Migrantes en la frontera norte de México, entre Matamaros, Tamaulipas y Brownsville, Texas, se niegan a abandonar el asentamiento que instalaron junto al río Bravo, que colinda con Estados Unidos, pese a los crecientes riesgos en el afluente y un incremento en el flujo migratorio.
Las autoridades y activistas en Matamoros han trasladado a alrededor de 500 migrantes que habían estado viviendo a lo largo del río Bravo hacia un albergue, pero varios cientos más se han negado a abandonar el campamento cerca del río. Gladys Cañas Aguilar, presidenta de la asociación Ayudándoles a Triunfar, explicó que los migrantes que rechazaron la oferta de traslado temen que ocurra una tragedia similar a la que sucedió en Ciudad Juárez, donde murieron 40 migrantes en un incendio en un centro gubernamental. También existe el temor de que al concentrarlos en un solo lugar, se facilite su deportación.
Cañas Aguilar subrayó la importancia de respetar los derechos humanos de los migrantes y de asegurarse de que cualquier traslado sea voluntario y pacífico.
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El secretario del Ayuntamiento de Matamoros, Carlos Ballesteros, declaró que el Instituto Nacional de Migración (INM) tiene un plan para invitar al campamento a quienes se quedaron junto al río Bravo, pero no explicó en qué consta.
Contexto
El hecho ocurre en medio de un repunte del flujo migratorio por México tras la caída inicial que provocó la expiración en mayo pasado del Título 42 de Estados Unidos, según reconoció este miércoles el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
También sucede mientras crece la polémica por las boyas y el cerco de alambre que ha instalado el Gobierno de Texas en un tramo del río Bravo para disuadir a los migrantes de cruzar.
En Matamoros, otros extranjeros y mexicanos desplazados por la violencia sí abordaron autobuses para ir al nuevo refugio, que antes era un hospital público y ahora opera con financiamiento del Gobierno de Tamaulipas bajo la coordinación de la Casa del Migrante “San Juan Diego”, además de la participación de organizaciones civiles.
“Tras meses de estar en el campamento del bordo del río Bravo, buscan y quieren lugares seguros donde puedan sentirse protegidos. Quien quiera venir libremente con mucho gusto lo vamos a recibir”, dijo a EFE el coordinador de la Casa del Migrante, José Luis Elías Rodriguez.
El borde del caudal fue por meses el sitio donde habitaron miles de venezolanos y centroamericanos.
“Decidimos irnos porque vamos a estar tantito mejor que aquí (en el río). Más que nada por la comida, el agua y la sanidad”, expresó Diana Aparicio, desplazada por la violencia.
El espacio cuenta con un reglamento que deberán cumplir los integrantes y tiene una capacidad de 1.200 personas, además estará vigilado por agentes estatales.
“Tendremos más seguridad porque en la calle estamos con miedo a que nos vaya a pasar algo”, mencionó la venezolana Daris.