OAXACA

¡Qué viva la Guelaguetza!; el grito al unísono en la máxima fiesta de Oaxaca

La Guelaguetza se llevó en calma y alegría, música y baile hizo que en las gradas el público reventara en aplausos tratando de atrapar el pan, chocolate, tortilla y frutas que vuelan desde el escenario

Créditos: Especial - Cuartoscuro
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OAXACA. - Raíces bordadas en huipiles. Orgullo enlazado en negras trenzas. Chirimía que anuncia el derroche de fiesta y sombreros agitados al aire. Así es la fiesta grande de Oaxaca. Corazones latiendo entre sones y chilenas. Alegría dibujada en faldas ensortijadas y un grito al unísono que recita: ¡Que viva la Guelaguetza!

La tarde cae sobre el majestuoso Cerro del Fortín, el viento abanica el cabello de la diosa Centéotl cuando anuncia el inicio del homenaje a los pueblos de Oaxaca. Leticia Santiago Guzmán, mujer chatina da la bienvenida y con orgullo convoca a las etnias hermanas a nunca avergonzarse de sus raíces.

“Hoy les quiero decir a todas las mujeres que nunca nos cansemos de luchar desde nuestras etnias y que siempre veamos un mundo mejor para seguir adelante. Hoy les quiero decir a las diferentes culturas de mi estado, a las 16 etnias y al pueblo afromexicano que nunca nos avergoncemos de nuestras raíces, que donde quiera que vayamos sintámonos orgullosos de ser oaxaqueños”

Chirimiteros y tamboriteros aparecen a escena haciendo sonar las primeras notas de la fiesta en preámbulo a la llegada de los de Santiago Teotongo quienes en la alegría de la boda hacen serpentear las faldas mientras los hombres llevan al aire los guajolotes vestidos de novio y novia.

La estampa folclórica transita hacia la región de la Costa en el zapateado sincronizado de los diablos de Santiago Llano Grande. ¡Llegaron los diablos desde la llanada! Son de Llano Grande. ¡Viva la negrada!

En las gradas el público revienta en aplausos tratando de atrapar el pan, chocolate, tortilla y frutas que vuelan desde el escenario.

Al vaivén de los sombreros de panza de burro se oyen las notas del Jarabe Chenteño de San Vicente Coatlán. A brinquitos en huaraches los danzantes empuñan el machete llevando al canto “¡Que te piso el rabo culebra, que no me hace nada culebra, culebra chenteña!”. Las faldas de las bailarinas vuelan ensortijadas con alegría y gozo, embriagadas de fiesta.

La tarde avanzaba. El cielo de zafiro va oscureciendo entre los ritos y creencias, costumbre y tradición de San Pedro Amuzgos hablantes de la palabra del agua. Hilvanados en telar de cintura van contando parte de su tradición perfumados con el olor de copal.  Luego van relatando la danza del macho riata que culmina cuando los danzantes logran dominar a la bestia. Y después, como en muchas fiestas, entre salto y acrobacia baila el tigre hasta trepar en lo más alto de un palo.

A pasito elegante, entre terciopelo y encaje en escenario Asunción Ixtaltepec, pueblo alfarero que orgulloso muestra su fiesta patronal en honor a la asunción de la virgen María. De refinados vestidos y movimiento cadencioso, las danzantes engalanaron el escenario.

El ritmo cambia, y en el “Baile de la aguja” los de Santo Tomás Jocotepec van relatando sus tradiciones aquellas que se bordan en coloridos huipiles, entre la melodía del violín y la guitarra que guía a la mujer sabia, mujer vidente, en dirección de la aguja escondida entre el público.

Con la tarde muriendo, el auditorio se perfumó de melancolía con las notas de la Canción Mixteca de Huajuapan de León, tierra del sol, país de las nubes. Luego, entre los pies ágiles de la pareja danzante, el público aplaudió y coreó un oooole al ritmo del jarabe mixteco.

De vuelta a la región del Istmo de Tehuantepec, el escenario se enamora con Juchitán de Zaragoza en un pasito refinado que acompaña la boda tradicional istmeña.

El encanto continúa bajo el cielo estrellado con el ritmo de Santiago Juxtlahuaca y su danza de los rubios: la fuerza de la danza de la Pluma de Trinidad de Zaachila; el misticismo de Santa María Tlahuitoltepec; la sincronía y belleza de la Flor de Piña de San Juan Bautista Tuxtepec; la picardía de los sones y chilenas Santiago Jamiltepec y el zapateado frenético de Putla Villa de Guerrero.

La Guelaguetza es delirio, es solemnidad y al mismo tiempo algarabía; es un contraste entre la religiosidad a los santos patronos y el fandango en una boda o bautizo. Un derroche de cultura y regocijo que lleva a todos a gritar ¡que viva la fiesta grande!