FE Y TRANSFORMACIÓN

La joven católica que entró en depresión y la superó por el Islam

Yuli Davei, originaria de Benemérito de las Américas, Chiapas, atravesó una profunda depresión durante la pandemia; buscando apoyo descubrió el Islam. Hoy, cubierta con su hiyab, le cuenta a La Silla Rota cómo supera prejuicios familiares y sociales

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.-Hace poco más de una década, Yuli Davei Hernández Mayo dejó su natal Benemérito de las Américas, en la región Selva de Chiapas, para estudiar en San Cristóbal de Las Casas. Se graduó en dos carreras y actualmente cursa una maestría en Ciencias. Pero, más allá de los títulos, su verdadera transformación llegó en el momento más inesperado: durante la pandemia.

Yuli en la mezquita: “Aquí encontré la paz que necesitaba”, dice Yuli, mientras se prepara para uno de los cinco rezos diarios en San Cristóbal de las Casas. Foto: Christian González, Corresponsal.

“Pasé por una etapa muy difícil, tuve una depresión muy fuerte”, cuenta en entrevista para La Silla Rota. “Tuve que buscar apoyo para salir de esa situación emocional y un día, un amigo de origen francés-marroquí me pidió que lo acompañara a la mezquita”.

Loading…

Aquel día cambió su vida. Al entrar al templo musulmán, Yuli sintió una paz que no había encontrado en ningún otro lugar. “Esa persona extranjera sabía más de esa mezquita que yo, que soy de Chiapas”, recuerda entre risas. “Tenía una idea del Islam desde que estudié Derecho, me llamaba la atención su sistema jurídico, pero cuando investigué más, me dio sentido, me dio mucha paz, y tomé la shahada (profesar la fe islámica) en noviembre de 2022”.

Desde entonces, su fe marcó un nuevo rumbo en su vida. Dejó atrás los pantalones de mezclilla y los alimentos prohibidos por el Corán. “Les dije adiós a los productos con carne de cerdo”, explica. “Ahora trato de alimentarme solo con comida halal, es decir, aquella que ha sido preparada en el nombre de Dios y procurando el menor sufrimiento posible para los animales”.

Reconoce que cumplir con todas las reglas no ha sido sencillo, especialmente en un entorno donde los productos islámicos son escasos. “Es complicado conseguirlos”, admite. “Pero, como todos los musulmanes que conozco aquí, trato de buscar alternativas o productos que puedan suplir esa parte”.

Estudiante y musulmana: Tras dejar su natal Benemérito de las Américas, Yuli estudia una maestría en Ciencias, combinando su vida académica con la espiritualidad del Islam. Foto: Christian González, Corresponsal.

Hoy, Yuli vive su fe con serenidad. Asegura que el Islam le dio lo que durante años había buscado: equilibrio y sentido. “Encontré en Alá la paz que necesitaba”, afirma convencida. “No fue una conversión impulsiva, fue una decisión del corazón”.

El velo y la paz interior

Cubierta con su hiyab, Yuli sonríe al recordar que alguna vez fue “católica de hueso colorado”. En entrevista con La Silla Rota, cuenta que el Islam llegó a su vida como refugio en medio del caos, una fe que le devolvió la calma del alma y del cuerpo.

Al principio, su familia no lo entendía. “Mi papá y mi hermana tenían miedo… pensaban que en el Islam oprimen a las mujeres o que todos son terroristas”, relata. “Les expliqué que eso es lo que muestran las noticias, pero la realidad es otra.”

El cambio de vestimenta: Cubierta con su hiyab, Yuli decidió adoptar las costumbres islámicas, incluyendo la vestimenta y la alimentación halal. Foto: Christian González, Corresponsal.

Con paciencia, Yuli les habló de su decisión. Les dijo que usar velo no era una imposición, sino un acto personal entre ella y Dios. Con el tiempo, su padre abrazó la fe cristiana evangélica y su hermana se volvió pentecostés.

Hoy, a sus 28 años, Yuli ve cada vez más mujeres con hiyab por las calles de San Cristóbal de las Casas. “La comunidad musulmana crece poco a poco”, dice. Y en cada oración, siente que la paz que buscaba al fin la encontró.

Sin miedo a las miradas

Yuli recuerda que no todos han entendido su decisión de portar el hiyab. “Una vez paré un taxi y el chofer me dijo: ‘¡A ti no te llevo con ese trapo!”, cuenta en entrevista con La Silla Rota. “Al principio dolía, pero aprendí a no tomarlo personal.”

Pese a esos episodios, asegura que su vida transcurre con normalidad. “Sí hay un poco de estigma, pero también mucha curiosidad y respeto. Mis compañeros y maestros me preguntan sobre mi fe, y eso me gusta”, dice.

Superando prejuicios: “Una vez paré un taxi y el chofer me dijo: ‘¡A ti no te llevo con ese trapo!’”, recuerda Yuli, quien ha aprendido a no temer las miradas juzgadoras. Foto: Christian González, Corresponsal.

Como abogada y economista, se toma en serio cada práctica de su religión: los rezos diarios, la purificación, el ayuno durante el ramadán. “Lo que más me ha quedado claro es que no hay más Dios que Dios. No tiene género, no tiene hijos. Es algo más allá”, explica.

A sus 28 años, Yuli no piensa aún en casarse. “No quiero tener hijos, y si te casas con un hombre musulmán, sí tienes que tenerlos. No estoy lista para eso”, confiesa, con la misma serenidad con la que afirma que su fe, lejos de limitarla, la ha hecho libre.

El Islam que floreció junto al levantamiento zapatista

Mientras en enero de 1994 el mundo volteaba a ver la selva chiapaneca por el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), otro movimiento —silencioso y espiritual— comenzaba a echar raíces en la misma tierra. Ese año, un grupo de musulmanes originarios de España llegó a Chiapas con una misión distinta: sembrar la fe islámica y transmitir un mensaje de paz.

Más de tres décadas después, esa semilla se convirtió en una comunidad sólida que hoy representa una de las expresiones religiosas más singulares de México. En la actualidad, cerca del 80 por ciento de sus adeptos proviene de pueblos originarios, según uno de los hijos de Nafia Pérez, el español que fundó la primera comunidad musulmana en el estado y levantó la mezquita Imam Malik, ubicada en la zona norte de San Cristóbal de las Casas.

Aprendiendo la fe: Aunque aún no domina el árabe, Yuli memoriza frases básicas del Islam y busca integrarse cada vez más en la comunidad musulmana local. Foto: Christian González, Corresponsal.

A la entrada de ese recinto, un letrero resume la esencia de su credo: “El Islam es la forma natural del ser humano. El musulmán es el que acepta el Islam como forma de vida.” Y más abajo, una aclaración que rompe estigmas: “El terrorismo es el enemigo de la humanidad y de los musulmanes. El Islam es civilización; el terrorismo es barbarie.”

El hijo del sheikj —como llaman a su padre, maestro espiritual y fundador de la comunidad— atiende una pequeña panadería al costado de la mezquita. Desde ahí, observa cómo la vida fluye en uno de los barrios más peligrosos de San Cristóbal, donde hace apenas unos años los enfrentamientos eran parte del paisaje cotidiano.

Aun así, asegura que la presencia musulmana trajo calma y propósito a muchas familias.

“La gente que conoció el Islam cambió su estilo de vida”, afirma. “Lo hizo en una forma más elevada, con sentido.”

Hoy, en esa esquina de la selva chiapaneca donde alguna vez se oyeron disparos y consignas, suena con fuerza el adhan, el llamado a la oración, como un eco que habla de fe, resistencia y transformación.

Decisión personal: “Colocarse el velo es una decisión entre Dios y yo”, explica Yuli, quien afirma que su fe le ha dado libertad y sentido de propósito. Foto: Christian González, Corresponsal.

Católicos encabezan lista de creyentes

A pesar de que el Islam tiene cada vez más seguidores, la religión católica es la que aún predomina en territorio chiapaneco con alrededor de 2 millones 985 mil 644 fieles de sus más de 5 millones de habitantes, según los datos de la última encuesta efectuada al respecto, en 2020, por parte del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi). Es decir, esa fe aumentó casi 199 mil creyentes más, en un comparativo que se hace con los resultados de la encuesta del mismo Inegi pero de 2010.

Un refugio espiritual: Para Yuli, el Islam fue el mejor refugio durante la pandemia, dándole equilibrio, paz y una nueva perspectiva sobre la vida y la espiritualidad. Foto: Christian González, Corresponsal.

En cuanto a quienes profesan o pertenecen al grupo cristiano evangélico, el Inegi refiere que la cifra alcanzó 1 millón 795 mil 861 de fieles, es decir 482,988 más en comparación con una década anterior.

Mientras que, en otras religiones diferentes a las antes mencionadas existen poco más de 15 mil, en donde sin duda entran los musulmanes como Yuli Davei Hernández, con base en la misma encuesta de 2020 del Inegi que, asimismo, arroja que más de 713 mil personas dijeron no profesar una religión.