Oaxaca, Oaxaca- Violín y acordeón en manos de Samuel y Max, son una forma clara de desafiar fronteras y romper la cotidianeidad de las calles del Centro Histórico de Oaxaca a través de la música.
Se conocieron hace once años, y aunque provienen de culturas abismalmente distintas, el acordeón oaxaqueño de Maximiliano Cruz Pérez y el violín británico de Samuel Patrick, los llevó a formar el duo Zapocelta.
La historia detrás de Zapocelta
El escenario son las calles, su reflector el sol y su público quienes recorren el andador turístico de la capital de Oaxaca.
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Acordeón y violín van tejiendo la melodía, evocan la canción mixteca bajo el cielo nublado de la tardecita de septiembre. Las notas desgarran el corazón apesadumbrado por la lejanía mientras que la nostalgia invade, tal como hilvana la canción: “¡Qué lejos estoy del pueblo en donde he nacido!”, letras de José López Alavés.
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Esta combinación única entre la cultura oaxaqueña y la de Reino Unido recrea un ambiente mágico que rompe la cotidianeidad. La admiración que despierta el duo Max-Samuel les ha valido ser protagonistas de múltiples entrevistas, y recientemente, del cortometraje Zapocelta del director Brandon Vázquez.
El documental que aborda la amistad entre ambos músicos forma parte de la selección oficial de la vigésima edición del festival internacional de cortometrajes más grande de México e Iberoamérica: Shorts México.
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“Las calles son un espacio libre. Podemos hacer un escenario en el instante”, expresa Samuel sobre su gusto como músico urbano. Su violín va a abrazado a su cuerpo. Los sostiene con el respeto que le tiene a la música y a su instrumento. Más que un violín es la herramienta que lo hermanó con Max.
Más allá de un duo
“La mayor satisfacción de este duo es la amistad entre nosotros dos. Los dos hemos crecido juntos en nuestra actitud para hacer música. Culturalmente somos muy diferentes, pero la música va más allá de la cultura. Como muchos dicen, la música es el lenguaje universal”, explica Samuel.
Max, originario de la Sierra Juárez, recuerda que la amistad entre ambos va más allá de los acordes musicales, también en un intercambio de saberes. “Él es un gran amigo, lo veo como un hermano, ha estado conmigo en las buenas y en las malas. Hay un lazo de confianza”.
Max no lo dice sólo como un cumplido; siempre que caminan juntos por las calles lo hace tomado del hombro de Samuel para que éste sea sus ojos que lo guíen.
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Por su parte, Samuel ha tomado de Max la tranquilidad para afrontar la vida con toda la adversidad que le representa ser una persona ciega desafiando estigmas, paradigmas y en muchas ocasiones la discriminación.
La tarde sigue su marcha bajo las notas musicales de un dueto que no sólo toca con el alma, la entrega y regala a cada uno de los paseantes.
