banda en la playa porque incomodaban a turistas extranjeros, lo que generó una ola de protestas por parte de artistas locales.
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En Mérida, Yucatán, la situación es parecida. Investigadores de la UNAM han señalado que la creciente inversión extranjera y el auge turístico han disparado la demanda de vivienda, tanto para vivir como para rentas vacacionales, lo que ha hecho casi imposible que los habitantes de siempre puedan seguir viviendo en sus barrios. Así, lo que parece una mejora urbana en realidad puede estar escondiendo una crisis social.
LSHV