Puebla. Pue.- Mayra Aguilar, conocida en redes sociales como Mayra La Poblanita, tiene 32 años y una misión: repartir comida a los familiares de pacientes que esperan fuera de hospitales en Atlixco y Puebla. Lo que comenzó con 20 tortas se ha transformado en la entrega de más de 200 almuerzos —tortas, refrescos y galletas— a las afueras de instituciones como el Hospital de la Niñez Poblana, el Hospital Gonzalo Río Arronte, la Unidad de Medicina Familiar y el Hospital General de Cholula.
El proyecto lleva el nombre de su hija fallecida: "Jaqueline, sigue uniendo corazones sin fronteras". Jaqueline vivió apenas cinco meses en el vientre de Mayra. Un rompimiento de membranas impidió su nacimiento. La experiencia de pérdida y de ver a su esposo esperando por ella durante la madrugada en un hospital sin condiciones dignas, sembró en Mayra la semilla de su actual labor.
Hoy, su fundación no solo brinda comida: también reparte pañales, alimentos para bebés, cobijas, sueros y apoyo económico a familias sin recursos. Una de las historias que más la ha marcado fue la de una pareja de Tepeaca, cuyo hijo prematuro falleció en el hospital. Mayra se encargó del traslado del cuerpo en taxi hasta su comunidad.
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Aunque su iniciativa apenas tiene tres meses, ha ganado fuerza gracias al apoyo de su familia y donaciones de personas incluso fuera de México, como Guatemala y Honduras. Su sueño es adquirir una lonchera (camión de comida) para estacionarla afuera de hospitales y ofrecer alimentos recién preparados a quienes más lo necesitan.
“Si el gobierno no da lo necesario, nosotras lo damos. Lo hago por ella, por Jaqueline. Es como si ella viviera en cada ayuda que damos”, dice Mayra.
Medicamentos sin Estado: la lucha de “El avión de los sueños”
Otra voz que se suma al esfuerzo ciudadano es Georgina Romero, fundadora de El avión de los sueños. Desde 2019, su organización brinda medicamentos gratuitos, costea pasajes y compra insumos para niños con cáncer en todo México.
Solo en Puebla, su asociación apoya a unas 60 familias, principalmente en el Hospital de la Niñez Poblana, el IMSS San José y otros centros. En entrevista, Georgina compartió que recientemente donaron un catéter puerto (de alrededor de 13 mil pesos) ante la falta de este insumo en el hospital.
En junio, denunció públicamente el desabasto de medicamentos como mercaptopurina, dexametasona, claritromicina y agujas para catéter. En respuesta, el Gobierno de Puebla aseguró que el Hospital de la Niñez había realizado más de 900 quimioterapias en solo dos semanas, negando cualquier carencia.
“¿De qué sirven las nuevas torres si no hay medicamentos básicos?”, cuestiona Georgina. Su crítica pone en duda la efectividad de las recientes inversiones gubernamentales.
Hospital sin hemodiálisis: otra cara del abandono
El 1 de julio de 2025 venció el contrato de la empresa encargada del servicio de hemodiálisis en Puebla. Pacientes de varios hospitales —incluidos Tehuacán, Teziutlán, Zoquiapan, Huauchinango y el propio Hospital de la Niñez— se quedaron sin tratamiento.
Aunque la Secretaría de Salud aseguró haber restablecido el servicio al día siguiente con la misma empresa, denuncias ciudadanas desmintieron esta versión. Una semana después, medios locales aún reportaban deficiencias en varios centros hospitalarios.
Obras sin insumos: las nuevas torres del Hospital de la Niñez Poblana
El 8 de junio de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum inauguró dos nuevas torres médicas en el Hospital de la Niñez Poblana: una de especialidades oncológicas y otra de cardiología. La inversión fue de 915 millones de pesos. Se prometió un incremento del 200% en las consultas de cardiología y, con ello, más tratamientos oncológicos.
Sin embargo, ya en 2024, el exgobernador Sergio Salomón Céspedes había inaugurado instalaciones similares con una inversión de casi 947 millones de pesos. Los avances en infraestructura contrastan con los testimonios de carencia de lo esencial: medicamentos, insumos y servicios.
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Redes que salvan
Las historias de Mayra y Georgina evidencian lo que muchas familias ya saben: en Puebla, como en muchas otras entidades del país, los hospitales públicos sobreviven en parte gracias a la voluntad ciudadana. Las tortas que entrega Mayra o los medicamentos que consigue Georgina no deberían ser necesarios si el Estado cumpliera su labor.
Pero mientras los gobiernos reparten cifras optimistas e inauguran edificios, la ciudadanía organizada cubre vacíos urgentes: alimenta, cuida, traslada, consuela. Y, sobre todo, recuerda que frente a la omisión oficial, la solidaridad aún tiene rostro.
JCVP