CHILPANCINGO.- Desde mayo pasado, la gente del Nuevo Poblado El Caracol, municipio de Heliodoro Castillo, en Guerrero, vive con miedo, incertidumbre y casas dañadas a causa de los disparos y explosivos que un grupo delictivo lanza con drones, a través del cerro Los Amates.
El sábado 26 y domingo 27 de agosto, los pobladores del Nuevo Poblado El Caracol sufrieron un tercer ataque con bombas caseras lanzadas a través de drones. Ese fin de semana se denunció la primera víctima civil: un joven de 20 años estaba parado en la esquina de la plaza cuando le estalló un artefacto. Un pedazo de lámina le cortó el estómago y como pudo esquivó otros balazos que venían del cerro. Cuando finalmente pudieron auxiliarlo, se dieron cuenta de la gravedad de la herida, el metal rebanó por mitad el abdomen.
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En total, de acuerdo con los pobladores, en esos dos días fueron lanzadas 17 bombas caseras hechas a base de fierro, canicas, clavos y balines que explotan al caer sobre las viviendas.
Esta región de la Sierra Madre del Sur, revelan reportes oficiales de la Fiscalía de Guerrero, es la zona en la que opera el grupo criminal de Los Tlacos y en Apaxtla tiene dominio La Familia Michoacana. La guerra es entre ellos, pero la población es la principal víctima colateral.
De acuerdo con algunos testimonios, los habitantes del Nuevo Poblado de El Caracol no han salido a comprar alimentos desde el pasado 10 de agosto, cuando sufrieron el segundo ataque con drones. El primer ataque se reportó el 2 y 3 de mayo pasado.
En el Nuevo Poblado El Caracol todas las viviendas y los inmuebles, como el mercado, la comisaría, la iglesia y las escuelas, tienen impactos de bala o agujeros. Son las huellas del poderío de los explosivos. Los casquillos tirados en las calles del Nuevo Poblado El Caracol indican que los pobladores también se defienden con armas potentes.
Muchas de las familias de es este lugar huyeron por la violencia y los casi 200 habitantes que decidieron quedarse mantienen cerrados los dos accesos al pueblo con piedras y tierra, como muro de contención para evitar el ingreso de los grupos delictivos.
Entre Heliodoro Castillo y Apaxtla, no sólo ha sido atacado Nuevo Poblado El Caracol, sino que también las comunidades de Tetela del Río, Caxacua, Acatlán del Río y Nuevo Balsas, del municipio de Cocula.
San Marcos, que pertenece a Apaxtla, contaba con 131 habitantes, de acuerdo con el INEGI, sin embargo, desde junio pasado quedó vacío luego de la incursión de un grupo de sicarios de La Familia Michoacana que se llevó a tres jóvenes, mismos que a la fecha continúan desaparecidos.
LLEGA AYUDA HUMANITARIA
La semana pasada, habitantes de la comunidad Nuevo Caracol, celebraron la llegada de la caravana humanitaria encabezada por el Centro de Derechos Humanos Minerva Bello, que dirige el padre Filiberto Velázquez Florencio.
La camioneta con ayuda llegó hasta el sitio donde, como medida de seguridad, los pobladores mantienen una barricada con grandes rocas.
De otra camioneta comenzaron a descargar aceite, leche, harina, ropa y cobijas para trasladarlas a las puertas de la iglesia con la finalidad de repartirla. “Los soldados que están en la presa (El Caracol) no quieren defendernos de los ataques, padre –se quejaban los vecinos, sobre todo mujeres–. Los fuimos a ver y no nos hicieron caso”.
Por su parte, el comisario Aurelio Catalán Alcocer señala el cerro desde donde les disparan los criminales: “Lo conocemos como El Naranjo, de ahí nos tiran, no sólo bombas con los drones, sino balazos de calibre R-15, cuernos de chivo (AK-47) y de rifles calibre .50 (Barret); ha habido ataques desde junio”.
Al llegar a la iglesia, el padre Filiberto inició una oración, pero fue interrumpida por los testimonios de los feligreses: “No podemos ir a lavar, ni nuestros esposos a pescar al río (Balsas), porque nos han tirado de balazos, no tenemos qué comer, no hay agua, no hay clases para nuestros hijos, no hay médicos; no podemos ir a comprar víveres a (el municipio de) Apaxtla ni a Teloloapan. La última vez que fuimos para allá fue en diciembre, y esa vez golpearon al chofer de una camioneta y a los pasajeros, además de que nos quitaron las cosas”.
También se escucharon varios testimonios. Una señora, llorando con su hija, denunció la desaparición de sus hijos. A uno de ellos, de 16 años, que se llama Marcos Espinosa Martínez, se lo llevaron el 16 de junio del poblado San Marcos, y apenas hace dos semanas se llevaron a otro. “Adrián Espinosa Carmona, de 13 años, es mi nieto. A él se lo llevaron desde Cacalotepec; se metieron por la fuerza a las casas y no sabemos de ellos. Le pedimos al presidente Andrés Manuel López Obrador que nos ayude a encontrarlos”.
ADVIERTEN GUERRA CIVIL
Comisarios de al menos 67 comunidades de los municipios de San Miguel Totolapan y Heliodoro Castillo, ubicados en la Sierra de Guerrero, exigieron al presidente López Obrador y a la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, atender la inseguridad y violencia que prevalece en la región.
“Para que eviten una guerra civil porque nosotros, como pueblos, vamos a responder, defender y el derramamiento de sangre no le conviene a nadie”.
En una carta difundida el fin de semana, los dirigentes denuncian que “antes éramos 43 pueblos, ahora somos 67, y estamos dispuestos a dar la vida por defender nuestra tierra”.
Acusan que “desde el jueves grupos armados desconocidos han intentado ingresar a los límites de Coronillas y La Ciénega de Puerto Alegre, lo que ha causado temor entre los pobladores”.
“Señor presidente, estamos entre los pueblos más olvidados en materia de salud, educación y carreteras, somos trabajadores y cultivadores de amapola desde hace mucho tiempo, con eso pudimos sustentar a nuestras familias y siempre hemos estado fuera de los conflictos de los grupos armados”.
“Nuestras demandas de maestros, médicos y carreteras parecen molestar al gobierno, porque durante muchos años hemos vivido con estas deficiencias en los pueblos de las montañas, tenemos nuestros animales y nuestras tierras de cultivo”.
Precisan que “con tristeza vemos que el Ejército no hace nada para contener a estos grupos criminales, de nada nos sirve su seguridad si no van en busca de quienes disparan”.
En su carta se quejan de que “el grupo que intenta ingresar ha estado haciendo el mal, matando animales y ahuyentando a la gente”.