Alberto y su familia se vieron obligados a abandonar su hogar y negocio en el sur de México, huyendo del “cobro de piso”. Ahora se encuentra en Tijuana, sin posibilidad de regresar y sin un camino claro hacia el futuro.
Sus familiares se han dispersado por distintos estados del país, y él llegó a la frontera únicamente acompañado de su hija menor de edad.
Junto a ella, asistió este viernes a la escenificación del viacrucis que, cada año, organizan asociaciones defensoras de los migrantes. En el marco de esta conmemoración religiosa, Alberto compartió que durante todo su trayecto ha recurrido a la oración.
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“Todos los días le pido para que se haga una esperanza de que podamos pasar”, comentó poco antes de iniciar la caminata.
Un viacrucis sin Jesucristo
En el viacrucis no hubo nadie representando a Cristo, pero una imagen suya, impresa en cartón, fue colocada en una cruz de madera. La figura quedó cubierta con los nombres de migrantes y personas desaparecidas.
Los asistentes, tanto migrantes como ciudadanos en general, también expresaron sus pensamientos y emociones a través de dibujos, que luego pegaron en el madero.
El sacerdote comparó el peso de esa cruz con la carga que llevan los migrantes sobre sus hombros.
“La injusticia, la violencia. Pesa porque representa la pobreza y la violencia que obligó a dejar el hogar. Pesa cuando el niño solo debe cargarla”, comentó.
El viacrucis de Alberto y su hija
Alberto y su hija cumplieron recientemente diez meses en la frontera, a donde llegaron con la ayuda de un “coyote” que los abandonó, junto a otros migrantes, en Sonora.
Contexto: tuvo que huir para evitar ser detenido por las autoridades migratorias y poder intentar un nuevo cruce. Sin embargo, poco después, se suspendió el uso de la aplicación CBP One, la única vía legal que tenía Estados Unidos para recibir solicitudes de asilo.
Desde que el expresidente Donald Trump eliminó esa alternativa y reforzó la seguridad fronteriza, muchos migrantes han regresado a sus lugares de origen. Pero otros, como Alberto, que enfrentan amenazas, simplemente no pueden hacerlo, porque de ello depende su vida.
“En el albergue donde estoy se perdió toda la esperanza de la gente”, comentó.
Albergues, a la mitad de su capacidad
Actualmente, los albergues en Tijuana reportan una ocupación inferior al 50%, y la mayoría de sus ocupantes son connacionales que escapan de las amenazas del crimen organizado.
Respecto a su futuro, Alberto asegura que, si no logra ingresar a Estados Unidos, se establecerá en esta ciudad.
Y en medio de la desesperanza provocada por la política migratoria de Donald Trump, que no deja alternativas para migrantes como él, lo único que lo sostiene, responde, es su hija.